El límite de una broma lo pone siempre el que la recibe. Si no lo pone firmemente, entonces
la situación se le va de las manos, y el que pone el límite es el que hizo la broma.
El límite de una broma lo pone siempre el que la recibe. Si no lo pone firmemente, entonces
la situación se le va de las manos, y el que pone el límite es el que hizo la broma.