El nacionalsocialismo fue un movimiento que no surgió de manera improvisada en la historia. La atmósfera de esta filosofía, si es que así puede ser denominada, apareció con bastantes años de antelación a la época de Hitler.

Este clima se fue enrareciendo a medida que las circunstancias fueron aportando mayor combustibilidad al mismo, hasta que surgió la chispa en la figura de Adolf Hitler. El nacionalsocialismo se puede considerar como una reacción directa a la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias, pero también como resultado de tendencias e ideas con origen más lejano en el tiempo vinculadas por ejemplo a los problemas derivados de la unificación política. Por tanto si bien este movimiento exacerbó las tendencias nacionalistas y racistas, no las inventó.

Los fundamentos conceptuales del nazismo no se limitan solamente al ámbito germánico y a las ideas de personajes tan influyentes intelectualmente como Bismarck, Nietzsche o Wagner sino que se extienden a países del marco europeo como Rusia con la obra denominada Los Protocolos de los Sabios de Sión y las ideas de la teósofa rusa Blavatsky, así como Francia con los principios eugenésicos propugnados por Georges Vacher de Lapouge.



3 Richard Wagner y Friedrich Nietzsche: dos exponentes del antisemitismo en la cultura alemana


En las artes se puede citar a Richard Wagner como antecesor de la ideología nacionalsocialista, mientras que en filosofía Friedrich Nietzsche es el máximo exponente con sus teorías acerca del super-hombre.


Nietzsche fue un discípulo apasionado de Wagner durante una gran parte de su vida como pensador y pasó la mejor etapa vital en sus tertulias con Cósima Wagner y los demás artistas que frecuentaban el círculo íntimo del músico. En Ecce Homo, su autobiografía, se hace eco de la profunda importancia de Wagner en su vida:
Al hablar de las cosas gratas en mi vida, no puedo dejar de pronunciar una palabra de gratitud por lo que ha sido el más profundo y cordial suceso grato de mi vida… mi relación íntima con Richard Wagner… No desearía borrar de mi vida a ningún precio los días en Tribschen –días de confianza y jovialidad, de accidentes sublimes, de momentos profundos… nuestro cielo nunca se ensombreció siquiera por una sola nube. No podría haber soportado mi juventud sin la música de Wagner. … Bien, entonces yo necesitaba a Wagner. Yo era Wagneriano (Bau 2002: 11-13). La estrecha relación entre Wagner y Nietzsche estaba cimentada en la admiración sin límites que compartían por Schopenhauer.


Richard Wagner compuso algunas obras en prosa marcadamente racistas y antisemíticas, destacando entre ellas por estas características la titulada El judaísmo en la música, de la cual se pueden extraer afirmaciones tan inequívocas como la siguiente: “Sostengo que la raza judía ha nacido como enemiga de la humanidad pura y de todo lo noble que hay en el hombre.” (Vidal 1997: 19). No obstante, Wagner no tuvo problemas con “judíos”, ya que tuvo amigos judíos, sino con el judaísmo, con la influencia de una cultura y una fuerza económica sobre la cultura alemana. Wagner considera a los judíos como personificación del mundo económico y de la distracción superficial. En El judaísmo en la música Wagner denuncia la necesidad de un arte alemán libre de las influencias judías. Nietzsche mantiene una 1 Jefe del gobierno francés durante la Primera Guerra Mundial. posición idéntica a la de Wagner. El filósofo tuvo amigos íntimos judíos como el Doctor Rée y la famosa Lou Salomon, pero sus ataques contra el judaísmo como causante de la decadencia del cristianismo son más virulentos (cf. Bau 2002: 53-54).


Hitler fue un entusiasta admirador de Wagner; quien constituía para él un paradigma de la ideología nazi.

Para Wagner el arte es un ente que engloba todos los géneros artísticos, y la obra de arte debe ser como un espejo anticipatorio de un mundo que se dará en el futuro y que será superior al actual. Para el compositor la época artística por excelencia es la de la antigua Grecia. Considera al pueblo alemán como heredero del arte griego y, en contraposición, califica al judaísmo como inepto para el arte debido principalmente a su gran materialismo (cf. Safranski 2001: 103). En este sentido, Hitler pensaba que la cultura griega expresaba la perfección máxima en todos los aspectos. La aversión de Wagner hacia los judíos se hace patente en sus óperas.


En los Los maestros cantores de Nuremberg aparece la nefasta figura del notario judío Sixtus Beckmesser, personaje que aborrece el trabajo manual y cuyas funciones son puramente intelectuales. A ello se une su imagen deforme acentuada por una cojera que le hace incompetente para la danza. En su ópera El anillo de los Nibelungos Wagner antepone la figura del héroe alemán Sigfrido a los nibelungos, poseedores del oro y que representan a la raza judía (cf. Vidal 1997: 31-33). Sigfrido mata al desagradable enano nibelungo Mime al que el propio Wagner denomina Jüdling, como se refleja en el diario de Cosima Wagner. La relación entre Sigfrido y Mime supone una alegoría de la relación entre alemanes y judíos. Sin embargo, en el Cantar de los Nibelungos, la epopeya anónima del siglo XIII, los nibelungos eran representantes de una raza germánica superior con la misión de expulsar a los débiles en su búsqueda del espacio vital (cf. Sala Rose 2003: 271).


En Parsifal se describe el enfrentamiento racial de los caballeros del Santo Grial y los judíos representados por Klingsor y Kundry. A diferencia del modelo de Wolfram von Eschenbach, en el que Parsifal consuma su matrimonio con Condwiramour, el Parsifal wagneriano recupera la castidad, que ya lo caracterizaba en el ciclo artúrico al resistir a los encantos de las muchachas-flor y de la hábil Kundry (cf. Sala Rose 2003: 289).


Sin embargo, como se ha señalado anteriormente, a pesar de sus ideas, Wagner contó con personas de origen judío en su entorno más cercano, como fueron los pianistas Carl Tausig y Josef Rubinstein, el director de orquesta Hermann Levi y el empresario Angelo Neumann (cf. Friedländer 1998: 103).


La pretensión de Wagner era aglutinar a la comunidad nacional y llegar a la consecución de una auténtica identidad germánica. Esta identidad tendría un antagonista, representado por el pueblo judío. Para el músico, la salvación del pueblo alemán se fundamenta en la consecución de la pureza racial.

Por otro lado, algunas interpretaciones sesgadas de la obra del filósofo Friedrich Nietzsche resultaron también muy importantes en la configuración del ideario nazi. En este sentido, destaca la influencia de Así habló Zaratustra. En esta obra se ensalza el más exacerbado individualismo, considerando que la finalidad de la Humanidad consiste en la creación del genio o super-hombre. Nietzsche describe cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león y el león en un niño. Esta parábola es autobiográfica y refleja el viaje espiritual de Nietzsche, desde ser discípulo de Wagner hasta convertirse en su opositor (cf. Bau 2002: 12). Como manifiesta Nietzsche en su Genealogía de la moral, el hombre bueno es el que posee un rango superior o aristocrático. A esta conclusión llega investigando en las diversas lenguas la etimología de la palabra bueno, que para el filósofo es el producto final de los conceptos de noble, aristocrático y privilegiado. En contraposición, y paralelamente, los conceptos de vulgar, plebeyo y bajo son el origen de la palabra malo. Los buenos son, por tanto, los aristócratas y los malos, los plebeyos. Según este autor, dichos conceptos habían sido tergiversados por las clases sacerdotales a lo largo de la historia y especialmente por los judíos. Éstos últimos habían utilizado a Jesucristo como portador de esta nueva moral que da la victoria a los pobres y a los enfermos, en definitiva, a los más desfavorecidos de la sociedad (cf. Vidal 1997: 48-50). La historia gira en torno a dos concepciones diametralmente opuestas.


Por un lado se encuentra lo bueno y lo noble, es decir, los valores positivos, y frente a esta visión se alza otra concepción que debe ser considerada como baja, ruin, plebeya y negativa, la cual se encarna en los judíos y tiene como frutos el cristianismo, y de manera especial, el protestantismo. Según él, la proscripción del cristianismo es, por tanto, indispensable. El filósofo alemán expresa este rechazo a la religión cristiana con palabras como las siguientes:
Que uno hace bien en ponerse los guantes cuando lee el Nuevo Testamento. La proximidad de tanta mugre casi obliga a hacerlo. De la misma manera que no elegiríamos como amigos a unos judíos polacos, tampoco elegiríamos a unos primeros cristianos (cf. Vidal 1997: 59).


El pensador alemán considera la existencia de tres castas: la de los inteligentes, la de los fuertes y la de los mediocres. El pueblo alemán sería el encargado de difundir estos conceptos. El remedio directo que Nietzsche preconiza es la crueldad placentera descargada sobre los débiles, llegando incluso a la exterminación de los desarraigados y menesterosos, representados principalmente por los judíos (cf. Vidal 1997: 60).


En El ocaso de los ídolos el antisemitismo fundado en la filosofía moral es expresado de manera más acentuada, hasta el punto de que adquiere tonos de biología racial: el cristianismo, que es de raíz judía y sólo puede entenderse como planta de este suelo, representa el movimiento contrario a toda moral del cultivo, de la raza, del privilegio; es la religión antiaria por excelencia (Safranski 2001: 364).


En la época del nacionalsocialismo fueron sobre todo Karl Jaspers y Martin Heidegger los que utilizaron el reconocimiento oficial de Nietzsche por parte del régimen realizando una lectura ideologizada de su obra.