…Escribe en mi te necesito…
E s p i r a l
Aquel hombre seguÃa al piano, la camarera aburrida fumaba un
tabaco mágico, el humo que salÃa de sus bien delineados labios hacÃa figuras
fantasmales, yo seguÃa charlando con la sombra, ella estaba empeñada en
cambiar de escenario, se sentÃa aburrida del hedor a orines, la bebida barata
y el barullo de los borrachos. Me dije tiene razón, pero, como suelo llevar
siempre la contra, le dije que se largara al demonio con sus quejas.
Pedà otro trago mientras mi mano se aventaba un clavado en el
bolsillo tratando de encontrar alguna moneda necesaria en medio de este,
que es un difÃcil trance; aparentar que tienes para la cuenta, cuando bien
sabes no te queda un centavo más.
Estaba mirando el fondo del vaso, moviéndolo, no funcionaba muy
bien, el lÃquido parecÃa evaporarse en cada trago, jugué con los hielos
buscando el mensaje secreto, no habÃa nada ahÃ, ni siquiera rastros de éter,
frene el impulso de lamer el cubito congelado, buscando un poco de licor.
Entonces le vi, habÃa estado escondido todo el tiempo, entre la
columna, la barra, un espejo y la mujer barata que bailaba para todos, sus
ojillos estaban fijos en mi, media sonrisa socarrona coronaba su expresión,
alzo su trago y brindo por mi decadencia, luego se acerco, lenta y
pausadamente, le espere; me saludo, cuando alce mi mano me di cuenta que
estaba llena de sangre, al igual que el brazo, el mareo de ninguna manera era
causado por el alcohol, a mis pies un charco viscoso nos reflejaba al diablo y
a mÃ.
Trate de encontrar algún tópico interesante, nada; hice una mueca
extraña cuando el remolino me jalo al fondo, a mi lado seguÃa la pequeña
bestia traviesa, degustando estos que son los instantes previos al caos. Mis
heridas formaban extrañas formas, alguien seguÃa gritándome que regresara,
no pude saber quien se molestaba en tan absurda petición.
Empecé a hilar un número, los dÃgitos se burlaban de mi, el teléfono
que usted marco esta desconectado no es necesario que lo reporte… maldita
contestadora; en fin para que me esfuerzo de todos modos tú no vendrás a
salvarme, estas más preocupado en conservar tu pellejo, amontonar los
recuerdos y pasear los fracasos.
Otra batalla perdida me auto sentencie, a ciegas o a locas seguÃ
buscando la salida, en ese punto de este relato el dilema de las puertas sigue
siendo el mismo, tras ellas suelo encontrar fantasmas de Xs, de Ys, de Zs, de
otras muchas que cobijaron un poco el alma, abro uno a uno de los portones,
secretamente esperando que este la abuela, mi pequeña gema, hasta vos,
pero nada solo hay despojos.
Un ciego insiste en que puede guiarme hacia el hades, no sé quien
esta mas demente si yo o el, quizás los dos, el mudo me ha dado la respuesta
acertada nada es real, todo es según dice el cristal con el que se mira, la
carcajada sigue después de la ultima silaba, venzo las ganas de cortarle la
lengua, algo me eleva, por mi boca surgen entonces toda clase de alimañas,
el tubo sigue introduciendo solución, la garganta está a punto de explotar,
por puro instinto fregativo alzo la cabeza para regalarle al galeno un poco de
mi estomago.
Abro lentamente los ojos, no puedo mover los brazos, ambos están
atados a una especie de cruz, sonrió ante la ironÃa de la situación, me digo
ándale querÃas tu redención y ahora saliste crucificada, la gota que cae en el
suero, como muda espectadora de mi particular condena, ya me la sé de
memoria, vendrán las charlas, los llantos, las terapias, los lavados de
estomago, las pastillas para vivir, el horario aberrante del hospital, lo que
llaman comida, las visitas por hora para ver si este cadáver reacciona, las
miradas acusadoras, los susurros comprensivos, quiero gritarles un par de
cosas, no tengo fuerzas, chupo un poco de resignación, me refugio en ese
mausoleo con sus paredes frescas de mármol, sus silencios, sus pequeños
naufragios.
¿Ya es hora abuela? Ella no me contesta, una lagrima cae por su
mejilla, yo no quiero que llore, siempre quise verla sonreÃr, toma mi mano
entre las suyas, están tan frÃas, me mira con sus ojos pequeños llenos de
ternura, las dos flotamos entre la cama y el techo, quiero abrazarla pero ella
ya no está, un quejido hace que voltee puedo verla tan pequeña, tan
hermosa, tan llena de luz, se parece a mÃ, su carita redonda y sus narices
chatas, quiero gritarle que no cierre los ojos, pero no puedo, entonces
duerme, yo le canto para acompañarle en su sueño.
Ya no quiero despertar