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Lilith la luna negra
El amor comienza y termina en el peregrinaje,
en la búsqueda de un alma ardiente y enamorada,
que vibre acompasadamente
con cada latido del corazón y el hachazo de la sangre
que nos alienta cada día…
Deshilachando la tierra y sus manantiales de vida
en la llamada soberbia y herida
de nuestro despertar.
La pasión desgarra los jirones obsoletos de nuestros calvarios,
insuflando dulce ambrosia en la cadencia torpe
de una respiración y un cuerpo escarificados.
La ilusión, traviesa, como una brisa de besos robados
reaviva la llama esquiva del Fénix.
Nos tatúa el olor de su piel en los sentidos.
Se puede olvidar la sensualidad y las confusas palabras varadas,
en cada nueva huella de sus dedos, el calor de sus manos…
Mi mente permanece hechizada por su presencia y distancia,
disfruta del primitivo fustigamiento del anhelo,
de las primitivas danzas de los hijos de Lilith.
Aproximándose a los bancos de niebla de la madrugada,
dos corazones perdidos, a la deriva, en un mundo de ensueño,
gula,
dientes,
saliva y sentires…
Y en el borde del crepúsculo, a la inversa, soplando la furia
de los que no saben de los límites del amor,
de la magia,
de la piel cuando se vuelve la respuesta
a sus bocas hambrientas.
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