Mis tiempos con los extragalácticos esos.
Yo soy hijo de un conde, pero adòptivo. Me encontró debajo de una de sus vacas cuando apenas tenía dos mesess. pegado a una de sus tetas. La de la vaca digo. la cosa le hizo gracia, y sin preguntarme nada me aceptó en su familia.
Mi educación fue muy peculiar, de hecho como los nobles no trabajamos en la vida, aprendemos temas propios de nuestra esitrpe y nobleza.
Fundamentalmente las clases se componían de un grupo de niños nobles. Uno de ellos se ausentaba disimuladamente, y los demás lo poníamos a caer de un burro. Ellos lo llamaban “Retórica Aplicada”, pero deberían llamarla “Redúcelo a la nada”. Era más o menos así:
-“¿No notáis que aquí huele a pocilga?”- decía uno.
-¡Claro! - reforzaba el otro- porque se ha ido el cerdo de Juanito.
- No comprendo como dejáis que se siente con vosotros semejante gorrino.
- Ya, ese Juanito parece que se expresa con los pies.
- Querréis decir con las manos de abajo, porque no es posible que semejante bestia sea humano.
También estudiábamos Política Práctica o cómo hablar sin decir nada:
- Te saludo forjador de realidades sociales.
- Y yo te tiendo mis brazos henchidos de hispanismo.
- Haces bien, nada hincha más que el hispanismo.
- Claro, por eso ya sabes que fraternal es mi abrazo exento de turbio regionalismo.
Y así nos pasábamos la mañana.
Por la tarde jugábamos a ver quien era más bruto, como casi todos los niños.
En una de esas burradas me deslizo por un terraplén con tan mala fortuna de ir aterrizar sobre la vaca del Conde. Y juro que nunca he visto vaca con más mala leche. De la cornada que me pegó fue rodando cual trompo hasta dar de bruces con el fuselaje de platillo volador lleno de extragalácticos, que no solo me abdujeron sino a la vez me dijeron que tenía que ir con ellos.
Pero eso es otra historia…que os puedo seguir contado si queréis
