Cita:
Ignacio de Antioquia, 107 AD
“Poned, pues, todo ahínco en usar de una sola Eucaristía; porque una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz para unirnos con su sangre; un solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de ancianos y con los diáconos, consiervos míos. De esta manera, todo cuanto hiciereis, lo haréis según Dios.”
(Epístola a los Cristianos de Filadelfia)
“Él, que según la carne, es del linaje de David, hijo del hombre e hijo de Dios; si os congregáis, repito, para mostrar vuestra obediencia al obispo y al colegio de ancianos con indivisible pensamiento, rompiendo un solo pan (Eucatistia) , que es medicina de inmortalidad, antídoto contra la muerte y alimento para vivir por siempre en Jesucristo“.
(Epístola a los Efesios)
Ignacio de Antioquia, 110 AD
“Ellos se abstienen de la Eucaristía y de la oración, porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro salvador Jesucristo, carne que sufrió por nuestros pecados y que el Padre, en su bondad, levanto nuevamente… Consideremos Eucaristía valida a aquella celebrada por el obispo, o por alguien designado por el. Cada vez que el obispo aparezca, que el pueblo este allí; del mismo modo que, donde quiera que Cristo este, allí esta la Iglesia Católica.”
(Epístola a los Cristianos de Esmirna)
“Tengan cuidado entonces de que hay solo una Eucaristía. Porque una sola es la carne del Señor; y solo una es la copa para [mostrar] la unidad de Su sangre; un solo altar; así como hay solo un obispo, junto con los presbíteros y diáconos, mis compañeros de servicio: de modo que, cualquier cosa que ustedes hagan, puedan hacerla de acuerdo con [la voluntad de] Dios.”
(Epístola a los Cristianos de Filadelfia)
Justino Mártir, 150 AD
“Llamamos a esta comida Eucaristía; y a nadie le es permitido participar de ella, excepto aquellos que creen que ensenamos la verdad y que han sido lavados con el lavado que sirve para la remisión de los pecados y la regeneración y vive por lo tanto como Cristo lo ha ordenado. Porque no recibimos estos alimentos como pan o bebida comunes; sino que, desde el momento en que Jesucristo nuestro salvador se hizo carne por la Palabra de Dios y dio su carne y su sangre para nuestra salvación, asimismo, tal como nos ha sido ensenado, la comida transformada en Eucaristía por medio de la oración Eucarística que El estableció, y que por su transformación alimenta a nuestra carne y a nuestra sangre, es la carne y la sangre de Aquel que se hizo carne, Jesús.”
(Primera Apología de Justino)
Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los Profetas. Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas. Luego nos levantamos y oramos por nosotros… y por todos los demás dondequiera que estén, a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar la salvación eterna.
Luego se lleva al que preside el pan y una copa con vino y agua mezclados. El que preside los toma y eleva alabanzas y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo, y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones. Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo ha respondido “amén”, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes el pan y el vino “eucaristizados”.
“A nadie le es lícito participar en la Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó. Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias, que contiene las palabras de Jesús y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó.
Los apóstoles, en efecto, en sus tratados llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y dando gracias dijo: “Haced esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo”. Y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias y dijo: “Esta es mi sangre”, dándoselo a ellos solos. Desde entonces seguimos recordándonos unos a otros estas cosas. Y los que tenemos bienes acudimos en ayuda de otros que no los tienen y permanecemos unidos. Y siempre que presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo por medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo”. (SAN JUSTINO, Carta a Antonino Pío, Emperador, año 155)