¿Hubieras votado a Hitler?
Muchos dicen que Hitler era sólo un fascista alemán. Se equivocan.
Mussolini era un nacionalista que se había pasado toda su vida predicando el socialismo y que se había desilusionado al ver cómo sus hermanos de todo el mundo habían apoyado a sus respectivos gobiernos olvidando al proletariado al que decían defender.
Hitler supo fusionar a la perfección el socialismo con el nacionalismo. Por un lado, apelaba a los desposeídos, a los pobres, a los golpeados por la crisis económica, a los decepcionados con aquélla república de profesores incapaz de solucionar ningún problema.
Esa parte de su discurso era tan radical como la de los comunistas y mucho más que la de los socialdemócratas pero, por otro lado sumaba a todo aquéllo una visión nacionalista que tocaba los sentimientos más queridos de los alemanes: les gritaba que eran un gran pueblo, una nación injustamente tratada que, se veía a padecer los resultados de la acción de los judíos y de sus lacayos.
Ahora muchos se empeñan en asegurar que no decía más que estupideces, seguramente sea así, pero aquéllas estupideces, malvadas para más señas, llegaban hasta lo más hondo del corazón de millones de personas. Todos tenían derecho a gozar de la vida, a disfrutar de la existencia, a vivir bien. Se lo merecían. Si no lo conseguían, era culpa de los judíos. Bastaría con acabar con aquel sistema injusto y, sobre todo, con los judíos para alcazar el paraíso (esa era la cuestión, o así se hizo ver).