Pues chicos, no se que decir respecto al gran país llamado Sudamérica, hay una canción de Rafael Amor en que lo dice así. Viendo como nos han ido las cosas a los Europeos, muchos países se lo pensaran, sobre todo los que dispongan de mas medios socioeconómicos. Perdonarme, pues como dice pablo hablo al pedo.
Quería haber subido la canción, pero no la he encontrado en el tube, os dejo la letra, seguro que a pablo le gusta.
DRUGSTORE
Fue una de esas madrugadas
en las que uno cree que puede descolgarse de los pulmones reventados,
el péndulo implacable del bolsillo,
cuando uno pretende frenar el reloj de la rutina,
cuando en medio de las voces y el humo, uno oye el silencio,
uno está ausente, uno cree que olvida.
Sacaron a un borracho a empujones, como siempre,
se quedó contra un árbol con un rosario de blasfemias.
De repente, alguien me dijo – ¡eh, tú, saca la guitarra! –
tenia una sonrisa de piano abandonado,
justo en el sol le faltaba una tecla,
las demás teclas, amarillentas, gastadas, de tiempo, de tabaco.
Una larga historia de lucha en las manos,
sin mas compensación que la sonrisa aquella.
Una boina hacia atrás en la cabeza,
el escudo de Aragón en la solapa.
Me llamó Sudamericano, ¡cómo no!,
algún día habrá un gran país que se llame Sudamérica
y me cantó coplas de su tierra
con esa voz cascada, como los ríos cuando cantan con las piedras.
CANTADO
Y me habló de la guerra, de la pena,
Que después de las balas fueron todos vencidos,
Que la miseria,
dejó un crespón prendido en cada puerta.
Pan con ajo y aceite y las guitarras muertas.
Y me hablaron sus manos, de la era,
de su mundo semilla, de la espera
y me hablaron sus ojos, de un alma simple y buena,
que nombrará tan solo, una cruz de madera.
Y me habló de un hermano
que se escapó a mi tierra,
que se apagó en exilio soñando con la vuelta,
Y de la madre aquella
que no pudo esperarlo,
de los perros del odio arañando las puertas.
Yo le hablé de ese sueño
que él llamó Sudamérica,
de otros vencidos, vivos
o muertos por la guerra,
de otra paz de rodillas
que traerá la miseria
Y del vacío tremendo de las guitarras muertas.
RECITADO
Y le hablé de otras manos
como las de él, labriegas
que se quedaron quietas,
siempre en la misma espera,
por un mundo semilla
que nombrará tan solo,
una cruz de madera
y saqué la guitarra,
para que viva,
para que cantemos juntos
yo con mis treinta y él con sus sesenta,
un tango, un jota, ¡que se yo!, una pena,
una de esas madrugadas,
en las que uno cree que olvida.
RAFAEL AMOR®