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Domingo soleado, café amargo, ducha revitalizante, y una malagueña para que el espíritu vibre al compás de las cuerdas.
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Domingo soleado, café amargo, ducha revitalizante, y una malagueña para que el espíritu vibre al compás de las cuerdas.
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Si... (If)
Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduría...
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso (desastre)
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho:
tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...
Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
excepto La Voluntad que les dice "!Continuad!".
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.
Rudyard Kipling
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Joseph Rudyard Kipling fue un escritor y poeta británico. Autor de relatos, cuentos infantiles, novelas y poesía. Nació el 30 de diciembre de 1865 en Bombay, India; murió el 18 de enero de 1936 en Londres, Reino Unido.
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Un hemisferio en una cabellera
Déjame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pañuelo odorífero, para sacudir recuerdos al aire.
¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los demás hombres en la música.
Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana.
En el océano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melancólicos, hombres vigorosos de toda nación y navíos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor.
En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un diván, en la cámara de un hermoso navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes.
En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la noche de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodón, del almizcle y del aceite de coco.
Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.
Charles Baudelaire
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Chano divino, tú puedes robarte lo que quieras.
¿Seré cómplice si no lo denuncio? :001_unsure:
:001_tt2:
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Ay, sandunga, mamá por Dios!
Antenoche fui a tu casa... tres golpes le di al candado,
tú no sirves para amores... tienes el sueño pesado.
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No es que este hurto pueda convertirte en cómplice es que debes ser cómplice:
Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.
El cómplice. Jorge Luis Borges. 1981.
Eso acá se llaman "bombas" y son tradicionales de la gente de la bajura (llanuras del noroeste). No son otra cosa que coplas en realidad pero se llaman bombas.
Dejo algunas acá:
El bejuco cuando nace
nace hojita por hojita
así comienza el amor …
palabra por palabrita.
_ _ _ _
Que linda que está la luna
y el lucero que la acompaña;
qué bravo se pone un hombre
cuando una mujer lo engaña.
_ _ _ _
Morenita de ojazos negros
que me tienes trastornado,
yo quisiera preguntarte
si mi amor has olvidado.
Y ésta que me acabo de inventar:
De pasión, de ternura y de cariño
tratan en esta tierra las coplas.
Las mías son siempre de desamor
porque la llama de mi amor tú soplas.
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Chano, coplón sonrojado y querido!! :biggrin:
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Variaciones sobre una Mujtathth de Al-Sharif Al-Radi
I
Hay una extensión cercada por el cielo,
una inmensa planicie descubierta por la luna,
un campo de flores pálidas
sitiadas por su propio perfume,
una casa en el bosque de los grandes abetos de la noche,
un camino entre los pinos,
el otoño de planetas cercanos,
el lago de orillas blanquísimas,
el violeta tenue en la madrugada del mar,
la pulpa entregada de un fruto
que sobrepasa la medida de la mano,
la noche de la selva,
la madrugada de la altiplanicie
y el corazón de todos los niños de la tierra.
Todo eso, Al-Sharif, todo eso
y “pasaré la noche con el inmenso desierto
que hay entre mí y el estar contigo”.
II
Esta lejana gloria de Al-Andalus,
lejana la tarde de las montañas de Córdoba.
Colocamos todos nuestros bienes,
un puñado de cosas entrañables,
sobre la frágil estructura
que levantan los hombres en la tierra.
Todo está tan lejano, Al-Sharif.
Queda este enorme cansancio,
la débil certeza de no saber nada,
de no querer ya nada,
de conformarnos con esta tarde en la playa
y con los ojos pálidos del mar,
los que no ven,
los hechos para ser contemplados.
III
Era el tiempo en que se nos abría el paraíso
en todos los minutos del día.
Días de minutos largos
de palabras recién conocidas.
El ojo de la magia les daba una iluminación irrepetible.
Y sucedió después que el paraíso era un engaño de la luz,
que a los amigos les bastaba un segundo para morirse,
que los amores llevaban dentro una almendra agria.
En la noche el paraíso sigue abriendo su rendija,
un fantasma de la luz,
el que hace que los amigos estén siempre aquí,
que los amores se conformen con su almendra agria,
que el corazón no rompa a aullar en la montaña.
IV
Esa noche escuchamos el graznido de los cuervos del destino presagiando la partida.
Esa noche que, aunque siendo de verano, nos impidió pasar las horas en el terrado escuchando la voz del poeta joven.
Esa noche los lobos anduvieron cerca de la casa y al inicio de la madrugada las flechas sombrías se clavaron en la puerta.
Se escuchó el gemido de las gacelas perseguidas por la sombra y se agrió la leche en los pechos de las madres.
Rodearon los presagios el lecho de la madrugada y el nuevo día nació llorando.
El viento dijo que la separación se acercaba a la puerta.
Los cuervos no graznaron en vano:
antes que el sol descubriera una pequeña parte de su rostro la casa quedó vacía.
Desde el terrado te vi correr hacia la montaña. Ser fue perdiendo la música de tus ajorcas.
Ahora la pena ocupa nuestro lecho.
Cómo encontrar reposo durmiendo sobre los guijarros de la soledad no deseada.
Cómo vivir con la certidumbre de que la ausencia ha puesto sitio a nuestra casa ya en sombra.
Hugo Gutiérrez Vega
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Las reglas de la noche
A Humberto Saba
El día empequeñece.
Las palmeras, las nubes,
el sol disminido,
las tranquilas gallinas,
la soledad, la tarde,
tus senos y mis manos,
todo se va tranquilo
hacia una noche suave
y sangrienta a su modo.
¿Por qué este perfume
de atardecidas flores
permanece en la almohada?
¿En dónde están tus ojos?
¿Por qué la ausencia
mueve sus aspas contra la ventana?
(Tal vez la figura azul
que gira en la colina
sea la de la muerte,
o tal vez la del amor
que creíamos ido para siempre).
La noche da sus reglas:
aquí la cama de los que se aman,
más allá el mar
y tus ojos hundidos en su espuma.
La media luna dice el juramento;
la sombra de un presagio descompone
esta fosforecscencia y regresa la luz.
Nada se pierde en esta noche humana.
Hugo Gutiérrez Vega
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Linda mañana... y un vals hermoso. ^^
Dmitri Shostakovich - Waltz No. 2
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Consideré que era muy pronto para la celebración del día de los muertos. De tal manera, sigo con la música encantada. A continuación una obra extraordinaria de Francisco Tárrega, español él, como muchos de mis compositores favoritos.
Capricho árabe - Tatyana Ryzhkova
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Hay un libro que casi todos los mexicanos hemos leído, o al menos sería ideal que así fuese. Pedro Páramo es el título de una novela del realismo mágico escrita por Juan Rulfo, en 1955. La historia se desarrolla en Comala, pueblo habitado por espectros que no saben que están muertos. La desolación, las brasas donde está edificado el pueblo, los perros, los tragos, los murmullos en la noche, los difuntos; todo es Comala.
Y es que el arraigo a la tierra de nuestros antepasados se debe a que ahí tenemos enterrados a nuestros muertos.
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Pedro Páramo (fragmento)
Como si hubiera retrocedido el tiempo. Volví a ver la estrella junto a la luna. Las nubes
deshaciéndose. Las parvadas de los tordos. Y en seguida la tarde todavía llena de luz.
Las paredes reflejando el sol de la tarde. Mis pasos rebotando contra las piedras.
El arriero que me decía: «¡Busque a doña Eduviges, si todavía vive!».
Luego un cuarto a oscuras. Una mujer roncando a mi lado. Noté que su respiración era
dispareja como si estuviera entre sueños, más bien como si no durmiera y sólo imitara los
ruidos que produce el sueño. La cama era de otate cubierta con costales que olían a
orines, como si nunca los hubieran oreado al sol; y la almohada era una jerga que
envolvía pochote o una lana tan dura o tan sudada que se había endurecido como leño.
Junto a mis rodillas sentía las piernas desnudas de la mujer, y junto a mi cara su
respiración. Me senté en la cama apoyándome en aquel como adobe de la almohada.
-¿No duerme usted? -me preguntó ella.
-No tengo sueño. He dormido todo el día. ¿Dónde está su hermano?
-Se fue por esos rumbos. Ya usted oyó adónde tenía que ir. Quizá no venga esta noche.
-¿De manera que siempre se fue? ¿A pesar de usted?
-Sí. Y tal vez no regrese. Así comenzaron todos. Que voy a ir aquí, que voy a ir más allá.
Hasta que se fueron alejando tanto, que mejor no volvieron. Él siempre ha tratado de irse,
y creo que ahora le ha llegado su turno. Quizá sin yo saberlo, me dejó con usted para que
me cuidara. Vio su oportunidad. Eso del becerro cimarrón fue sólo un pretexto. Ya verá
usted que no vuelve.
Quise decirle: «Voy a salir a buscar un poco de aire, porque siento náuseas»; pero dije:
-No se preocupe. Volvérá.
Cuando me levanté, me dijo:
-He dejado en la cocina algo sobre las brasas. Es muy poco; pero es algo que puede
calmarle el hambre.
Encontré un trozo de cecina y encima de las brasas unas tortillas.
-Son cosas que le pude conseguir -oí que me decía desde allá-. Se las cambié a mi
hermana por dos sábanas limpias que yo tenía guardadas desde el tiempo de mi madre.
Ella ha de haber venido a recogerlas. No se lo quise decir delante de Donis; pero fue ella
la mujer que usted vio y que lo asustó tanto.
Un cielo negro, lleno de estrellas. Y junto a la luna la estrella más grande de todas.
-¿No me oyes? -pregunté en voz baja.
Y su voz me respondió:
-¿Dónde estás?
-Estoy aquí, en tu pueblo. Junto a tu gente. ¿No me ves?
-No, hijo, no te veo.
Su voz parecía abarcarlo todo. Se perdía más allá de la tierra.
-No te veo.
Regresé al mediotecho donde dormía aquella mujer y le dije:
-Me quedaré aquí, en mi mismo rincón. Al fin y al cabo la cama está igual de dura que
el suelo. Si algo se le ofrece, avíseme.
Ella me dijo:
-Donis no volverá. Se lo noté en los ojos. Estaba esperando que alguien viniera para
irse. Ahora tú te encargarás de cuidarme. ¿O qué, no quieres cuidarme? Vente a dormir
aquí conmigo.
Aquí estoy bien.
-Es mejor que te subas a la cama. Allí te comerán las turicatas.
Entonces fui y me acosté con ella.
El calor me hizo despertar al filo de la medianoche. Y el sudor. El cuerpo de aquella
mujer hecho de tierra, envuelto en costras de tierra, se desbarataba como si estuviera
derritiéndose en un charco de lodo. Yo me sentía nadar entre el sudor que chorreaba de
ella y me faltó el aire que se necesita para respirar. Entonces me levanté. La mujer
dormía. De su boca borbotaba un ruido de burbujas muy parecido al del estertor.
Salí a la calle para buscar el aire; pero el calor que me perseguía no se despegaba de
mí.
Y es que no había aire; sólo la noche entorpecida y quieta, acalorada por la canícula de
agosto.
No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi boca, deteniéndolo con las
manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan
delgado que se filtró entre mis dedos para siempre.
Digo para siempre.
Tengo memoria de haber visto algo así como nubes espumosas haciendo remolino
sobre mi cabeza y luego enjuagarme con aquella espuma y perderme en su nublazón. Fue
lo último que vi.
-¿Quieres hacerme creer que te mató el ahogo, Juan Preciado? Yo te encontré en la
plaza, muy lejos de la casa de Donis, y junto a mí también estaba él, diciendo que te
estabas haciendo el muerto. Entre los dos te arrastramos a la sombra del portal, ya bien
tirante, acalambrado como mueren los que mueren muertos de miedo. De no haber
habido aire para respirar esa noche de que hablas, nos hubieran faltado las fuerzas para
llevarte y contimás para enterrarte. Y ya ves, te enterramos.
-Tienes razón,.Doroteo. ¿Dices que te llamas Doroteo?
-Da lo mismo. Aunque mi nombre sea Dorotea. Pero da lo mismo.
-Es cierto, Dorotea. Me mataron los murmullos.
«Allá hallarás mi querencia. El lugar que yo quise. Donde los sueños me enflaquecieron.
Mi pueblo, levantado sobre la llanura. Lleno de árboles y de hojas como una alcancía donde
hemos guardado nuestros recuerdos. Sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad.
El amanecer; la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia
del aire. Allí, donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si
fiera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida... »
-Sí, Dorotea. Me mataron los murmullos. Aunque ya traía retrasado el miedo. Se me
había venido juntando, hasta que ya no pude soportarlo. Y cuando me encontré con los
murmullos se me reventaron las cuerdas.
»Llegué a la plaza, tienes tú razón. Me llevó hasta allí el bullicio de la gente y creí que
de verdad la había. Yo ya no estaba muy en mis cabales; recuerdo que me vine apoyando
en las paredes como si caminara con las manos. Y de las paredes parecían destilar los
murmullos como si se filtraran de entre las grietas y las descarapeladuras. Yo los oía.
Eran voces de gente; pero no voces claras, sino secretas, como si me murmuraran algo al
pasar, o como si zumbaran contra mis oídos. Me aparté de las paredes y seguí por mitad
de la calle; pero las oía igual, igual que si vinieran conmigo, delante o detrás de mí. No
sentía calor, como te dije antes; antes por el contrario, sentía frío. Desde que salí de la
casa de aquella mujer que me prestó su cama y que, como te decía, la vi deshacerse en el
agua de su sudor, desde entonces me entró frío. Y conforme yo andaba, el frío aumentaba
más y más, hasta que se me enchinó el pellejo. Quise retroceder porque pensé que
regresando podría encontrar el calor que acababa de dejar; pero me di cuenta a poco de
andar que el frío salía de mí, de mi propia sangre. Entonces reconocí que estaba
asustado. Oí el alboroto mayor en la plaza y creí que allí entre la gente se me bajaría el
miedo. Por eso es que ustedes me encontraron en la plaza. ¿De modo que siempre volvió
Donis? La mujer estaba segura de que jamás lo volvería a ver.
Juan Rulfo
Canción: La bruja
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Me mataste con Pedro Páramo!!
La perfección hecha libro.
Es muy frecuente en mi hacer referencias a Comala y a Macondo en mis comentarios.
Guau!! Me has dibujado una sonrisa enorme por haber leído Pedro Páramo. :biggrin: Cierto, Comala y Macondo poseen el misticismo y la poesía visual -las imágenes descritas, sin ser del género poético- deslumbrantes del realismo mágico. :)
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Qué magnífica sorpresa!! :thumbup1: Chano, cuando quieras yo te mando El llano en llamas, te lo obsequio con todo gusto. ;)
Nada más te pediría que bannees definitivamente a un forero. :lol:
Aprovecho para pedirte un favor, es de corrección, ya que se me fue con errores el título del post de Pedro Páramo. Debe decir: Celebración del día de los fieles difuntos.
Que por cierto, los difuntos son los únicos hombres fieles. :laugh:
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Gracias, Chanito, no es tan importante... muá!:001_smile:
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Hermosa, nunca se ha dicho nada de mi, bueno sí muchas injurias últimamente pero a eso no me refiero jaja.
Mira: ve al botón de "Editar" y cuando estás en la ventana de edición presionas "Edición avanzada". Ahí puedes modificar el título tú misma.
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HAN MUERTO TODOS
Estoy solo;
en la sombra los descarnados pululan.
Ya no hay vida en la mirada.
El barro conjura llagas.
Todas las veredas llegan
al único camino que existe.
El misterio
sólo en la obscuridad es transparente.
Nadie responde.
El silencio también
es una forma de gritar
y yo me voy gritando;
estoy solo, en la casa de plumas de quetzal
descansan todos.
Juan Gregorio Regino (poeta mazateco)
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No se me había ocurrido antes porque estaba desde el teléfono. Este foro es una enfermedad, te carcome, te roba la vida, te quita la paz. ¿Me leíste? Foro portatil (hasta en el teléfono). Ocupo un loquero o las pastillas de Oiwa jajaja.
Nah, yo feliz, me encanta esta paginucha!!
Ahora para no hacer off topic te dejaré un aporte. No soy de dejar frases pero esta vez haré una excepción. La extraigo de "Así hablaba de Zaratustra" de Nietzsche:
“De todo lo escrito yo amo sólo aquello
que alguien escribe con su sangre.
Escribe tú con sangre:
y te darás cuenta que la sangre es espíritu”
Es una frase impactante, contundente...
Se te nota feliz siempre!! Se le nota a la gente cuando está completa, nada de medias naranjas, ni vasos medio vacíos, ni medias tintas, o cosas así. Se nota cómo rueda y rebota la naranja completita, feliz por la vida. :wink:
Recordé esta frase que parece tan simple, pero tiene mucha sabiduría.
***
¿Quién no recuerda esta tocata y fuga del padre de las fugas, J. S. Bach? Sí, en las películas de vampiros se hizo muy popular, una suerte de tema de Drácula; el más famoso, Bela Lugosi. http://www.elnokiagame.tk/images/smilies/vampiro.gif
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Niña, cuando yo muera,
no llores sobre mi tumba,
cántame un lindo son, Ay, mamá!
cántame la sandunga...
[...]
No me llores, no
no me lloras, no
porque si lloras yo peno,
en cambio si tú me cantas
yo siempre vivo, yo nunca muero!!
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Escuchamos este concierto recientemente con la Orquesta Filarmónica de Puebla (5 de mayo), en el recinto más emblemático de la música y el arte de México: El Palacio de Bellas Artes.
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Concierto para pianoy orquesta No. 9 K 271 - W. A. Mozart
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Hola Estrella, dejo acá algo que había leído hace días y me encantó, ya por ahí lo había posteado no recuerdo dónde pero lo vuelvo a traer. Se llama "Tres minutos":
Sentado en la silla, el monitor en frente, girando la cabeza a un costado y a otro, a su derecha el calendario tributario que le recuerda que hasta el lunes es 2 y que por lo tanto hasta el lunes puede comenzar a trabajar en el cierre de mayo; a su izquierda dos hojas de papel pegadas con cinta adhesiva, en una el cronograma del primer semestre que ya de nada sirve y en la otra los tipos de cambio de los últimos meses.
‒ El año pasado fue diferente – piensa – apenas y se movió y ya este año…
Se interrumpe viendo los montos y los meses de la hoja y su nuevo pensamiento gira en torno al papel con las fechas:
‒ Ya de nada sirve.
Un leve consuelo le llena el alma. Se descubre pensando en cuan eficaz y eficiente fue a la hora de hacer cumplir ese cronograma que… que ya de nada sirve. Pero sí sirve, es el recuerdo de su eficiencia y su eficacia y acaso como trofeo permanece triunfante en la vitrina que no es otra cosa que una pared de vidrio de media altura que forma su cubículo, una pared a la derecha y otra a la izquierda y como barrera frontal su escritorio, lleno de papeles, papeles dispuestos de tal forma que provocan la sensación de estar en desorden, mas no lo están, no están ni siquiera en desacomodo, están en perfecta armonía. Vuelve a girar la cabeza a la derecha.
‒ Este lunes es 2 y el próximo 9. Es su cumpleaños – piensa – y… ya no me duele el cuello, no tanto.
Un estrépito de metal chocando suena en su cabeza, cierra los ojos momentáneamente, casi un parpadeo, y ve latas haciéndose una en un instante y volviendo a separarse en el otro, se lleva las manos a la cabeza, el mismo estrépito resuena, abre los ojos… una lágrima. No quiere parpadear. Otra lágrima. El nudo en la garganta.
‒ Otra vez no ‒ Piensa mientras se repone.
Cosa de segundos fue esa sensación, cosa de segundos que se viene repitiendo desde hace días: estruendos en su cabeza; amalgamas de metal hechas a la fuerza, sin fundir; el cuerpo viajando a gran velocidad, girando, descontrolado. Y el sonido y el metal y el movimiento brusco y las lágrimas y luego como en un pestañeo todo desaparece y sólo quedan unas lágrimas y un efímero dolor de cuello que se percibe hoy menos que ayer y se evidencia en ese girar de cabeza a izquierda y a derecha.
‒ No tanto ‒ Se repite a si mismo ya con las manos nuevamente en el teclado. Las manos prestas y la mente dispuesta a dar respuesta a ese correo electrónico en que le solicitan explicar la razón del impago de dos proveedores.
‒ Buenos días. En el flujo pre-aprobado para las próximas tres semanas no se aprobó el pago a… ‒ El sonido de su teléfono lo interrumpe en su redacción. Se levanta un poco del respaldar de su silla para mirar la pantalla de su teléfono mientras piensa con gran determinación que al igual que las anteriores cuatro llamadas, ésta tampoco la contestará. Ve el número, lo reconoce, contesta. “¿Niño, cómo vas?” escucha a su padre decir del otro lado del teléfono. Intenta decir “bien” pero su voz se quiebra, el chirrido del metal se mete en lo más profundo de su ser y nuevamente brotan lágrimas. Sollozando, su cabeza estremecida en un violento mar de metal retorciéndose, escucha a su padre consolarle y casi sin fuerzas responde a su padre que “sí” ante le pregunta de si quería atender a la madre. La madre comprendiendo su estado de alteración termina diciéndole: “quédese tranquilo, lo material se repone y lo importante es que salió vivo e ileso del accidente, eso es lo más importante. Recuérdelo”.
La llamada termina. Las palabras de sus padres le ayudan a retomar el aliento y antes de disponerse a continuar con la redacción de su correo piensa:
‒ 9 caerá lunes y ese día cumple años mi padre.
"Dónde una vez Poe caminó"
Lo Eterno nutrió a las sombras sobre este terreno,
Soñando con los siglos que han pasado,
Grandes olmos se alzan solemnes en la hierba,
Arqueados sobre el oculto mundo de antaño.
En torno a la escena la luz de la memoria juega,
Y las hojas muertas susurran los días perdidos,
Anhelando las figuras y los sonidos que ya no serán.
Solitario y triste, un espectro se desliza
Por los corredores, donde una vez sus pies caminaron;
Nada común se adivina en él, aunque su canción
Se sumerge en el tiempo con un extraño encanto.
Sólo los pocos que conocen el secreto de la hechicería,
Observan entre estas tumbas la sombra de Poe.
- Howard Phillip Lovecraft.
"Y No se que hacer"
Oculto mi rostro para no mirar
la crueldad de la que fuiste capaz...
Me niego a creer que fuiste tu quien
hizo trizas mi corazon....
No se que hacer...
Me oculto en la oscuriodad
el fuego eterno recorre mi piel,
hay destruccion total.
La oscuridad me consume,
me carcome poco a poco....
No se que hacer...
Sigo huyendo del destino,
huyo del recuerdo, huyo de la luz;
las tinieblas y la soledad
van a mi lado,
a ciegas voy por el sendero de la oscuridad,
no quiero ver, por si te encuentro, no quiero verte,
me hiciste daño...
Ahogo mi llanto,
se me secaron las lágrimas, ya no puedo llorar;
pero ahora me desangro,
eres tu la maldita herida,
muero lentamente...
No se que hacer...
Soy un ser habitante de las tinieblas,
soy oscuridad infinita,
soy la tristeza encarnada...
fui expulsada de la luz...
Soy Muerte y el Infierno me acompaña...
Han pasado eternidades, desde aquel maldito dia,
no logro olvidar la mirada de tus ojos,
no logro olvidar el sonido de tu voz
y peor aún... No me puedo olvidar de ti...
Y no se que hacer ángel negro...
Publicado por Priscila
Chano, un excelente aporte, sobre todo, en el estilo.
Un beso estrellado!! http://illiweb.com/fa/i/smiles/star3.png
:001_rolleyes::tongue_smilie:
Lobis, hace mucho tiempo leí algunos libros de H. P. Lovecraft en donde el terror alcanza su máxima expresión, y de una genialidad increíble; y no sabía que escribiera poesía. Es una agradable sorpresa! :)
Otro beso estrellado!! http://illiweb.com/fa/i/smiles/star3.png
:)
El escrito Tres minutos, leído con calma, me pareció un poco kafkiano, tal vez sea sólo mi impresión. Me gustó!
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***
De "La muerte":
La muerte de los amantes
Poseeremos lechos colmados de aromas
Y, como sepulcros, divanes hondísimos
E insólitas flores sobre las consolas
Que estallaron, nuestras, en cielos más cálidos.
Avivando al límite postreros ardores
Serán dos antorchas ambos corazones
Que, indistintas luces, se reflejarán
En nuestras dos almas, un día gemelas.
Y, en fin, una tarde rosa y azul místico,
Intercambiaremos un solo relámpago
Igual a un sollozo grávido de adioses.
Y más tarde, un Ángel, entreabriendo puertas
Vendrá a reanimar, fiel y jubiloso,
Los turbios espejos y las muertas llamas.
Charles Baudelaire
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***
Si mis manos pudieran deshojar
Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.
Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.
¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!!
Federico García Lorca
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Música del compositor mexicano, Arturo Márquez, con pinturas de los hermosos volcanes de mi querido país, del pintor Dr. Atl; hasta casi el primer minuto empieza esta conga, con un ritmo cadencioso y magistral.
Conga del Fuego nuevo - Orquesta Juvenil Simón Bolívar, de Venezuela, bajo la batuta del director, Gustavo Dudamel
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Hermandad
(Homenaje a Claudio Ptolomeo)
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
Octavio Paz
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Contradanza, para vivir con el ánimo hasta el cielo; muy, muy arriba!! :biggrin:
Vanessa Mae - Contradanza
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