Rodolfo X - Angeles y querubines
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Alguna vez soñe que dibujaba soles en el cielo
y encerraba los oceános en lágrimas inmensas
extremádamente bellas...
inevitablemente frágiles.
Los ángeles y querubines se apoderaban de las aves nocturnas
y con colores robados al arco iris les pintaban las alas
para imponerle vida a la noche infinita...
Con reflejos de luna llena
trazaban, en el cielo, una enigmática sonrisa...
Las estrellas mas lejanas titilaban rítmicamente
mientras una orquesta majestuosa desde el fondo del cosmos
ejecutaba la mas bella melodía...
Una explosión azul, liberaba el perfume de todas la flores
y mágicamente acariciaba con su aroma el universo...
Los cometas saludaban alborozados moviendo su estela sideral
y las nubes formaban copos inmensos en forma de corazón...
¡Qué maravilla..!
Y desde el sitio mas alto de ese universo soñado
una mirada cautivante y bellísima me regalaba su luz...
Eras tú...
Eres tú.
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El ángel ceniciento - Rafael Alberti
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Precipitadas las luces
por los derrumbos del cielo,
en la barca de las nieblas
bajaste tú, Ceniciento.
Para romper cadenas
y enfrentar a la tierra contra el viento.
Iracundo, ciego.
Para romper cadenas
y enfrentar a los mares contra el fuego.
Dando bandazos el mundo,
por la nada rodó, muerto.
No se enteraron los hombres.
Sólo tú y yo, Ceniciento.
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Angeles entre Ruinas - Rafael Alberti
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Pero por fin llegó el día, la hora de las palas y los cubos.
No esperaba la luz que se vinieran abajo los minutos
porque distraía en el mar la nostalgia terrestre de los ahogados.
Nadie esperaba que los cielos amanecieran de esparto
ni que los ángeles ahuyentaran sobre los hombres astros de cardenillo.
Los trajes no esperaban tan pronto la emigración de los cuerpos.
Por un alba navegable huía la aridez de los lechos.
Se habla de la bencina,
de las catástrofes que causan los olvidos inexplicables.
Se murmura en el cielo de la traición de la rosa.
Yo comento con mi alma el contrabando de la pólvora,
a la izquierda del cadáver de un ruiseñor amigo mío.
No os acerquéis.
Nunca pensasteis que vuestra sombra volvería a la sombra
cuando una bala de revólver hiriera mi silencio.
Pero al fin llegó ese segundo,
disfrazado de noche que espera un epitafio.
La cal viva es el fondo que mueve la proyección de los muertos.
Os he dicho que no os acerquéis.
Os he pedido un poco de distancia:
la mínima para comprender un sueño
y un hastío sin rumbo haga estallar las flores y las calderas.
La luna era muy tierna antes de los atropellos
y solía descender a los hornos por las chimeneas de las fábricas.
Ahora fallece impura en un mapa imprevisto de petróleo,
asistida por un ángel que le acelera la agonía.
Hombres de cinc, alquitrán y plomo la olvidan.
Se olvidan hombres de brea y fango
que sus buques y sus trenes,
a vista de pájaro,
son ya en medio del mundo una mancha de aceite,
limitada de cruces por todas partes.
Se han olvidado.
Como yo, como todos.
Y nadie espera ya la llegada del expreso,
la visita oficial de la luz a los mares necesitados,
la resurrección de las voces en los ecos que se calcinan.
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