Atte. Pat Robertson.
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Sí, muy bonito; pero por convicción, no por sumisión. "Gratuita e incondicionalmente" y, luego, si llegara a tener problemas con su pareja, ¿que se quede en la calle? ¿Que se vea obligada a recurrir al auspicio de su familia y amigos? Esta clase de pensamientos idealistas color de rosa son todo menos prácticos. Que yo sepa, a ninguna mujer le han canjeado amor e incondicionalidad por leche y pañales. En el mundo "real", el que existe fuera de los foros y de Facebook, la vida cuesta dinero, y las condiciones sociopolíticas no facilitan las cosas, mucho menos en Latinoamérica, donde no hay un Estado de derecho firme, eficiente y confiable. Las garantías tienden frecuentemente a ser exigidas de forma aislada. Una cosa es el amor y la dedicación invertidas en el cuidado del hogar y crianza de los hijos, cuestiones invariablemente necesarias, y, otra, la organización familiar. Reducir el despacho de estos asuntos a sentimentalismos y discursos pseudopoéticos es cuando mucho inmaduro y desfavorable.
No hace falta esa lucha, porque la ley ya prevé tal remuneración. El feminismo alienta, cuando es el caso, la denuncia de su incumplimiento, y exige la restitución de sus derechos. La mujer debe tener libertad para elegir dedicarse al hogar, sin miedo a que en un futuro, de existir problemas con su pareja, sea despojada de su patrimonio.
Las mujeres tienen todo el derecho a dedicarse por completo a la casa y a sus hijos, pero por convicción y, claro, si su situación económica se los permite. Cosa muy distinta a que algún hombre limite sus áreas de desarrollo con base en su "naturaleza femenina", y bajo coerción las relegue al trabajo doméstico. He conocido casos en los que el marido le prohíbe a su mujer trabajar o estudiar, manteniéndola prácticamente de sirvienta. También debemos considerar que no todas las parejas tienen hijos, se está dando eso por sentado, y no es así. "Mujer" no es sinónimo de "madre",
y su papel en el mundo va más allá de la procreación.
Confundes la reivindicación de derechos con la de igualdad de género. No hay motivo por el cual las mujeres deban disponer de recursos y oportunidades, ya no digamos inferiores, sino distintas. No se trata de que la mujer ocupe el lugar del hombre, sino de darle a ésta el lugar que merece, ese del que tristemente, en muchas sociedades, sigue careciendo, y retribuirle con justicia, con base en su desempeño y no en su condición de mujer. ¿En qué momento las obligaciones del hogar anulan las posibilidades de desarrollarse en otros ámbitos como el profesional y el académico? ¿En qué momento se exentó al hombre de tales obligaciones? La mujer merece reconocimiento por sus logros y contribuciones en todos los campos, no sólo en el doméstico. Es retrógrado e inaceptable pretender limitarlas al hogar.
Se trata de igualar las condiciones del juego, no de igualar a los jugadores; lo segundo es absurdo e imposible. Incluso, existen áreas en donde la mujer indudablemente merece más privilegios que el hombre, por muchos motivos.