La persecución de los fieles siervos de Jehová
no finalizaría con la muerte de Jesús.
El propio Jesús, como sobresaliente profeta de Dios,
le anticipó estos hechos a la infiel Jerusalén, diciendo:
“Les envío profetas y sabios e instructores públicos.
A algunos de ellos ustedes los matarán y fijarán en maderos,
y a algunos los azotarán en sus sinagogas y los perseguirán de ciudad en ciudad;
para que venga sobre ustedes toda la sangre justa vertida sobre la tierra,
desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías,
a quien ustedes asesinaron entre el santuario y el altar”. (Mt 23:34, 35.)