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KIMO
La Ley que se dio a Israel a través de Moisés
incluía entre sus disposiciones la institución
de un sacerdocio y las ofrendas de sacrificios de animales.
Como muestra el apóstol Pablo bajo inspiración,
aunque la Ley provenía de Dios,
por lo que era perfecta, ni la Ley ni el sacerdocio
ni los sacrificios mismos hicieron perfectos
a los que se esforzaban por cumplirla. (Heb 7:11, 19; 10:1.)
En lugar de libertar del pecado y la muerte,
en realidad hizo más patente el pecado.
(Ro 3:20; 7:7-13.)
Pero, todas estas disposiciones divinas
cumplieron con el propósito designado por Dios:
la Ley sirvió de “tutor” para conducir a los hombres al Cristo,
fue una “sombra [perfecta] de las buenas cosas por venir”.
(Gál 3:19-25; Heb 10:1.)