Iniciado por
Nietzscheano
El bien y el mal son meramente juicios de valor, no son conceptos en si. Esto último es lo que a alguna gente le cuesta comprender, que el bien o el mal son mero resultado de las acciones y que el valor en sí de ese resultado puede ser juzgado de muchísimas formas posibles dependiendo del efecto que cause.
Se puede ver desde un esquema de causa-consecuencia donde la causa es una acción y la consecuencia es el resultado. La causa la realiza un sujeto y la consecuencia es valorada ya sea por el mismo sujeto o por un segundo o tercero que va a considerar el resultado de esa acción como algo que le afecta o le beneficia. Bajo este esquema se tiene entonces que el condicionante del resultado de la acción es el sujeto. Ahora bien, si el sujeto es quien decide en última instancia qué valor le da al resultado de su acción vamos a tener que no existen sujetos buenos ni malos sino solamente acciones, ahora sí llamémosle, buenas o malas. Bajo esta premisa entonces no se puede suponer que el ser humano se inclina al bien o al mal porque él no es bueno o malo en sí sino que sólo actúa y valora el resultado de sus acciones desde un "instinto de conservación" (lo que le beneficia).
Aquí es donde entra el problema de la moral que, según mi criterio muy personal, traslada el instinto de conservación individual a un plano comunitario o gregario y lo convierte en una máxima universal sin tomar en cuenta lo relativo que los términos "bien" y "mal" pueden llegar a ser dependiendo, en primera instancia y como mencionaba antes, del individuo y después, de todas las otras variables que ayudan a definir los conceptos como las épocas, las sociedades, las costumbres, la religión, etc.
Ya para terminar, si se supone un cambio en el esquema en donde el bien y el mal son la causa y con base en esa causa voy a realizar mis acciones (consecuencia) entonces se podría afirmar que la voluntad queda supeditada a los conceptos de valor (bien y mal) y no al ser.
En síntesis si los conceptos "bueno" y "malo" fuesen conceptos en sí, éstos anularían la voluntad del ser ya que la facultad de decidir sobre su conducta no obedecería a cuestiones ontológicas sino a patrones exógenos.