Y esto no lo puedes negar.
Juan 6:39
Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado [ EN CARNE ] yo no pierda nada, sino que lo resucite [ EN ESPIRITU ] en el día final.
Ese es el entender de los tdJ.
comentario de Antonio Piñero com relacion a 1 Cor 15
...El concepto de resurrección era relativamente reciente entre los judíos en la época en la que vivía Jesús.... La mayoría pensaba que el cuerpo resucitado seguiría gozando de placeres corporales en el mundo del más allá…, lo que es posible que molestara bastante a algunos de los cristianos de Corinto, los “espirituales” o “fuertes”, que sostenían que la materia era indigna de estar en el cielo.
Esa idea les llevaba a negar que existiera resurrección de los cuerpos. Tal negativa se expresa en las dos preguntas del v. 35:
a) ¿Cómo resucitan los muertos?
b) ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? Esta segunda pregunta hace más concreta la primera.
Pablo responde directamente: a) y b) = v v. 36-49/50-57: la existencia mortal del cuerpo “se transforma”; el cuerpo terreno se convierte en “espiritual”.
Dios moldea el cuerpo según las circunstancias. Cuando el salvado esté en el cielo, su cuerpo será muy diferente del que tenía en la tierra; pero seguirá siendo cuerpo, aunque mutado. Será un cuerpo glorioso. A pesar de esta transformación será el mismo cuerpo. Por tanto, se garantiza la unidad de la persona.
El ejemplo que Pablo pone es fácil de entender y es popular: así como las obras de la naturaleza, bien consideradas nos llevan a pensar la existencia de Dios, del mismo modo el caso específico de las siembra y las mutaciones que sufre la semilla, bien observadas, nos sirven para descubrir el plan divino para la resurrección del cuerpo. La semilla sufre con su muerte aparente al ser sembrada una profunda mutación. El grano de trigo se convierte en hermosa espiga, que aparentemente nada tiene que ver con lo que se sembró. Así ocurre con el cuerpo humano: se siembra (= esta vida) un cuerpo corruptible; se recolecta (= en la otra vida) un cuerpo incorruptible.
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Lo mismo ocurre con el cuerpo del creyente que muere y luego resucita: seguirá teniendo cuerpo, pero adaptado, modificado, transmutado por Dios -sin dejar de ser cuerpo- a las nuevas circunstancias de la vida en otro medio, el celeste.