Hoy vi la soledad en un sepulcro. Ahí estaba yo, de pie, frente a su lápida mortuoria y leyendo una y otra vez la leyenda que se le había cincelado. Nadie más fue a su entierro, con excepción de mí.
No entiendo por qué algunas personas creen que ser “malo” está de moda y, peor aún, se jactan de serlo. Pienso que el mundo está atestado de gente así, digo, no se necesita gran ciencia para hacer cosas “malas”; quizás está en nuestra naturaleza, no lo sé; lo que sí sé, es que ser “bueno” requiere de más esfuerzo e ingenio, y que dichas personas sí dejan una huella en la eternidad. Las personas “buenas” son misteriosas, interesantes y enigmáticas, las que no, son más del montón. Seres ordinarios y triviales.
Así que, ahí estoy de pie, leyendo en su lápida lo siguiente:
“No fuiste una mala persona. Fuiste débil. Fuiste humano.
Que el Todopoderoso te tenga en Su gloria y a Su diestra.
Requiescat in pace.”