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Va bien bueno, verdad? :lol::lol:
Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci', pintor de brocha-gorda...
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!,
**https://www.bing.com/images/search?q...acci&FORM=IGRE
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!, pero mal amigo.
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!, pero mal amigo se murió solo
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!, pero mal amigo se murió solo y nos dejó...
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!, pero mal amigo se murió solo y nos dejó el cero ('0') patatero
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!, pero mal amigo se murió solo y nos dejó el cero ('0') patatero.
Pero un día
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!, pero mal amigo se murió solo y nos dejó el cero ('0') patatero.
Pero un día llegó en botas...
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!, pero mal amigo se murió solo y nos dejó el cero ('0') patatero.
Pero un día llegó en botas un perro ladrón
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Había una vez un villano mirón que siempre estaba queriendo verle los delicados capullos abriéndose para él, incitando al desorden propio de una activísima entidad troleana vigente como siempre --y como nunca-- enseñaron la nariz y tres pelos de esos que no se peinan porque se enredan entre rizos piojosos como los de mi perrita hambrienta de 'perritos calientes' vendidos en Internet por unas rupias que no tenía, pero las deseaba como Juan a doña Inés Tenorio, el mecánico de aviones. Juntos hicieron el plan escalofriante de aporrear cabezones de ajo** cultivados en tierras catalanas. Cuando estaban cocinando siempre platicaban de su abuelita. Recordó cuando le regañaba por malmeter polvos brujos extraños por encima del guisado, que al comerlo: ¡levantaba maltrechas libidos! Y se desnudaban, ¡desnudando (hasta) su desnudo! Sin ropa, hicieron pulcramente: intercambiar fluidos de un color asqueroso que repugnaba a cualquiera que apreciase la policromía de la muela chispear irisados colores amenizaban el convite de pecadoras irredentas, reían sin parar, contándose sus deslices pecaminosos que llevaban delito y desorden, en su sucia y grasienta cocina donde nunca pasas una tarde lluviosa sin té de bergamota 'Earl Grey', orgánico, como siempre, cosecha del 2000 con un bouquet de diseño artdecó, acompañado de panettone y pensamientos infumables (no puros). Y después de la movida tarde llegó la noche tibia y callada trayendo sensaciones desconocidas, como cada invierno cargado de caricias y la locura bajo las sábanas del Dios griego que supo encontrar el tesoro deseado con la piel hirsuta, de gallina coqueta, bien emplumada, tibia y pegajosa hecha en mole exquisitez que produce Puebla de Zaragoza en un tinglado olvidado por ella que nunca olvida lo que recuerda imaginado el pasado perfecto y pluscuamperfecto conjugado en presente, pasado y futuro, multiplicando las divisiones y restando las sumas, potenciando el cálculo de toda ecuación evacuando dudas certeras con cierta desconfianza acertando lo confiado que el sacrosanto lerdo y perezoso el Melursus ursinus, sucediendo a 'Fibonacci'**, pintor de brocha-gorda, soñador conejero, ¡también!, pero mal amigo se murió solo y nos dejó el cero ('0') patatero.
Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de ...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver ladró ...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio ...
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]Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares .....
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo sembrado de ortiga
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo sembrado de ortiga, la que pica...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo sembrado de ortiga, la que pica con gran disimulo
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo sembrado de ortiga, la que pica con gran disimulo en donde menos...
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo sembrado de ortiga, la que pica con gran disimulo en donde menos te lo esperas
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo sembrado de ortiga, la que pica con gran disimulo en donde menos te lo esperas, hasta que el
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo sembrado de ortiga, la que pica con gran disimulo en donde menos te lo esperas, hasta que el grano asoma enrojecido
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Pero un día llegó en botas un perro ladrón de huesos usados, saltando encima de un cadáver, ladró alertando al barrio que dormía plácidamente como recién nacidos de parto múltiple, sin complicaciones de nada, incluso Ictericia preciosa causada por los eclipses lunares típicos del cielo de la ciudad a orillas del Manzanares que discurre junto al cerro de la Silla de oro blanco oscuro y macizo como helado fresco de fresa con cáscaras de nuez verde del campo sembrado de ortiga, la que pica con gran disimulo en donde menos te lo esperas, hasta que el grano asoma enrojecido queriendo gritar un...