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Hace dos años tomé la decisión de no darle un centavo a la gente que pide en las calles. Cuando alguien me pide, ahora prefiero entrar a la pulpería más cercana y comprarles algo para comer. Sin embargo hoy creo que ni eso voy a poder seguir haciendo. Es que todavía no me puedo creer lo que me pasó hoy. Estaba una mujer de apariencia Rumana arrodillada en la calle pidiendo. Me conmovió el espectáculo y le compro ahí mismo un sandwich que por acá no son nada baratos, y se lo coloco empacado a su lado en el suelo, luego me queda viendo y me lo regresa, y dice que sólo acepta dinero. Después por la tarde al cerrar la oficina, paso por donde estaba un chico con apariencia de Europa del Este sentado con su perro pidiendo, y le doy el mismo bendito sandwich y también me lo devuelve pero de mala gana. Que difícil es tratar de ayudar a otros en esta sociedad moderna en que vivimos. Comprendí que no hay pobres hambrientos en el primer mundo. Que ni se les ocurra ofrecer comida a nadie, pues de algún lado ya la sacan fácil. Los mendigos que piden dinero ya de por si reciben suficiente de la seguridad social. No sé para que pedirán sino es para beber o para sus drogas.