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En el concepto de tiempo que tenemos desde niños, siempre está empotrado un reloj o un calendario. Sea el minutero, segundero u horario, es algo inseparable de nuestra noción de tiempo. Algo casi sagrado.
Es imposible imaginarnos el tiempo de otra manera. Toda nuestra existencia está demarcada por el tiempo cronológico: hora de tomar el café, hora para dejar de trabajar, día en rojo-domingo para descansar, el día de nuestro aniversario, el día del primer beso, el día que marca el final de un año, y el día que marca el inicio del otro.
Creo que es en Australia que hay unos aborígenes que no utilizan el concepto tiempo en sus vidas, y su existencia no está pautada por las horas, meses o años. Simplemente dan privilegio a las actividades necesarias para la sobrevivencia, los quehaceres domésticos, y los momentos de esparcimiento. En este contexto, la vida humana toma un significado muy diferente al nuestro. Cada tarea, cada momento de placer, acontece de una forma natural y espontánea, porque no está condicionada por la esclavitud impuesta por el tic-toc de los relojes.
De la manera que vivimos, el final de un año e inicio de otro, siempre evoca a la imaginación. Nos acostumbramos a pensar que todo –o casi todo- será diferente. Que pasarán cosas extraordinarias. Que nuestras vidas cambiarán para mejor. Pensamos de esta forma, porque realmente deseamos que así sea. Sin embargo…sabemos que muy poco o nada cambiará, solo por arrancar la última hoja del calendario.
El colgar en la pared un nuevo almanaque virguito, no tiene porque servirnos como incentivo. Cada día que nos despertamos, comienza un nuevo año, por lo que es cada día tenemos que tener el mismo optimismo.
Pour la galerie, nos gastamos el aguinaldo en fiestas recibiendo el nuevo año de papel. Pero en nuestro interior, sabemos que por llamarse 2013, no será tan diferente del que muere dentro de unas horas.
Pero puede ser muy diferente, solo que tendré que crear yo las condiciones para que eso ocurra. No será por un pase mágico o por milagro. Lo que el nuevo año trae son posibilidades. Es a nosotros que nos toca transformarlas en realizaciones.
Icemos las velas entonces, y preparémonos para navegar una vez más por ese mar desconocido y fascinante, llamado futuro.
¿Que sería del género humano sin la aventura y sin misterio?
Que sea bienvenido el 2013 y que buenos vientos lo traigan.
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