Un explorador invitó a su amigo para que le acompañara a un safari por África. El amigo le dijo que eso era muy peligroso, ya que las fieras son carnívoras y tremendamente agresivas.
El explorador le dijo a su amigo que no existía peligro, ya que en la expedición iría un violinista que ejecuta las más bellas
melodías. Dado que la música amansa a las fieras (asunte este comprobado), no existía riesgo de ser devorados.
El amigo del explorador aceptó la invitación, ya que se trataba de un safari fotográfico. A decir verdad, todo estaba saliendo como había pronosticado su amigo el explorador. Al día siguiente harían la octava expedición en el corazón de la selva. Todos los animales peligrosos se quedaban embelesados una vez que el violinista sacaba sus maravillosas notas a su vetusto violín.
Cuenta un porteador de la expedición que todo iba muy bien. Había diez leonas y cinco leones; quince hienas y un número indeterminado de otros animales carnívoros y peligros. Todos estaban mansos como corderos, escuchando la música del violín.
“¡Ha llegado el sordo!”. Cuenta el porteador que oyó decir a los animales que eran fotografiados apaciblemente. El león que acababa de llegar solamente dejó con vida al porteador, ya que este salió corriendo.
Perdona, Jandulilay. Tus intervenciones siempre me recuerdan este chiste.