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KIMO
En cuanto al bautismo en espíritu santo, Jesús prometió a sus discípulos poco antes de su ascensión: “Serán bautizados en espíritu santo no muchos días después de esto”.
(Hechos 1:5,8.)
Poco después esa promesa se cumplió. Descendió espíritu santo sobre unos 120 discípulos reunidos en un aposento alto en Jerusalén cuando Jesús, desde el cielo, efectuó sus primeros bautismos en espíritu santo.
(Hechos 2:1-4,33.)
¿Qué resultado tuvo esto? Los discípulos llegaron a ser parte del cuerpo espiritual de Cristo. Como explica el apóstol Pablo, “por un solo espíritu todos [fueron] bautizados para formar un solo cuerpo”.
(1*Corintios 12:13.)
A la misma vez, fueron ungidos para ser futuros reyes y sacerdotes en el Reino celestial de Dios.
(Efesios 1:13, 14; 2 Timoteo 2:12; Revelación 20:6.)
El espíritu santo también sirvió como sello inicial y muestra de aquella gloriosa herencia futura, pero eso no fue todo.
(2 Corintios 1:21, 22.)
Unos años antes Jesús había dicho a Nicodemo: “A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios. A menos que uno nazca del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.
(Juan 3:3,5.)
Ahora 120 humanos habían nacido de nuevo. Mediante espíritu santo, habían sido adoptados como hijos espirituales de Dios, hermanos de Cristo.
(Juan 1:11-13; Romanos 8:14,15.)
Todas estas actividades del espíritu santo son, a su manera, más maravillosas que milagros. Además, a diferencia de los milagros que sucedían una sola vez, el espíritu santo no cesó después de la muerte de los apóstoles, sino que ha seguido activo de esta manera hasta nuestros mismos días.