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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 97]
Desgraciadamente, muchos códigos morales, a través de la historia, han sido deficientes y más que deficientes, razón por la cual ha habido levantamientos, revoluciones y sublevaciones. Pero, de todas formas, ha quedado bien claro, en la experiencia humana de siglos, que cuando no se dispone de un acervo moral para poder regular la exitencia interactiva de los individuos en una determinada población, ésta, como cáncer que acomete contra su nodriza o fuente de abastecimiento, tiende a la autodestrucción. Y en este asunto podemos traer a colación la triste y postrera suerte del Imperio Romano de Occidente (una de las muchas potencias políticas que han caído por apolillamiento de la ética y la moral): Él ha llegado a ser el paradigma del desplome moral, de la bestia gubernamental que se devora a sí misma, que suele usarse como referencia cuando se consideran temas de esta índole.
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 98]
Así que la cuestión principal no está en si la moral es o no necesaria, independientemente de que ésta sea más o menos acertada, sino, más bien, en averiguar, si ello es posible, cuál es el código moral ideal u óptimo para el género humano. Y, desde luego, tras una larga trayectoria de ensayos y errores, el hombre, por sí mismo, no parece haber dado con la clave a este respecto. Al presente, sorprendentemente, la situación mundial parece haber girado hacia derroteros cada vez más desafortunados, con una Organización de Naciones Unidas absolutamente incapaz de aglutinar en consenso universal a los diversos y disparatados puntos de vista éticos y morales de corte nacionalista e imperialista que van surgiendo con frecuencia mayor a medida que nos adentramos en el siglo XXI. Todo parece indicar que estamos aproximándonos a la culminación apocalíptica de una carrera de independencia moral que comenzó allá en el jardín de Edén, cuando Adán y Eva optaron por adquirir para sí, y consecuentemente legar a sus hijos, un código acerca de lo bueno y lo malo extremadamente miope y subjetivo, radicalmente alejado de la guía divina.
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 99]
Fuera del jardín edénico, con la espalda completamente dada al Creador, la primera pareja humana se fabricó sus propias mentiras y autoengaños en sentido moral y religioso, y tal vez lo hizo de forma automática, por mediación de subconsciente (pues, por lo visto, existe una función cerebral del inconsciente que se activa para atenuar la amenaza destructiva de la desesperanza, los traumas mentales y cosas afines a éstas que pudieran paralizar fatalmente el intelecto del individuo). Por lo tanto, parece que Eva supuso que Caín había venido al mundo con la ayuda divina, quizás para cumplir el juicio profético mencionado anteriormente: «Enemistad pondré entre tí y la mujer, y entre tu linaje y su linaje; él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar (o sea, el talón del pie)» (Génesis, capítulo 3, versículo 15; Biblia de Jerusalén).
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 100]
Probablemente, bajo la influencia de su madre, Caín creció persuadido de que él era el elegido para pisar la cabeza de la “serpiente” y con ello trer liberación para sí mismo y toda su parentela, es decir, para el entero género humano. Semejante expectativa de futuro debió afectar su ego de manera sobresaliente, por eso, cuando los actos de adoración de Abel su hermano menor fueron más apreciados que los suyos, él entró en un proceso de frustración que culminó en envidia asesina. El relato sagrado dice: «Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador. Pasó algún tiempo, y Caín hizo a Yahveh una oblación de los frutos del suelo. También Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Yahveh miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro» (Génesis, capítulo 4, versículos 2 a 5; Biblia de Jerusalén).
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 101]
Un estudio profundo del contenido histórico del relato deja entrever que la situación de Caín era peligrosa, en buena parte debido a que se habían desarrollado en él sentimientos homicidas a consecuencia de la influencia de una educación errónea y alejada de la guía divina. Por eso, dado que él no le había dado la espalda al Creador voluntariamente, como hicieron sus padres, podría ser objeto de la compasión divina en el sentido de recibir advertencia sobrenatural para evitarle una catástrofe moral. Sin embargo, a pesar de que fue aconsejado de una manera impactante y fuera de lo común, los sentimientos egocéntricos se habían apoderado de su persona a tal grado que la advertencia no le fue de provecho alguno: «Yahveh dijo a Caín: “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar”» (Génesis, capítulo 4, versículos 7 y 8; Biblia de Jerusalén).
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 102]
¿Es posible que algunos sentimientos tengan tanta fuerza que incluso puedan contrarrestar una advertencia impactante, proveniente de una fuente poco común o sobrenatural, como la que recibió Caín? En su obra “Inteligencia emocional”, Daniel Goleman habla del “secuestro emocional”, también denominado “secuestro amigdalar”, para referirse a un estado psicofísico controlado por la amígdala encefálica. El secuestro emocional se genera en esta amígdala, que es una de las estructuras más importantes del sistema límbico del cerebro, en el que se procesan las emociones. Se ha podido apreciar clínicamente que cuando se produce una desconexión entre la amígdala y el resto del cerebro el paciente es incapaz de conferir un significado emocional a las situaciones de la vida, como, por ejemplo, al verse amenazado por un simulacro de peligro grave y no sentir miedo alguno ni otro tipo de emoción. Así, pues, la amígdala constituye una especie de depósito de la memoria emocional, que juega un rol fundamental de cara a la supervivencia.
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 103]
Entonces, cabe preguntarse: si la amígdala de Caín funcionaba correctamente, pues no hay indicios de que en aquel tiempo en particular existieran patologías neurológicas graves similares a las de hoy, ¿cómo pudo dejarse arrastrar por la ira con tanta facilidad? La respuesta parece estar en el hecho de que la amígdala también cumple el rol de centinela de nuestro cerebro, y una de sus funciones consiste en escudriñar las percepciones (reales o ficticias, pues no distingue entre ellas) en busca de alguna amenaza. Si la búsqueda es positiva, la amígdala reacciona inmediatamente activando todos los recursos del organismo y enviando mensajes de emergencia al resto del cerebro. Estos mensajes, a su vez, disparan la secreción de hormonas que preparan al individuo para batallar enconadamente con objeto de eliminar las amenazas. Se tensan los músculos, se agudizan los sentidos y se entra en alerta total. También se activa el sistema de la memoria, para intentar recuperar cualquier información que pueda ser útil para salir de esa situación de riesgo. Por lo tanto, ante un peligro bien asumido, la amígdala toma el mando por completo y dirige la totalidad de nuestra mente, incluso la racional, con la única finalidad de eliminar la amenaza.
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 103]
A la luz de estos datos neurocientíficos, todo parece indicar que Caín poseía fuertes sentimientos educacionales asentados sobre la idea materna de que él era el personaje más importante del drama profético del aplastamiento de la serpiente, es decir, el hipotético libertador de la condición baja en la que había caído la humanidad. En consecuencia, debió sufrir una monumental frustración cuando la oblación u ofrenda de Abel fue preferida antes que la suya. Tal vez se sintió terriblemente amenazado por el reciente protagonismo candoroso de su hermano, y, en su inflamado egoísmo, no pensó para nada en que Abel lo merecía. Por ende, la advertencia divina acerca de su mala condición emocional, y del grave peligro moral que corría si se dilataba en corregir su desenfocado punto de vista, fue un acto de benevolencia divina que, desgraciadamente, no supo aprovechar. Finalmente, perdió por completo el control racional de su mente tras haber sido secuestrado emocionalmente por la ira y, acto seguido, llegó al punto de eliminar la amenaza que representaba su hermano al perpetrar el asesinato de éste.
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 104]
Ahora podemos comprender mejor la situación de la humanidad caída, a causa de la rebelión de la primera pareja humana. Se produjo, pues, una desconexión o rompimiento de la influencia educadora divina sobre el género humano y éste quedó expuesto a un desequilibrio permanente entre sus elementos emocionales y racionales (un desequilibrio que tiene tan profundas y sutiles rajaduras educativas, epigenéticas y estructurales que es difícilmente atisbable y absolutamente insuperable desde la mera sabiduría humana). La palabra “religión” (del latín “religare”, que significa “religarse, volver a ligarse o unirse” a la deidad, por saberse huérfano de Dios) apareció curiosamente como concepto desde el mismo momento en que Caín y Abel decidieron elevar al Creador sus ofrendas de aprobación. Por otra parte, puntualmente, a lo largo de la historia, tal como relata el Génesis, el Todopoderoso ha ido buscando maneras y ocasiones propicias para facilitar a las personas que tienen deseos de conectarse o reconciliarse con Él alguna clase de alivio en esa dirección. De ahí que hiciera alianzas, compromisos o pactos con Noé, Abrahán y Jacob. Por ejemplo: «Cayó Abram rostro en tierra, y Dios le habló así: “Por mi parte he aquí mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos”» (Génesis, capítulo 17, versículos 3 y 4; Biblia de Jerusalén); también, anteriormente, Dios dijo a Abrahán: «De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra» (Génesis, capítulo 12, versículos 2 y 3; Biblia de Jerusalén).
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[EL DIOS EMOTIVO, comentario 105]
El concepto de “gestión emocional” (es decir, de buena gestión emocional) se refiere a la habilidad que puede adquirir una persona para llegar a ser dueña de sus emociones y no esclava de las mismas, de tal manera que no actúe bajo el control de sus impulsos sino más bien a través del propio conocimiento y comprensión de sí misma. La gestión emocional no es innata, pues tiene que aprenderse en el transcurso de la vida. Se trata de un aprendizaje que incluye habilidades tan importantes como el comprender, controlar y modificar sentimientos y emociones propias, así como la capacidad de sentir empatía o sintonía con el estado afectivo de otras personas. Una correcta gestión de las emociones aporta calidad de vida, porque ello implica que se es capaz de regular sentimientos negativos, como la ira tras un enfado. Cuánto le hubiera convenido a Caín haber hecho caso de la adventencia divina y haber iniciado así un acertado camino de gestión emocional, en vez de rechazar la guía del Creador (como hicieron sus padres).