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[REPOSO MENTAL, comentario 157].
«La palabra de Yahveh me fue dirigida (se sobreentiende: a Ezequiel el profeta) en estos términos: Hijo de hombre (observación: al profeta se le llama hijo de hombre, no de Dios, a causa del pecado original heredado, una tara involuntaria que impide al ser humano reflejar debidamente la personalidad del Creador, a diferencia de Adán y Eva antes de su caída en desgracia), entona una elegía (una especie de poema amargo y acongojado) sobre el rey de Tiro. Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas (se sobreentiende: no el rey de Tiro sino su equivalente egocentrista sobrehumano, a saber, el ser angélico que algunos comentaristas bíblicos llaman Luzbel o Lucifer), en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación (se sobreentiende: este Luzbel fue creado con un cuerpo celeste o sobrehumano extremadamente hermoso). Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego (se sobreentiende: el Creador había dotado a este ser sobrehumano no sólo de gran belleza, sino también de gran poder). Fuiste perfecto en conducta desde el día de tu creación (se sobreentiende: este querubín, Luzbel, manifestó un primer tramo de su existencia reflejando la personalidad divina y adhiriéndose a la guía divina), hasta el día en que se halló en ti iniquidad (se sobreentiende: dicho querubín aparentemente inició su perversa andadura existencial cuando, posesionándose de una serpiente y usando técnicas de ventriloquía o similar, engañó a la primera mujer en el jardín edénico)» (Libro de Ezequiel, capítulo 28, versículos 11-16; Biblia de Jerusalén).
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[REPOSO MENTAL, comentario 158].
Un examen reflexivo de varios pasajes de la sagrada escritura que mencionan explícita o implícitamente la actividad de la criatura sobrehumana denominada Lucifer muestra que, a partir del momento en que Eva cayó en desgracia por su causa, se empezó a generar un progresivo malestar y recelo en la región celestial o suprauniverso, en el seno mismo de la multimillonaria cantidad de seres angélicos que componen la colectividad sobrehumana. Dicho clima enrarecido debió someter a dura prueba a esas criaturas del suprauniverso, en cuanto a si confiarían en la guía divina o no. La semilla de la desconfianza produjo su mala cosecha también entre dichos seres inteligentes, a juzgar por lo que se narra en el Génesis. La habilidad para presentar la mentira como si fuera una verdad razonable, la cual entrampó exitosamente a la primera mujer, fue probablemente la principal herramienta que usó este Luzbel para hacer caer igualmente a muchos de sus compañeros angélicos. A este respecto, la sagrada escritura declara que algún tiempo después del asesinato de Abel a manos de Caín su hermano y algún tiempo antes del Diluvio, ocurrió lo siguiente.
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[REPOSO MENTAL, comentario 159].
“Y acaeció que, cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra (se sobreentiende: la prole de Adán y Eva), y les nacieron hijas, viendo los hijos de Dios (se sobreentiende: los seres angélicos o sobrehumanos eran esos hijos de Dios y no los hombres, pues los seres humanos estaban ya afectados por el pecado original heredado de sus primeros padres, Adán y Eva, cuya transmisión era tal vez de naturaleza fuertemente epigenética) las hijas de los hombres que eran hermosas (se sobreentiende: de una hermosura muchísimo más acentuada que la de hoy día, dado que, según el relato sagrado, la gente de aquellos tiempos era longeva y vivía cerca de mil años; y esto debía estar relacionado con una salud radiante actualmente desconocida, la cual se traduciría en una ausencia de defectos físicos y consecuentemente en una apariencia estética cautivadora), tomaron mujeres (se sobreentiende: algunos seres angélicos materializaron cuerpos y, a través de los mismos, gozaron de relaciones sexuales con determinadas mujeres, probablemente seduciéndolas), escogiendo entre todas (se sobreentiende: esos seres angélicos debieron tener mucho éxito entre la población femenina, pues los tales se permitieron el lujo de seleccionar a las féminas más apetecibles para ellos)” (Génesis, capítulo 6, versículos 1-2; Biblia de Reina-Valera).
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[REPOSO MENTAL, comentario 160].
Este texto sagrado, al ser visto a la luz del Apocalipsis y del pasaje del Génesis que narra la caída en desgracia de Adán y Eva, permite extraer un denominador común aleccionador, a saber: La sutil y engañosa forma de actuar de la criatura Luzbel consiguió sembrar necesidades no naturales tanto en los primeros padres humanos como en una multitud de seres angélicos del suprauniverso, de tal manera que todos ellos quedaron entrampados y esclavizados a un sistema de vida independiente de la guía del Creador. La cita del Apocalipsis, que comentaremos después, es la siguiente: “Y apareció otra señal en el cielo: y he aquí un grande dragón bermejo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas. Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las echó en tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba de parto, a fin de devorar a su hijo cuando hubiese nacido” (Libro del Apocalipsis, capítulo 12, versículos 3-4; Biblia de Reina-Valera).
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[REPOSO MENTAL, comentario 161].
Los exegetas más acreditados de la sagrada escritura convienen en que el “dragón bermejo” (rojo o de color del fuego) del Apocalipsis, que aparece tres veces en este libro y sólo en él en toda la Biblia, representa a un monstruo terrorífico que, cual serpiente, devora a sus víctimas de una manera sigilosa y silenciosa, tal como lo hace el Diablo. Se trata, pues, del Luzbel antedicho, cuya capacidad de persuasión ha llevado a una tercera parte de las simbólicas “estrellas” de los cielos (criaturas angélicas, como él) al desastre existencial. El número de tales víctimas debió ser de millones (o de miles de millones) de seres angélicos, los cuales, azuzados por las instancias satánicas, permitieron que germinara en ellos una serie de deseos antinaturales que culminaron en un alejamiento definitivo e irreversible de la guía divina. Y todo ello desembocó, por lo visto, en una mixtura humano demoníaca con impregnaciones sexuales, poco antes del Diluvio, la cual generó una sociedad prediluviana extremadamente pervertida y viciosa, que amenazaba con arruinar de la peor manera imaginable todo vestigio de sana conducta que pudiera hallarse. De ahí que el Creador se viera en la necesidad de traer un Diluvio y preservar a Noé y su familia, quienes vivieron al filo de la amenaza de ser engullidos.
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[REPOSO MENTAL, comentario 162].
Si, como sostienen algunos investigadores, la mayor parte de la mitología griega se basa en hechos reales que con el tiempo sufrieron la erosión de la fantasía popular, cabe preguntarse si tales hechos tuvieron que ver de alguna manera con la situación prediluviana narrada en el Génesis. Pues dicha mitología presenta un colectivo de dioses de moralidad más baja que la de los propios humanos, dioses que incluso empleaban animales como señuelo para seducir a algunas mujeres hermosas (verbigracia: Leda y el cisne); y todo esto cuadraría bastante bien con la identidad de los seres angélicos que, según el Génesis, cohabitaron con las atractivas hijas de los hombres. A grandes rasgos considerado, ello detraería probablemente de que hoy se vislumbrara pormenorizadamente la verdadera dimensión de las prácticas pervetidas que sin duda debieron sucederse en aquel ambiente malsano (bestialismo, incesto, lascivia indescriptible, refinamientos extremadamente morbosos, etc.). O sea, la vida en la biosfera pudo haber entrado en una fase amoral terminal, por lo menos en lo que respecta al tejido social antrópico y a los animales cercanos o incorporados a él. Así que, desde este prisma, no tiene nada de extraño que el Diluvio fuera una medida terapéutica divina muy oportuna, que pusiera el punto final a la vorágine creciente de un mundo pervertido.
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[REPOSO MENTAL, comentario 163].
Un examen profundo de las sagradas escrituras revela que el Creador siempre ha optado por permitir que una operación de error individual o colectiva, llevada a cabo por algunas de sus criaturas inteligentes, siga su curso creciente o decreciente hasta desembocar en un estadio final resolutivo, para mal transitorio o para bien. Esta actuación divina tiene su base en las mismas premisas creativas que impulsaron al Todopoderoso a traer a la existencia seres inteligentes dotados de libre albedrío; y también en el alcance perspicaz del Altísimo, que prevé que el desarrollo de ciertos acontecimientos alejados de su sabia guía serán el mejor testimonio experiencial que permitirá a sus criaturas inteligentes comprender las gravísimas consecuencias que se derivan de hacer caso omiso de la norma divina o de, peor aún, resistirla deliberadamente. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, una y otra vez, se documentan ejemplos de la historia sagrada en este sentido. La rebelión edénica fue el primero de ellos, y sus desenvolvimientos posteriores mostraron con claridad los resultados lamentables (enfermedad, vejez, muerte; primer crimen, deterioso social prediluviano, etc.) que tuvieron que cosecharse sin remedio. Tras el Diluvio, la rebelión nemródica y la terca obstinación faraónica, a pesar de diez plagas de virulencia creciente, estuvieron entre esos testimonios documentales; y así sucesivamente. Además, ciertos pasajes sagrados dejan entrever que hay en curso un proceso judicial a nivel universal, que aparentemente comenzó cuando se produjo la rebelión edénica y el cual continúa hasta el momento presente; es un proceso abierto, cuya sede principal se encuentra en el suprauniverso.
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[REPOSO MENTAL, comentario 164].
No es que Dios mismo tenga que demostrarse nada, pues la sagrada escritura dice que su sabiduría no conoce límites. Sin embargo, al hacerse Creador de seres inteligentes hechos a su imagen (como señala el Génesis), adquirió un compromiso con sus criaturas inteligentes, las cuales sí necesitan aprender por las buenas o por las malas cuáles son las terribles consecuencias de eludir el consejo divino. Parece que Dios no deja el asunto a modo de ensayo y error, de tal manera que sus criaturas inteligentes tengan que pagar un alto precio por carecer de guía apropiada. Más bien, en determinados aspectos arriesgados, Dios expone cuál es la norma adecuada a seguir mediante heraldos, maestros y profetas, y espera que la sensatez natural de los seres inteligentes los induzca a obedecer unas instancias provenientes de la más alta sabiduría. La obediencia a la guía divina es, en tal caso, una salvaguarda; aunque se espera que con el transcurso del tiempo y con el acúmulo de experiencia teórica y práctica, los seres inteligentes que logren sobrevivir gracias a su obediencia se percaten en todo detalle de las razones profundas y convincentes que subyacen a toda norma divina. Es parecido a un niño, cuya obediencia a los padres le procura seguridad; pero ya de adulto, comprende bien las razones incuestionables que refrendaban una tal obediencia.
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[REPOSO MENTAL, comentario 165].
Si, como se infiere de algunas porciones de la sagrada escritura, estamos viviendo actualmente una etapa judicial suprauniversal que viene de antiguo y que permite la posibilidad de posicionarse (a nivel individual y colectivo) a favor o en contra de la causa divina, es patente que la toma de decisiones que un ser humano o un grupo humano efectúe con respecto a su derrotero existencial lo acercará o lo alejará de la guía divina y, consecuentemente, de la eventual protección divina. Pues bien, dado que en toda la extensión de la realidad (universo material y suprauniverso) no parece haber un terreno de nadie, el derrotero existencial que cada cual opte por seguir lo colocará en un ámbito u otro. Esto explicaría porqué al presente todavía persiste la influencia demoníaca, a saber: estamos viviendo tiempos de posicionamiento. La libertad decisoria de cada criatura inteligente, y en especial la de los humanos, debe culminar en un punto candente de la historia venidera, según la profecía: “Y vi salir de la boca del dragón (se sobreentiende: una propagando subliminal de índole satánica), y de la boca de la bestia (se sobreentiende: de gobiernos humanos que se comportan como bestias depredadoras), y de la boca del falso profeta (se sobreentiende: agencias religioso-políticas que profetizan o vaticinan paz y seguridad para el mundo antrópico, cuando la realidad es bien distinta), tres espíritus inmundos a manera de ranas (se sobreentiende: tres influencias morbosas de persistente croar a modo de telón de fondo que sirven para alejar de la guía divina a la humanidad). Porque son espíritus de demonios (se sobreentiende: influencias morbosas demoníacas que usan a humanos poseídos, como Hitler y otros), que hacen milagros (se sobreentiende: consiguen proezas increíbles, a pesar de tener una mente enfermiza o psicopática que teóricamente los incapacitaría), para ir a los reyes de toda la tierra y de todo el mundo (se sobreentiende: el objetivo es controlar malsanamente a todo el mundo, bien de manera tiránica o de forma persuasiva), para congregarlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso (se sobreentiende: el estado final es una confrontación inevitable contra el Todopoderoso, al acometer no sólo contra la obra creativa del Altísimo en este planeta sino también contra todo aquello que de alguna manera favorezca la guía divina). Y los congregó en el lugar que en hebreo se llama Armagedón (se sobreentiende: un enclave simbólico caracterizado por dar pie a una confrontación de carácter decisivo)” (Apocalipsis, capítulo 16, versículos 13, 14 y 16; Biblia de Reina-Valera).
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[REPOSO MENTAL, comentario 166].
Como en todos los fenómenos emergentes de carácter biológico, no existe una delimitación absolutamente precisa entre la libertad de elección individual y la colectiva. Muchas decisiones individuales comportan una componente de presión colectiva borrosa y fuerte, y numerosas decisiones colectivas pueden estar bastante determinadas por la influencia de líderes carismáticos y totalitarios o por sugestiones propagandísticas hábiles y eficaces. Este medio heterogéneo y fluctuante es bien aprovechado por las fuerzas inteligentes malignas sobrehumanas, las cuales se infiltran por los numerosos recovecos ambiguos del sistema social humano para lanzar sus sutiles y corrosivas influencias devastadoras contra la guía divina. Es por esta razón por la que, aparentemente, la sagrada escritura expresa: “Aborrezco la doblez (se sobreentiende: aborrecer la falta de resolución de cara a posicionarse a favor de la guía divina) y amo tu ley (se sobreentiende: amar o apegarse a la guía divina)” (Libro de los salmos, capítulo 119, versículo 113; Biblia de Jerusalén).