Los primeros cristianos también le oraban al Señor Jesucristo.
Pese a que el patrón de oración es a Dios el Padre por el Hijo (Mt 6:9; Jn 16:23; Ef 5:20), hay otras muestras de que la oración enviada de modo directo a Jesús también es adecuada. El que el propio Jesús fue quien nombró a todos los demás apóstoles indica que la oración de Hechos 1:24 se dirige a él: “Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido”. Esteban, al morir, ora: “Señor Jesús, recibe mi espíritu. » (Hechos 7:59). La conversación entre Ananías y el Señor en Hechos 9:10-16 es con Jesús, ya que en el versículo 17 Ananías le dice a Saulo: “el Señor Jesús…me ha enviado para que recibas la vista” La oración «¡Ven, Señor Jesús!» (1 Co 16:22) es dirigida a Jesús, de igual modo que la oración de Apocalipsis 22:20: «¡Ven, Señor Jesús!» Y Pablo ora al Señor Jesús en 2 Cor 12:8.
Aún más, el que Jesús sea “un sumo sacerdote fiel y misericordioso” (He 2:17) que puede “compadecerse de nuestras debilidades” (He 4:15) es un estímulo para acercarse con determinación al “trono de la gracia” en oración “para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos” (He 4:16). Estos pasajes alientan a acercarse directamente a Jesús en oración.
Por lo tanto hay suficiente respaldo bíblico que alienta no sólo a orar a Dios Padre (lo que es el patrón primario, y el modelo que Jesús enseñó en el Padre Nuestro), sino también orar directamente al Señor Jesucristo. Ambas oraciones son adecuadas, y se le puede orar al Padre como al Hijo.