La realeza y sus reglas de etiqueta
Ser un miembro de la realeza puede parecer afortunado para muchos, sin embargo, los integrantes de las familias Reales y quienes se codean con ellos, tienen una lista interminable de reglas a seguir. Los códigos de vestir son algunos de los más estrictos. Entérate de las más curiosas reglas de etiqueta monárquicas.
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Catalina de Cambridge y Camilla, duquesa de Cornualles
A lo largo de toda Europa, los miembros de la realeza tienen similitudes en sus reglas de vestimenta, pero la Familia Real Británica es la más conservadora. Ésta establece que, tanto sus miembros como invitados, deben seguir al pie de la letra ciertos "mandamientos" de moda que varían de acuerdo a la ocasión.
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La Reina Elizabeth II en un evento real
Para evitar tragos amargos, la Casa Real siempre especifica los códigos de etiqueta dispuestos en las invitaciones emitidas para los diversos eventos. Sigue leyendo para conocerlos.
Vestimenta para eventos oficiales de día
Para los caballeros: Traje de día gris o negro, con chaleco gris o amarillo y pantalón gris a rayas.
Para las damas: Vestido formal de día o traje sastre de falda, con sombrero, guantes, tacones y bolso de mano.
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Las Princesas Beatriz y Eugenia durante un servicio de Acción de Gracias
Vestimenta para eventos oficiales de gala
Las mujeres deben presentarse con vestido largo de noche y evitar el color negro, que se considera inapropiado y se reserva para ocasiones de luto. Los guantes largos son un must, lo mismo que la joyería más distinguida que se tenga, incluyendo tiaras.
A los hombres se espera verles ataviados con esplendorosos trajes frac. Incluyendo saco de cola, con corbatín y chaleco blancos.
El protocolo dicta no llevar atuendos que roben la atención del anfitrión o persona homenajeada, sin embargo, el color que la reina llevará, nunca se revela con anticipación, por lo que queda a la suerte no elegir un vestido ¡del mismo tono!
Piernas recatadas
La inclinación de Catalina de Cambridge por las medias opacas, ha resultado todo un acontecimiento en la moda y muchos atribuyen a ella el regreso de este accesorio a los aparadores. Sin embargo, más que por las tendencias, Catalina se rige por los estatutos del Palacio de Buckingham, que así lo establecen para los miembros femeninos de la realeza.
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Catalina de Cambridge en un evento al aire libre
Los zapatos de punta cerrada con un tacón de 2 a 3 pulgadas, son otro requerimiento para las mujeres, mientras que el largo de la falda debe ser a la rodilla o ligeramente más arriba de ésta.
Eventos especiales
Prestigiadas regatas y carreras de caballos, forman parte de la agenda de la realeza. En las primeras, se aconseja a las damas evitar sombreros demasiado ostentosos que pudieran bloquear la visibilidad de los demás espectadores.
Mientras que en los eventos de hipódromo, sombreros enteros y no tocados, es el código requerido para las damas dentro del recinto real.
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Las cenicientas modernas 1
Son hermosas, modernas, elegantes y muy inteligentes. Una ya estuvo casada y otra fue madre soltera. Sólo una tiene sangre aristócrata, mientras otra es argentina. Los futuros reyes europeos ya no se casan con princesas reales o jovencitas sin pasado ni profesión: la nueva moda es convertir en reinas a chicas cuyos orígenes, pasado o profesión pueden chocar con los tradicionales requerimientos de la Realeza.
Lejos quedaron los tiempos en que las princesas europeas eran enviadas por sus padres a otras naciones para, a la vez, casarse con un príncipe y garantizar las buenas relaciones diplomáticas, políticas y económicas de los países involucrados. Kate Middleton, la prometida de Guillermo de Inglaterra, y Charlenne Wittstock, novia de Alberto II de Mónaco, pasarán este año a formar parte de la nueva generación de princesas plebeyas. En este grupo hay que incluir a una palestina -Rania de Jordania-, una africana -Salma de Marruecos-, una ex diplomática -Masako de Japón-, y hasta a un hombre, el dueño de un gimnasio casado el año pasado con la futura reina de Suecia.
La sonrisa de Bélgica
En diciembre de 1999, la dulce Mathilde d’Udekem d’Acoz se casó con Felipe de Bélgica. Su llegada a la Corte de Bruselas representó una bocanada de aire fresco justo cuando la atmósfera familiar se había vuelto irrespirable: cortesanos, políticos, opinión pública y familiares intrigaban para desbancar a Felipe (cuarentón, poco popular, soltero, poco interesado y melancólico) y poner a su hermana Astrid (inteligente, simpática y trabajadora) como heredera del trono.
Logopeda de profesión, Mathilde realizó estudios de psicología y domina cuatro idiomas. Su aparición fue calificada como un verdadero “regalo del cielo” por la prensa. Con sus ojos risueños y una belleza simple y juvenil, llegó a conquistar los corazones de los belgas y llenar de frescura a una Familia Real gris y apagada. Quienes la conocen la alaban por su rectitud y cordialidad y no faltan quienes dicen que Mathilde -“la Sonrisa de Bélgica”- reúne las mejores virtudes de todas las reinas que tuvo Bélgica.
La princesa triste de Oriente
Quien hace años que no sonríe es Masako Owada, esposa del heredero del trono japonés, Naruhito. Porque cuando se casó en 1993, la juventud japonesa creyó que una fresca ráfaga de aire inundaría el Palacio Imperial, pero aquella joven culta, dinámica y graduada en Harvard en relaciones internacionales, pasó a ser la kotaishihi (“princesa”) triste e invisible. Hoy atraviesa una profunda depresión, provocada por la presión de la Corte y por no haber podido tener hijos varones.
Masako nunca fue la candidata ideal de la Corte para casarse con el futuro emperador, a quien le dieron una lista de 100 candidatas “perfectas” para olvidar a Masako. Los funcionarios no la creían digna, por ser plebeya y demasiado liberal y moderna. Ni bien traspasó los fosos y muros de palacio, la transformaron a su antojo. Masako perdió su libertad y su naturalidad espontánea. Restringida por un protocolo feroz, Masako languidece, sometida a normas asfixiantes y con funciones oficiales inexistentes. Está obligada a caminar silenciosa y con la cabeza inclinada, tres pasos detrás de su marido. No puede vestirse ni bañarse sola, ver TV, usar anteojos, o mirar a un hombre a los ojos. Rara vez puede ver a sus padres, y casi nunca puede salir de palacio.
El diamante de la Corona
Cuando el príncipe (actual rey) Abdallah de Jordania presentó a su novia, Rania Al-Yassin, a su familia, la anciana reina madre Zein le dijo: “Rania, tu serás el diamante de nuestra corona”. Corría el año 1992 y la reina Zein era ya toda una experta en la ciencia de catalogar a las mujeres que se incorporaban a su familia. Hacía y deshacía reputaciones a su antojo, como cuando rechazó a la madre británica de Abdallah (Tony Gardner), en 1961: en esa ocasión, Zein miró de arriba a abajo la chica, balbuceó algunas palabras en árabe y nunca más le dirigió la palabra.
Zein prefería que su nieto eligiera a una beduina de pura sangre como él, no una palestina, pero ante el riesgo de que regresara con una mujer menos apropiada, Rania no estuvo tan mal. A día de hoy, aquella chica conservadora, tímida y musulmana es considerada una de las mujeres más elegantes del mundo -rivalizando directamente con las “divas” de la sociedad occidental y con las princesas de Europa- y tal vez la mujer más influyente del Oriente Medio.
¡Bomba en la realeza europea!
Tal fue el titular de los diarios en Noruega cuando se supo que Mette-Marit Tjessem era la novia del futuro rey, el príncipe Haakon. La impresentable joven era madre de un niño, fruto de su relación con un traficante de drogas. Había vivido alocadamente su juventud, y trabajaba como camarera. Los novios se fueron a vivir juntos, el príncipe no se mostró dispuesto a renunciar al amor y el asunto se volvió escándalo nacional.
Un político dijo que la baja condición de la novia era un insulto a la monarquía. La iglesia puso el grito en el cielo y la princesa Ranghild, -tía de Haakon- confesó su deseo de morir antes de ver a Mette-Marit como reina. El noviazgo sólo fue celebrado por el partido republicano y un ministro se quejó: “La monarquía se está cavando su propia fosa”.
Mette-Marit tardó mucho en conquistar el cariño de la opinión pública, y aun hoy continúa trabajando duro para ganar las simpatías de la nación. La prensa más crítica no simpatiza demasiado con ella, a la que tachan de terca, voluntariosa y caprichosa. Pero no son pocos los que reconocen que cumple su papel con energía, dispuesta a dejar atrás los años vergonzosos y ser alguien valioso para Noruega.
Las Cenicientas modernas 2
Una argentina en el trono de Holanda
Máxima Zorreguieta, esposa de Guillermo-Alejandro de Holanda, es la primera mujer sudamericana en llegar a la realeza europea. Dueña de un gran sentido del humor, disciplinada, y muy inteligente, su personalidad y su carácter pusieron a los holandeses a sus pies. Sin embargo, su llegada a la Corte de los Orange no fue un camino sin piedras.
La prensa descubrió, a la vez, el romance y el oscuro pasado político del padre de ella, lo que desató un escándalo de graves proporciones. El gobierno tardó en dar el consentimiento requerido, hasta que un informe pedido por el primer ministro concluyó que, si bien Jorge Zorreguieta formó parte del Gobierno de Videla, no participó en la toma de decisiones para la desaparición y muerte de miles de argentinos. Para entonces Guillermo ya había asegurado: “Yo opté por Máxima de forma incondicional, con todos los riesgos de la decisión”. Ahora, la princesa es uno de los miembros más populares de la familia real holandesa.
Ninguna reina en 1.200 años
En Marruecos, en 2001, el modernista Rey Mohammed VI sentó el precedente único en la historia de su país al anunciar su matrimonio junto al nombre y una fotografía de su prometida. Salma Bennani, la novia, se convirtió en la primera “esposa de rey” conocida. Y Mohammed VI, en el primer rey monógamo: tiempo atrás había desmantelado en Harén Real, donde por siglos vivieron ocultas las esposas, madres, hermanas, hijas y concubinas de los sultanes.
Salma, experta en Matemática e Informática, impresionó al entonces príncipe heredero por su firmeza, su inteligencia, su preparación, sus cabellos rojos, ojos claros y piel blanquísima. La tradicional boda la convirtió en Princesa, un honor inaudito en el reino alauí, donde las esposas de los monarcas sólo recibían el título de “Madre de los Príncipes” si habían conseguido dar hijos al rey.
Los marroquíes reconocen en la hermosa pelirroja al rostro amable y fresco de la dinastía alauita. Salma cumple funciones protocolares y preside numerosas instituciones sociales y benéficas. Habla poco pero manda mucho, y nadie duda que las más modernas medidas tomadas por el rey surgen gracias a la influencia de Salma, dueña de un gran papel histórico en una monarquía con doce siglos de vida y ni una sola reina.
Elegancia y sofisticación australianas
Más difícil lo tuvo la abogada australiana Mary Donaldson para llegar al trono de Dinamarca. Atractivo y deportista, el príncipe Federico siempre estuvo rodeado de chicas y admiradoras, y en el centro de interés de la prensa danesa. Una y otra vez los daneses se enteraron, con estupor, que sus novias eran plebeyas y que no tenían la aprobación de la reina Margarita II. Dos años estuvo enamorado de una modelo de lencería, y la ruptura supuso un gran período de depresión para el príncipe, que sintió deseos de suicidarse.
Los más de tres años de noviazgo, desde aquellos primeros paseos por las playas australianas hasta el palacio, fueron un camino largo y duro. Mientras la reina ejercía resistencia, Mary se instaló en Copenhague, y se dedicó en cuerpo y alma a aprender a hablar y escribir danés, y recibir clases de historia, cultura y protocolo. Se investigó su vida sin hallar ningún secreto inconfesable, lo que dejó a la reina sin excusas para frenar el romance. Se dio cuenta de que su hijo jamás sería feliz si no se casaba con su amada australiana, y dio permiso para el casamiento. Ahora la altiva Mary, madre de 4 hijos, se luce como una de las mujeres más sofisticadas y elegantes de la realeza europea.
La reina de la televisión
Una semana después de la boda de Federico y Mary, en 2004, tuvo lugar en Madrid la del Príncipe Felipe, heredero del trono español, con Letizia Ortiz, periodista de TVE a quien la prensa definió como una mujer “concienzuda, coherente, consciente, madura y seria”. Nacida en Oviedo (Asturias) estudió periodismo y trabajó en CNN Plus y en el diario ABC, entre otros medios. Su vida -de clase media, sin demasiados recursos económicos- transcurrió como la de cualquier joven española universitaria.
Sus humildes orígenes -abuelo taxista y madre enfermera-, no sentaron bien en los sectores conservadores de España, ni a los reyes, Juan Carlos y Sofía, pero el príncipe estuvo decidido como nunca a convertir a Letizia en su esposa: “Esto es lo que hay”, les dijo. “O esto, o lo dejo todo”.
Letizia debió seguir un curso de usos y costumbres para ajustarse a la estrictísima etiqueta de la corte española y hacer frente a numerosos cuestionamientos de parte de la prensa, el Congreso o la Iglesia. Ahora, la ex estrella de la información española suele ser el foco más buscado de los fotógrafos, y el blanco del periodismo -fanáticos y detractores- que la convirtieron en una de las mujeres más fotografiadas, admiradas y criticadas en suelo español.
El futuro príncipe consorte
Curiosamente, el último plebeyo en lanzarse a integrarse, por matrimonio, a una Familia Real fue un hombre: Daniel Westling se casó con Victoria de Suecia, la única mujer heredera a un trono. Daniel nació en Ockelbo, no lejos de la capital sueca, en el seno de una familia sencilla. Después de finalizar la secundaria hizo estudios especializados en el área deportiva. Fue entrenador personal y el principal propietario de una exclusiva cadena de gimnasios repartidos por Estocolmo, “Balance Training”, a la que acude lo más selecto del mundo empresarial sueco, y donde conoció a la princesa Victoria en 2001.
El muchacho fue muy criticado por su vestimenta informal, pero con el tiempo Westling cambió las gorras y pantalones vaqueros por el traje y la corbata, adquiriendo un estilo menos irreverente. Durante diez años, los reyes no consideraron que la pareja adecuada para la futura reina fuera un chico provinciano, propietario de un gimnasio, con reducidas habilidades sociales y un nivel de cultura general bajo, pero el noviazgo terminó consolidándose. La boda se celebró por todo lo alto en julio de 2010.
Casi un año después, la universitaria Kate Middleton, proveniente de una familia de clase media alta de Inglaterra, y la ex campeona olímpica de natación Charlene Wittstock, serán las próximas en integrarse a las nuevas generaciones de la realeza, donde príncipes y princesas se encargan de que los cuentos de hadas dejen de ser una utopía, para convertirse en una realidad.
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Bodas reales: la revancha de los plebeyos 1
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Hoy, los príncipes y princesas ya no buscan sangre azul para emparentarse. ¿Es acaso esta invasión de plebeyos una venganza histórica o simple y llanamente el triunfo del amor?
Hace un par de meses, algunos diarios europeos mostraban encabezados como "El fin de la sangre azul" refiriéndose a la boda de la princesa Victoria de Suecia, heredera a la corona. Victoria, la última princesa europea, contraía nupcias con? su entrenador personal. Esto, que los puristas seguidores de la aristocracia califican como una bofetada a la monarquía, al resto del mundo nos parece simple y llanamente una historia de amor. Quizá con un poco de desigualdad de circunstancias entre la pareja, pero amor al fin y al cabo. ¿Qué significa esto? ¿La pérdida de una tradición o simplemente la aceptación de la realidad de los nuevos tiempos? Tal vez un poco de ambas posibilidades, lo que si es verdad es que esta historia de cenicientas y cenicientos sigue haciendo soñar al gran público.
Mi trono por un amor: Eduardo VIII de Inglaterra
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Tema llevado incluso a la pantalla cinematográfica, el romance de Eduardo VIII de Inglaterra es de los más románticos de la historia. Eduardo se enamoró de la dos veces divorciada estadounidense Wallis Simpson, asunto que, para 1936, cuando decidió casarse con ella, era un escándalo absoluto. Conmociona a la Corona británica y, al no encontrar una posible solución para permanecer como candidato al trono, renuncia a éste con tal de seguir al lado de su amada. Se exilia de Londres con Wallis y permanecen casados durante 36 años. A pesar de que se rumoró que la plebeya le era infiel al duque de Windsor, la relación de ellos nunca se alteró en lo más mínimo.
Sin trono, pero enamorados
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Los príncipes holandeses han seguido el ejemplo de Eduardo VIII: Johan Friso, segundo hijo de la reina Beatriz, abdicó para poder casarse con Mabel Wisse Smit, de quien se rumoraba que tenía una relación con un criminal llamado Pieter Cristiaan. El príncipe Floris, hermano de Johan, se casó con su novia plebeya sin pedir permiso al Parlamento, y por ello ambos príncipes perdieron su lugar en la sucesión del trono holandés. Ambas parejas ya tienen hijos, pero ninguno de ellos tiene derecho al trono. Sin embargo, a los príncipes parece importarles poco porque están felizmente casa
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