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Entrando en el pretorio encontré a Manlius el cual me relató las palabras de Jesús en Siloé. Nunca había yo leído en las obras de los filósofos algo que se podía comparar a las máximas de Jesús. Uno de los judíos rebeldes que eran tan numerosos en Jerusalén, le preguntó si era lícito pagar tributo a César. Jesús le replicó: «Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de El». Era por la sabiduría de sus dichos que yo concedí tanta libertad al Nazareno. En primer lugar, estaba en mi poder arrestarle y deportarle a Pontus, pero esto sería contrario a la justicia que caracteriza al gobierno romano en todos sus tratos con los hombres. Este hombre no era ni rebelde ni de una sedición. Yo le di mi protección son que él lo supiera. El tenía libertad para hablar, accionar, reunir y dirigirse al pueblo. Para escoger discípulos sin impedimento de algún mandato del pretorio. Si sucediera que la religión de nuestros antepasados fuese usurpada por la religión de Jesús, Roma deberá la primera reverencia. Mientras que yo, un miserable, habré sido el instrumento de lo que los judíos llaman providencia, y nosotros destino.
Esta libertad ilimitada dada a Jesús provocaba a los judíos, no a los pobres sino a los ricos y poderosos. Es verdad que Jesús era severo con los últimos, y esta era una razón política, según mi opinión, por refrenar la libertad del Nazareno. «Escribas y fariseos _les decía_, generación de víboras. Sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera se muestran muy hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos».
Otras veces escarnecía la limosna de los ricos y soberbios, diciéndoles que las blancas de los pobres eran más preciosas delante de los ojos de Dios. Nuevas quejas llegaban a diario al pretorio contra las insolencias de Jesús. Siempre me informaban que algún desafortunio le esperaba. No sería la primera vez que Jerusalén había apedreado a aquellos que se llamaban a sí mismos profetas, y si el pretorio rehusaba hacer justicia, apelarían al César.
No obstante, mi conducta fue aprobada por el senado y recibí promesa de refuerzos después de la guerra de Parthian. Siendo muy débil para suprimir una sedición, adopté un medio que prometía establecer la tranquilidad de la ciudad. Sin someter al pretorio a concesiones humillantes, yo escribí a Jesús solicitando una entrevista con él en el pretorio. El vino. Usted sabe que por mis venas corre sangre mixta de españoles y romanos tan incapaz de temor como lo es la emoción pueril.
Yo caminaba hacia mi Basílica cuando el Nazareno apareció, y mis pies parecían estar clavados con bandas de hierro al pavimento de mármol, y mi cuerpo se estremecía como un reo culpable, a pesar de que él estaba en perfecta calma. El Nazareno tenía la calma de la inocencia. Cuando llegó donde yo estaba, se paró e hizo señal que parecía decir: «Aquí estoy», aunque no habló una palabra. Por algún tiempo contemplé con admiración este tipo de hombre extraordinario. Un tipo de hombre desconocido a los numerosos pintores quienes han dado forma y figura a todos los dioses y héroes. No había nada de oposición en su carácter, sin embargo, me atemoricé y temblé al aproximarle.
«Jesús, _le dije al fin, y mi lengua fallaba_Jesús de Nazareth, yo te he concedido por los últimos tres años libertad amplia para hablar y ni aún ahora me arrepiento de haberlo hecho. Tus palabras son de un sabio. Yo no sé si has oído a Sócrates o Plato, pero esto sé que en tus discursos hay una simplicidad magnética que te eleva mucho más allá de esos filósofos. El Emperador está informado de ello, y yo, su humilde representante en esta provincia me alegro de haberte permitido esta libertad que dignamente mereces. No obstante no debo ocultarte que tus discursos han hecho levantar contra ti enemigos fuertes y malignos. No es sorprendente esto, Sócrates tenía sus enemigos y cayó víctima de ellos. Los tuyos están doblemente encendidos contra ti, porque tus discursos han sido tan severos en contra de su conducta. Ellos también están encendido contra mí por la libertad que te he concedido. «Mi petición, pues, no digo mi mandato, es que seas más circunspecto y moderado en tus discursos por no despertar la soberbia de tus enemigos y que ellos hagan levantar contra ti la estúpida gentuza y me obliguen a emplear los instrumentos de la ley.»
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El Nazareno, con calma, replicó: «Príncipe de la tierra, tus palabras proceden de la verdadera sabiduría. Dile al torrente que se detenga en medio de la montaña porque de otra manera desarraigará los árboles del valle; y el torrente te dirá que él obedece a las leyes de la naturaleza y al Creador. Sólo Dios sabe para donde fluyen las aguas del torrente. De cierto te digo: antes que florezca la rosa de Sarón será derramada la sangre del justo.»
«Tu sangre no será derramada» dije yo con profunda emoción. «Por tu sabiduría tú eres de más estima para mí que todos los turbulentos y soberbios fariseos quienes abusan de la libertad que les es dada por los romanos. Ellos conspiran contra César y convierten su libertad en temor, dando a entender a los incultos que César es un tirano y que busca la ruina de ellos. Miserables e insolentes; no saben que el lobo del Tíber a veces se viste de piel de oveja para cumplir sus fines. Yo te protegeré contra ellos. Mi pretorio será tu asilo sagrado de día y de noche».
Jesús movió la cabeza y con sonrisa triste y divina dijo: «Cuando llegue el día no habrá asilos para el Hijo del hombre.» Y apuntando al cielo agregó: «Lo que está escrito en el libro de los profetas tiene que ser cumplido.»
«Joven», dije nuevamente, «me obligas a convertir mi petición en una orden. La seguridad de mi provincia que ha sido confiada a mi cargo así lo requiere. Tú debes observar mis órdenes; conoces las consecuencias. Que tengas felicidad. ¡Adiós!»
«Príncipe de la tierra», replicó Jesús, «las persecuciones no proceden de ti, yo las espero de otros y las enfrentaré en obediencia a mi Padre, quien me ha enseñado el camino. Refrena, pues, tu prudencia mundanal, no está en tu poder arrestar a la víctima al pie del tabernáculo de expiación.» Diciendo esto desapareció como una sombra resplandeciente detrás de las cortinas de la Basílica. Tuve un gran alivio porque me sentía como si tuviera un peso muy grande encima del cual no podía deshacerme en su presencia. Entonces los enemigos de Jesús se dirigieron a Herodes el cual reinaba entonces en Galilea para obrar su venganza en el Nazareno. Si Herodes hubiera consultado a sus propias inclinaciones, él hubiera ordenado inmediatamente la muerte de Jesús; empero, aunque era muy orgulloso de su dignidad real, él temía cometer un acto que pudiera disminuir su influencia con el Senado, o como yo tenía miedo del mismo Jesús. Pero no podía ser que un oficial romano fuese atemorizado por un judío.
Previamente, Herodes me había visitado en el pretorio y levantándose para despedirse después de una conversación insignificante, me preguntó cuál era mi opinión sobre el Nazareno. Yo le dije que Jesús me parecía ser uno de esos grandes filósofos que a veces producen las grandes naciones; que su doctrina en ninguna manera era sacrílega, y que la intención de Roma era dejarle la libertad de hablar, justificada por sus acciones. Herodes se sonrió maliciosamente, y saludándome con un respeto irónico partió.
Se aproximaba la gran fiesta de las judíos, y la intención de ellos era aprovechar el alboroto de la plebe porque ésta siempre se manifestaba en las solemnidades de la pascua. La ciudad rebozaba de una plebe tumultuosa que clamaba por la muerte del Nazareno. Mis amigos me informaron que el tesoro había sido usado para sobornar al pueblo. El peligro estaba aproximándose. Un centurión romano fue insultado. Yo escribí al prefecto de la Siria por cien soldados de infantería y otros tantos de caballería, pero él declinó mi petición. Yo me vi sólo con un puñado de veteranos en medio de una ciudad rebelde, y muy débil para refrenar un desorden; así que no me quedaba otra alternativa que soportarlo. Echaron mano a Jesús, y la sedición que nada temía del Pretorio, creyendo lo que su líder les había dicho: «que yo guiñaba el ojo a esta sedición», continuaron vociferando: «¡Crucifícale, crucifícale!»
Tres poderos partidos se juntaron en combinación contra Jesús: Primeramente los herodianos y saduceos, cuya conducta sediciosa parecía haber procedido de un doble motivo: Ellos aborrecían al Nazareno y temían el yugo romano. Ellos nunca me podían perdonar por haber entrado en la Santa Ciudad con banderas que llevaban la imagen del Emperador romano. Y, a pesar de que en ese instante yo había cometido un error fatal, sin embargo el sacrilegio no les pareció menos en sus ojos. Había otra ofensa también arraigada en sus pechos: Yo les había propuesto a ellos emplear parte del dinero del tesoro para erigir edificios de utilidad pública. Mi proposición fue escarnecida.
Los fariseos eran enemigos declarados de Jesús. A ellos no el importaba el gobierno. Ellos soportaban con amargura las reprensiones severas que durante tres años el Nazareno les había lanzado donde quiera que iba. Siendo muy débiles y cobardes para accionar por sí solos; ellos habían aprovechado el pleito entre los herodianos y los saduceos.
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Además de estos tres partidos yo tenía que contender con la desordenada gentuza que siempre está lista a unirse a la sedición y aprovecharse de la confusión y la alteración del orden. Jesús fue arrastrado delante de Caifás el Sumo Sacerdote, el cual hizo un acto de aparente sumisión. Envió el preso a mí para que yo pronunciara su sentencia y procurara ejecución. Yo le contesté que como Jesús era Galileo, el asunto entraba bajo la jurisdicción de Herodes, y ordené que le mandaran para allá. El astuto tetrarca, con un pretexto de humildad, delegó su derecho al teniente que fue de parte de César, y la suerte del hombre cayó en mis manos. Muy pronto el palacio había adquirido el aspecto de una ciudadela asediada. Cada momento se aumentaba el número de la sublevación. Jerusalén estaba inundada con grandes grupos de gentes de las montañas de Nazareth. Toda Judea parecía estar congregada en la ciudad santa.
Mi esposa, que era de los Gauls quienes pretendían ver el futuro; llorando se echó a mis pies diciendo: «¡Cuidado, cuidado! No tengas que ver con aquel justo, porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él. Anoche le vi en una visión: caminaba sobre las aguas; volaba sobre las alas del viento; él hablaba a la tempestad y los peces de la laguna y todos le obedecían. He aquí el torrente de Hebrón fluía con sangre. Las columnas del templo se rompieron y encima del sol hay un velo de luto. ¡Ay, Pilato!, el mal te espera si no atiendes a las palabras de tu mujer. Huye de la ira del Senado romano. Huye del enojo de César.»
A esa hora ya la escalera de mármol crujía bajo el peso de la multitud. El Nazareno fue devuelto de nuevo a mí. Yo procedí a la Sala de Justicia seguido de una guardia, y en tono severo pregunté al pueblo cuál era su demanda. «La muerte del Nazareno, rey de los judíos.» «La justicia romana, dije yo, no castiga a tales ofensas con la pena de muerte.» Pero la implacable gentuza sólo daba gritos: ¡Crucifícale, crucifícale!» La vociferación enfurecida hacía menear los cimientos del palacio. Sólo había uno que parecía estar en perfecta calma en medio de la vasta multitud: era el Nazareno.
Después de muchos esfuerzos inútiles por protegerle de la furia de sus perseguidores, adopté el medio que me pareció el único por el cual poder salvar su vida. (…)
¿Se encuentra o se ha encontrado alguna vez dicha carta, como afirma el autor de esto, en la Biblioteca Vaticana en Roma? Que se sepa, jamás.
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El negocio de las iglesias cristianas, feligreses donan dinero sin conocer el manejo que le dan los pastores.
Al parecer, las iglesias cristianas se han convertido en un negocio a nivel mundial, pues de acuerdo con algunos fieles que han desistido de asistir a cultos evangélicos, los pastores se aprovechan de sus capacidades de oratoria para envolver a feligreses y creyentes de la palabra que les donan dinero como un “diezmo” para el señor.
Sin embargo, con el paso del tiempo se han generado cientos de polémicas debido pues se desconoce a donde van a parar estos dineros que entregan los creyentes a las iglesias cristianas o el manejo que le dan los pastores.
Además, muchos se inquietan por el hecho de que las iglesias cristianas o evangélicas no tienen que rendirle cuentas al gobierno sobre el dinero que reciben, pues se escudan en que están constituidas sin ánimo de lucro.
En Colombia, existe un caso puntual sobre el reconocido pastor Miguel Fernando Arrazola, quien lidera la concurrida iglesia Cristiana “Ríos de Vida”, en Cartagena, la cual ha sido objeto de críticas, por las altas sumas dinero que al parecer reciben allí mensualmente a través de su labor religiosa.
De acuerdo con un artículo de opinión de Yohir Akerman, publicado por El Espectador en 2017, “Hay pocos negocios tan rentables como la religión y la fe. Eso explica que en los últimos tres años se hayan fundado 1.258 Iglesias lo que significa más de una por día”.
Asimismo, en el artículo del diario mencionado citan al pastor Arrazola y señalan los lujos que se da en su vida diaria al igual que su familia con dineros que recibirían de la caridad.
Una de las más recientes situaciones que protagonizó Arrazola y por los que tuvo que enfrentar cientos de señalamientos fue el excéntrico matrimonio de su hijo, Miguel Esteban Arrazola, quien contrajo matrimonio con Valentina de León en la ciudad amurallada y lo celebraron en el exclusivo centro de eventos 1537 en septiembre de 2018.
La celebración estuvo llena de lujos, las fotos que se dieron a conocer muestran una decoración millonaria y sin contar que los vestidos que usaron los familiares de Arrazola fueron realizados por reconocidos diseñadores.
En torno a la boda, hubo muchas especulaciones acerca de que el hijo mayor del pastor quien también sirve en la iglesia, tuvo 16 despedidas de soltero, además que su luna de miel sería un viaje por el continente europeo, todo sería costeado por el dinero que mensualmente reciben de los fieles.
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La problemática sobre las iglesias cristianas es a nivel mundial, incluso un reportaje del medio Univisión, habla sobre el diezmo que realizan los feligreses en Estados Unidos.
Según ese reportaje, los ‘Magnates de Dios’, cada mes reciben el 10 por ciento del sueldo de los fieles y los pastores manejan el dinero de los fieles sin ningún tipo de control y hacen de sus ‘cultos’, actos de circo.
Dicha reseña periodística que fue publicada hace años atrás, se hizo viral nuevamente en las redes y le ha dado la vuelta al mundo. Centenares de internautas han comentado la problemática en la web y piden a las autoridades que tomen medidas al respecto, pues consideran injusto que un pastor “se burle” de las personas a costa de su dinero.
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VX8
¡¡Madre mía qué nivel!!
No sabe ni hablar el pastor de esas ovejas que salen hasta con gafas jajajajajaja
Con este tipo de ganado, ¿cómo se va a avanzar?
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Honrar a Dios… con tarjeta de crédito o efectivo. El auge evangélico en Brasil
El aumento aluvional de la población evangélica en Brasil (y en América Latina) constituye uno de los fenómenos más importantes de las últimas décadas. El peso económico de los pastores fue creciendo en paralelo a su influencia religiosa, a la que se sumó más tarde su peso político, que incluye a varios parlamentarios. Esta crónica da cuenta del funcionamiento de esta «teología de la abundancia» que cada domingo atrae a millones de personas en todo Brasil –un país que vive profundas transformaciones sociopolíticas– y que puede dar lugar tanto a iglesias ultraconservadoras como a iglesias para gays... o para surfistas.
Palomitas, maní, papas fritas a tres reales, hot dogs, pamoña, carne louca, chicles y caramelos. En la suntuosa entrada al templo evangélico hay una escalinata amplia y bastante iluminada. No parece exactamente una iglesia como las que conocemos los occidentales, y ni siquiera los orientales. Es un edificio con grandes ventanas fumé, vidrios oscurecidos y rejas en la puerta. Con estacionamiento para los fieles. Y guardias de seguridad en la puerta. Son tres, y te saludan al entrar. Dios te bendiga, hermano. Apenas ingreso, veo una fila. Enseguida advierto que es para la guardería. Las familias que tienen hijos y quieren asistir a la ceremonia sin que las perturbe el llanto de su bebé, pueden dejarlo al cuidado de las niñeras. Si tu hijo llora o necesita algo, te llamarán por la pantalla. 11, 32 y 07, por favor presentarse en la guardería. Todos miran hacia la pantalla.Hay un clima festivo. La gente está bien vestida: los hombres, de traje y corbata; las mujeres, de taco alto. De fondo ya suena la música, y el templo, con capacidad para 5.000 personas, está casi lleno. Algunas mujeres de negro, con flores moradas y rojas en la solapa, ayudan al público a encontrar sus asientos. Como en un concierto sinfónico o un gran espectáculo con butacas numeradas, ellas acompañan al recién llegado hasta donde haya sitio. Si no hay lugar abajo, donde el escenario está más cerca y el público deja bolsas u objetos sobre las sillas vacías para reservarlas, arriba está la galería, también casi completa. Se puede llegar allí por las escaleras de incendio, donde pastores bien educados abren las puertas y te indican el camino, además de darte la bendición. En el tercer piso del templo, a una altura vertiginosa, quedan pocos lugares libres.
Para los que están sentados lejos o en la galería, como yo, y no quieren perderse detalles de la ceremonia, hay una pantalla gigante con definición perfecta. Los focos iluminan el escenario, donde una orquesta ya está lista para tocar acompañada por un coro, además hay una banda con batería, órgano, piano, percusión, violines y otros instrumentos. El escenario está lleno. A la derecha hay sillas de cuero que albergan a más de 30 pastores, todos hombres. Hay tres mujeres, tres esposas de pastores importantes. Una de ellas es pastora. La mayoría de los pastores usa ropa de colores oscuros. Solamente el pastor que predica está de traje gris claro, camisa rayada, corbata y pañuelo color rosa.
Y para quien no pueda desplazarse por la ciudad o por el país, hay una enorme estructura de transmisión del culto en vivo por radio, internet o televisión. En el sitio web de la iglesia es posible seguir las predicaciones 24 horas por día, todos los días de la semana. Durante la ceremonia, pasan pastores y pastoras por los corredores, con máquinas para tarjetas de crédito y débito. Banderas de Brasil, de San Pablo y de otros estados decoran el escenario y el auditorio, dispuestas en forma de medialuna.
Me siento entre una pareja y una muchacha muy jovencita. Después descubro que la mujer concurre asiduamente, pero su marido viene por primera vez. La joven a mi derecha también ha venido por primera vez. Ya comienza el culto. Son tres horas de ceremonia. Muchas alabanzas se hacen cantando. El pastor habla, pero la primera hora y media se dedica prácticamente por entero a la música. En el escenario se alternan grupos de cantantes, de buenos cantantes: hombres, mujeres y adolescentes.
Durante esa hora y media, el hombre a mi lado ya se emocionó varias veces. Su mujer se ve orgullosa. Después, el pastor comienza a hablar de la dádiva y el diezmo. Explica el principio de la honra. Honra al Señor sobre la base de tu renta y habrá abundancia. Repite. Honra al Señor sobre la base de tu renta y habrá abundancia. El principio de la honra –explica– consiste en poner a Dios en la posición defensiva. Cuando honras a Dios, él está amarrado a su palabra y tú dejas a Dios en deuda contigo. Dentro de esa lógica, continúa, la prosperidad económica no es acción de Dios. Es reacción. Todos repiten: Solo honra quien tiene honra. Después, el pastor da un ejemplo de un fiel que pudiera cuestionar la dádiva y el diezmo. «Pero, pastor, yo no puedo honrar a Dios con el diezmo o con la dádiva, porque la honra es actitud y una dádiva o un diezmo no son actitudes». Y él mismo responde: «Pero la honra a Dios [con el diezmo] no es lo financiero, sino la actitud. Y Dios exige nuestra actitud».
Todos repiten: Solo honra quien tiene honra. En ese momento, oigo que alguien a mi lado dice: «¿Crédito o débito?». Pregunto al joven que está pasando la tarjeta: «¿Cuánto es el diezmo?». «El diezmo», me explica, «es solo para quien pertenece a la congregación, para quien frecuenta la iglesia. Usted, que no frecuenta la iglesia, solo puede ofrecer una dádiva. Pero el diezmo es el 10% del salario». «¿Y cómo sabe la iglesia cuál es el 10% del salario de la gente?», pregunto. «Eso lo dice su conciencia», responde él. La mujer a mi lado deja un valor en especie dentro de la bolsa azul que pasa por las hileras.
Y el pastor continúa. «No me voy a quedar aquí dos horas hablando de dinero con ustedes. Ustedes no son tontos a los que yo necesite amenazar para que den dinero. Si no quieres hacer tu dádiva, yo no te voy a maldecir. Pero solo honra quien tiene honra. Y tú te pierdes una gran oportunidad de ser bendecida». Las dádivas se hacen en el escenario y también se pasan tarjetas y bolsas azules por las hileras que están más lejos. Bendice a los diezmistas, dice el pastor. «Entreguen sus dádivas aquí adelante», dice el pastor. Y todos responden «amén».
Suena la trompeta. Repitan, fieles, mi nombre será llamado. Y todos cantan: Por calles de oro andaré, el río del trono tocaré. Y todos hablan con quien está a su lado: el novio va a llevarte en presencia del padre. Este es el momento de la gloria. Para todos los que están allí, es hora de encontrar el cielo. Después del prenuncio y después de pagar la factura, todos entran en el cielo. Están todos invitados. Le pregunto a la joven que está a mi lado si pagó el diezmo. Ella me explica que solo entregó una dádiva –un valor definido por el fiel– y que lo hizo pensando en la estructura que ofrece la iglesia: estacionamiento, guardería, ascensor…
«Pero», dice el pastor con súbita gravedad, «no esperes vivir el cielo en la tierra». En tono apocalíptico, por momentos risueño, habla sobre las aflicciones que todos conocen –el cuñado molesto o la suegra pesada– y asegura que hasta en la iglesia hay muchos problemas. Según el pastor, solo el Espíritu Santo consuela. Repitan: Aquí en la tierra no hay cielo.
Y afirma: Ser creyente no es ser estúpido. Aquí en la tierra, dice, el patrón es iracundo, el cuñado es complicado. La enseñanza de la resignación, pienso. El pastor comienza a hacer una defensa de la familia y del mantenimiento de los secretos, que solo se cuentan al profeta. En el momento de la comunión, sus auxiliares distribuyen una rodaja de pan de molde y un trago de vino (dulce) en recipientes de plástico con tapa. Cada uno abre su recipiente y comulga en su asiento, ya que el traslado hasta el altar puede demorarse bastante.
Aleluya, hermanos, aleluya, y oímos aleluya, hermanos. La música vuelve a sonar y me invade una sensación de incomodidad. Cuando termina la ceremonia, intento conversar con un pastor, pero él me deja esperando y yo desisto. La conversación no habría tenido una motivación sincera, ya que a mí me interesaba cuestionar el destino del dinero y hablar sobre los gays. Entonces opto por irme.
A la salida, busco a alguien que me indique cómo volver. Encuentro a una mujer de unos 40 años, simpática, solícita, que me guía hasta la parada del bus. Le pregunto por el diezmo. Ella me dice que lo paga. Me cuenta que todos sus pedidos son escuchados y que el diezmo es bendito. El pago del diezmo no parece incomodarla. Tampoco se la ve preocupada por el destino del dinero. Dice que es bueno obedecer a Dios.
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Me pide el teléfono, me dice que es Dios quien quiere que ella converse más conmigo. Debe de haberme visto perdida, hablando sobre dinero. Llega el bus y yo me subo. Estamos en pleno periodo de manifestaciones en San Pablo. La tarifa ha vuelto a costar tres reales en lugar de tres con veinte, como querían el municipio y el gobierno. Todos los que viajan conmigo han salido recién de la iglesia. Parecen tranquilos, apaciguados. Me quedo pensando en que el apaciguamiento es un buen sentimiento. Pero me pregunto si estas personas protestan por las cosas que las incomodan. ¿Irían a una manifestación a protestar por el precio del transporte? Me inclino a pensar que no. Tal vez acepten, resignadas, el aumento del pasaje.
Bajo del bus con la necesidad de reencontrarme (conmigo misma) y pensar acerca de todo lo que ocurrió. Me siento en el Sujinho, un bar que, por su nombre («suciecito»), me parece difícil que frecuenten mis ex-compañeros de viaje. Pido un aguardiente y una cerveza. Y un tentempié de pan con pasta de repollo, porque no como carne.
Y comienzo a escribir esta crónica.
Comienzo a escribir desde la óptica de una mujer de clase media, que vive en la zona oeste de la ciudad. Que viaja en transporte público por elección, que participó en las manifestaciones de junio y que tiene serios cuestionamientos sobre la existencia de Dios. Escribo desde la óptica periodística, desde la óptica de quien estudió para intentar dar cuenta de los hechos a través de las palabras. De quien necesita responder cinco preguntas (qué, dónde, cuándo, cómo y quién) para comenzar a pensar en un texto. Escribo desde la óptica de quien toma cerveza y paga caro por hacerlo, en una ciudad donde una botella cuesta ocho reales. A los 35 años, todavía no sé si creo en la vida eterna o en la finitud. Entonces, no cabe duda de que yo no soy alguien a quien se pueda convencer de que pague una parcela en el cielo. ¿Por qué lo haría?
Al conversar con el doctor en Ciencias Sociales Edin Sued Abumanssur, también profesor en el programa de Posgrado en Ciencias de la Religión de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo (PUC-SP), mi pensamiento da un giro.
Le cuento el curso de mis pensamientos. Fui a presenciar el culto con el alma libre de preconceptos, como una página en blanco. Porque existe un preconcepto, sobre todo en esa clase media intelectualizada que estudió en universidades de izquierda. Y yo me emocioné en muchos momentos durante la ceremonia. En especial, al oír esos cantos tan bonitos, tan envolventes. En ellos hay una entrega conmovedora. Existe una fuerza en la fe que me llega a pesar de mi escepticismo. Cuando veo a los peregrinos, cuando voy a Aparecida del Norte, cuando recibo una bendición o cuando converso con un preto velho del umbanda, siento que detrás de todo eso hay una fuerza inmensa. Alguien que se arrodilla para orar ofrece una imagen de entrega. Porque hay «algo» de lo que la realidad no da cuenta. ¿Existe una respuesta que no llega? ¿O tal vez hay una pregunta que no ha sido hecha?
Invirtiendo inesperadamente la relación de la entrevista, Abumanssur me pregunta por qué me sentí incómoda al final del culto. Le digo que la insistencia del pastor en hablar del diezmo y aquellas máquinas para pasar la tarjeta de crédito me hicieron pensar que no está bien mezclar el dinero con la fe de forma tan deliberada. Él dijo también que la mujer que me ayudó a encontrar la parada del colectivo me había dado la clave de la respuesta, pero que yo aún no sabía cuál era.
«Pues bien», dice el profesor. «Lo que hacen los evangélicos es una de las actividades más tradicionales y antiguas de la humanidad. Es una relación contractual como las que se entablan con santos y orixás. Todo en la religión pasa por un contrato». Pensándolo bien, ¿qué son las ofrendas?, me pregunto. ¿Qué son esas macumbas con vino y animales muertos que aparecen en las esquinas de la ciudad?«En este caso [el de los evangélicos], el sacrificio está monetizado, pero no deja de ser un sacrificio», explica. «Es un trueque: hago algo por la divinidad y ella me lo retribuye». Abumanssur dice también que hay una «espiritualización del dinero», de modo que para los fieles es indiferente lo que el pastor haga con sus contribuciones. «Los fieles sienten que le están dando dinero a Dios, no a la iglesia».
Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), recabados en el Censo de 2010, 22% de la población brasileña es evangélica: un total de 42 millones de personas sobre un universo de 201 millones de brasileños. Por otra parte, los católicos representan el 64%. Si bien conserva su mayoría, la Iglesia católica está perdiendo espacio. Mientras la cantidad de evangélicos aumentaba en 61,45% a lo largo de diez años, la comunidad católica sufría una merma de 1,3% en el índice de fieles durante el mismo periodo. El número de fieles evangélicos aumentó de 26,2 millones en el año 2000 a 42,3 millones en 2010. Los católicos eran 123,3 millones en 2010, pero en el relevamiento de 2000 habían totalizado 124,9 millones.
De acuerdo con José Eustáquio Diniz Alves, profesor de la Escuela Nacional de Ciencias Estadísticas del IBGE, una de las razones que explican ese incremento en la cantidad de evangélicos es la adhesión entre los grupos de mayor crecimiento demográfico, como los jóvenes y las mujeres en edad fértil, mientras que el catolicismo aún mantiene la hegemonía entre la población de mayor edad. Pero eso no es todo. Los evangélicos, según este experto, «adaptan el discurso a medida». «Hay una iglesia para surfistas, hay una para gays y también hay una iglesia que está radicalmente en contra de los gays». O sea, como hay para todos los gustos, es posible llegar a los más diversos públicos del país. Además –señala el profesor–, los evangélicos también son más activos desde el punto de vista financiero para mantener sus afiliaciones. En una encuesta divulgada por el Instituto Datafolha en vísperas de la llegada del papa Francisco a Brasil, 34% de los católicos declaró que acostumbraba hacer contribuciones económicas a la Iglesia. En el grupo de los evangélicos, los que dijeron contribuir regularmente ascendían a 52%.
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Muchas de las razones que explican el aumento en el número de fieles se vinculan a la diversidad de la Iglesia evangélica. En San Pablo ya se inauguró la primera iglesia dirigida específicamente a los gays. Formada por dos pastores unidos en matrimonio, la Iglesia Cristiana Contemporánea abrió una sede en abril de este año en Tatapué, zona norte de la capital paulista. Esta iglesia defiende los derechos de los homosexuales, incluido el derecho a la adopción. Con el eslogan «Llevando el amor de Dios a todos, sin preconceptos» y el título de «teología inclusiva», la iglesia fue fundada por el pastor Marcos Gladstone en 2006, en Río de Janeiro, y ha crecido a lo largo de los últimos años con representantes en diversos estados. El matrimonio de pastores que la abrió en San Pablo tiene dos hijos, de nueve y diez años respectivamente. Ya hay seis unidades de la Iglesia Cristiana Contemporánea, en Río de Janeiro, en Belo Horizonte y ahora en San Pablo. En la capital paulista, esta nueva congregación va a competir con la Comunidad Ciudad de Refugio, dirigida por una pareja de pastoras lesbianas.
Además de la comunidad gay, los surfistas también tienen su propia iglesia. El portal de la iglesia Bola de Neve exhibe en su sitio web una foto de su padre, el Apóstol Rina, con una biblia en la mano sobre un fondo de mar, olas, sol y una tabla de surf. En el texto de presentación del sitio se cuenta que el apóstol sintió dolores muy fuertes después de una hepatitis y tuvo una «experiencia personal con Dios» que lo llevó a crear una reunión «descomprometida», pero que necesitaba un nombre. «La Bola de Nieve iba rodando en dirección a Dios, cumpliendo con su papel», dice el texto. Quienes pasan frente al auditorio Olympia quizá no imaginen que allí ya no se presentan artistas internacionales ni grandes figuras de la música brasileña. Yo misma asistí a varios shows: por mencionar solo algunos, Marisa Monte, Faith No More, Alanis Morissette. Ahora el espacio fue tomado por los surfistas de Dios. Y esta iglesia cuenta con un patrocinador de peso: el dueño de la destacada marca comercial de surf HD, Hawaiian Dreams, que apoya a la congregación. La plancha de longboard terminó convertida en un púlpito donde el pastor coloca su biblia y celebra el culto para los jóvenes creyentes.
Vestida de traje gris y camisa roja, la pastora imposta la voz para predicar en la iglesia Comunidad Ciudad de Refugio, localizada en la avenida São João, en el centro de San Pablo. Con la promesa de abrir una nueva sede en Campinas, la pastora dice, trasmitida en vivo por internet y a través de tres pantallas colocadas en el espacio de la iglesia, que «no quedaremos estancados, no pararemos. Cuando se levante la nube, caminaremos bajo la nube hacia lo que el Señor preparó para nuestras vidas». «Queremos que nos impacte su gloria y su presencia, en nombre de Jesús». El público está formado por hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes. Esta congregación defiende la teoría de la teología inclusiva, que coloca bajo otra perspectiva las nociones según las cuales la Biblia supuestamente está en contra de las prácticas homoafectivas. Formada por Lanna Holder y Rosania Rocha, la iglesia se expande y gana nuevos adeptos.
La cuestión gay es un asunto candente en Brasil. La elección de Marcos Feliciano para presidir la Comisión de Derechos Humanos y Minorías de la Cámara de Diputados hizo subir la temperatura en la prensa y en la Cámara, repercutiendo incluso en las manifestaciones que han estallado en todo el país. Con pancartas que dicen «Fuera Feliciano» o «Feliciano no me representa», muchos manifestantes se opusieron a la presencia del diputado evangélico en la comisión. Los artistas hicieron «besatones» públicos, muy difundidos por la prensa. Sin embargo, el clamor popular no llegó a alterar la agenda. Feliciano responde que él logra reunir a 100.000 padres de familia y llena el auditorio durante sus ceremonias. La Marcha para Jesús, evento anual que coincide temporalmente con la Marcha del Orgullo gay, convocó en 2013 a más personas que la Parada: dos millones de personas, según la organización. La Parada Gay de San Pablo, que supo ser la más grande del mundo, disminuyó 18,5% este año con su convocatoria de 220.000 personas, muy por debajo de su promedio. Solo el tiempo dirá si la razón de la desbandada fue la lluvia o el clima frío.
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Marcos Feliciano, sin embargo, sabe que no es querido por gran parte de la población brasileña. Defiende férreamente a la familia brasileña diciendo que su lucha contra la militancia gay lo transformó en un héroe. En su biografía consta que se aproximó a la Iglesia evangélica a causa de las drogas. En las redes sociales no cesan de aparecer sátiras sobre su figura, mientras miles de internautas comparten fotos suyas en las que se lo muestra como un gay reprimido. Feliciano fundó su propia iglesia, llamada Catedral del Avivamiento, en el seno de la Asamblea de Dios. Creó el proyecto de la «cura gay», también muy criticado y polémico. De más está decir que su objetivo es la Presidencia de la República, pero él aún no ha declarado públicamente cuándo será candidato. A pesar de su impopularidad entre parte de la población, Feliciano mantiene su cargo parlamentario y presenta como respaldo la «bancada evangélica», término refutado por algunos especialistas. «No existe una bancada evangélica», dice Abumanssur. «Si hacemos las cuentas, veremos que 63 de los diputados y senadores son evangélicos y constituyen 15% del Congreso Nacional. Considerando que los evangélicos de Brasil representan 22% de la población, no existe toda esa representatividad que aduce la prensa», explica Edin. Y concluye: «Hay evangélicos de izquierda y de derecha; es un conjunto muy diverso».
Pero Feliciano está lejos de quedar fuera de las polémicas. Dos hechos recientes reavivaron la discusión en torno de su figura. En septiembre de este año, el pastor hizo arrestar a dos chicas que se besaron durante una de sus ceremonias en San Sebastián, una localidad del litoral paulista, en protesta por su proyecto de la «cura gay». Joana Palhares, de 18 años, y Yunka Mihura, de 20, fueron detenidas, esposadas por agentes de la Guardia Civil Municipal y trasladadas al 1º Distrito Policial de San Sebastián. Una de ellas denunció agresiones. En agosto, durante un vuelo que iba de Brasilia a San Pablo, un grupo de jóvenes vio al diputado y le cantó el tema «Robocop Gay», de la banda Mamonas Assassinas. Los jóvenes grabaron un video y lo compartieron en las redes sociales. Feliciano no reaccionó en el momento del incidente, pero después escribió en Twitter: «Al despegar de Brasilia, unos diez gays me acorralaron; dos vinieron hasta mi asiento cantando una canción bizarra». Feliciano rebatió la acusación de estar contra los gays: «Estos ciudadanos pusieron en riesgo la seguridad de los pasajeros. Quieren respeto, pero no respetan. [...] Y hacen lo mismo con cualquier persona que disienta con sus prácticas. Que Dios nos guarde. No estoy contra los gays. ¡Soy defensor de la familia natural!». La canción, popularizada en la década de 1990, dice en el estribillo: «Abre tu mente / el gay también es gente / el bahiano dice oxente / y come vatapá (…) y hoy estoy tan eufórico / con mil pedazos biónicos / ayer era católico / ay, hoy yo soy un gay».
Feliciano replica con su eslogan: «Mi nombre es Feliciano; soy candidato al Senado. Usted me conoce. Lucho por la familia, quiero defender a sus hijos y a sus nietos. Si usted está a favor del aborto, no vote por mí, porque yo estoy a favor de la familia».
Por otra parte, el ascenso de los evangélicos hizo «despertar» a la Iglesia católica. Así lo afirmó don Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida y presidente de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB). De acuerdo con él, la Iglesia católica se ha «dejado estar». «Puede ser que el crecimiento del movimiento neopentecostal nos haya hecho despertar, abrir los ojos a nuestra verdadera misión», señaló, destacando el aumento en la calidad de los católicos. «Los practicantes son mucho más coherentes y practican su fe con mayor convicción. Eso es muy positivo».