Nadie ha dicho que el Evangelio estuviera torcido, pero los indoctos y poco asentados que no amaban el Evangelio de Jesucristo, torcían las enseñanzas del Evangelio haciendo ver que Pablo decía cosas contrarias, a lo que está escrito en el Evangelio. Y esas son las cartas que han llegado hasta nosotros, torcidas por los indoctos de los primeros siglos y luego manipuladas, por los escribas judaizantes del imperio romano (siglo IV Emperador Constantino).