Déborah y Nicholai (Ciencia Ficción)
Bueno, pues creo este hilo para colgar una serie de capítulos de un relato que he estado escribiendo durante un tiempo y que aún no he acabado con el fin de propagarlo y saber opiniones.
Polvo Estelar - Capítulo I
*Déborah es un gólem*.
El viernes Déborah y yo trabajamos toda la noche para tener a punto el Pegassus. Arreglamos las averías causadas por los malditos vándalos anónimos. Instalamos también el sistema de seguridad que diseñamos entre las dos, no me resultó muy difícil con su ayuda.
Subimos a bordo, preparé las coordenadas hacia el planeta Sevis. Cuatro horas de viaje, y eso que íbamos a la velocidad de la luz. Un poco lejos, pero era de total urgencia. No podíamos aguantar más sin Polvo Sideral.
Hicimos una parada de 10 minutos. Dejamos el piloto estático. Mientras tanto nos entretuvimos observando las explosiones de las supernovas lejanas. No existe una visión igual. Aunque supongo que tú, Space, ya lo sabrás.
Los habitantes de Sevis no tienen muy buena fama interespacial. Teóricamente son unos seres rastreros, malvados y no es conveniente relacionarse con ellos. Ya me conoce, no le temo al peligro. Ni al riesgo.
Físicamente tienen nuestra aspecto, quiero decir, son humanoides. Lo único que les caracterizan de nosotros, es su piel grisácea, los ojos, que parecen inyectados en sangre y unos colmillos levemente desarrollados. Siempre van ataviados con gabardinas y un sombrero de ala ancha, con el que suelen resguardar parcialmente su rostro. Sombrero... Y eso que su cielo es de un tono plomizo. Cuestión de símbolo.
Mis contactos sevisianos aguardaron muy puntuales en el lugar citado, y debo añadir que fueron muy amables. Apariencia, apariencia. Realizamos el pacto previamente acordado y sin ningún tipo de problema.
El plan primario era volver nada más recoger el cargamento, pero a Déborah y a mí nos sorprendió en nuestra ruta de vuelta, un cinturón de asteroides que inexplicablemente se trasladó. Todo un misterio. Sin más remedio, descansamos allí un día más.
Pasado ya el peligro, nos despedimos del gris planeta con cierta simpatía y rumbo a casa. Abrimos el cargamento. Me quedé pretificada a la impresión. Polvo estelar negro. Negro. ¿Negro? ¡NEGRO!
Explico: el polvo de estrellas es azul. Siempre. Déborah y yo en total sintonía nos miramos largamente estupefactas.
"Supongo que el de allí será de este color. Sí, si buscamos una lógica, será por el ambiente. El ambiente era algo ceniciento, las estrellas cercanas, tal vez...
Tranquilizándola con estos argumentos, le serví la cantidad estándar para su funcionamento.
Todo perfecto. Energía corporal bien, sus funciones mentales bien. Todo perfecto. Pero me equivoqué...
Al día siguiente, se me acerca decidida.
-Estoy enamorada.
-¿Qué?
-Que estoy enamorada.
-Me río cantarinamente- Tú no puedes estar enamorada, lela, no te di esa opción en tu parche de inteligencia artificial. Ni si quiera está al alcance de tu sistema de aprendizaje.
-¡Pues lo estoy, despreciable engendro de carne!
-...
Se va de un sonoro portazo. "Despreciable engendro de carne". Buena ésa. Pensé en desmotarla y añadirle unos datos de modales, pero entonces dejaría de ser Déborah. En fin, la dejé marchar y observé su comportamiento radical.
Dejó de usar la ropa provocativa. Ahora viste ropa formal, muy puritana. Ya no se escapa por las noches. Se escapa por las tardes; Con un libro bajo el brazo. Ana Karenina de Tolstói.
El polvo estelar sigue en la estantería. Yo lo miro recelosa desde cierta distancia. No me atrevo a probarlo.
Déborah y Nicholai - Capítulo III - Chatarra.
El Príncipito descansa en la estantería, junto al Polvo Estelar. Desde aquella vez que intenté quitárselo, no lo ha vuelto a tocar más. A veces pasa por su lado, le dedica una mirada y se sienta al lado opuesto de la habitación. Se recuesta contra la pared y fija la vista en la nada. No me equivoco si afirmo que en su sistema de datos, estará más que guardado la obra completa, y conociendo a mi Pequeña, lo revisará desde allí. Lo buscará de sus entrañas, como cuando los seres humanos recordamos un momento que jamás volverá, pero tenemos la dicha de haberlo vivido intensamente.
Al principio me alegró comprobar que Déborah volvía a escaparse por las noches y creí que había vuelto a su antigua rutina lujuriosa. Pero no. Cuando volvía, repetía la secuencia que ya he nombrado mirando al vacío. Como si sus ojos pudieran destilar melancolía o taciturnidad.
Yo no pude más que preocuparme por ella y sentirme impotente, pero entonces pasó: se me ocurrió, desde mi parecer, una fantástica idea. Construir un nuevo droide. Un compañero.
He estado estos días trabajando duro, tanto consiguiendo el material, como construyendo los circuitos, sistemas, datos, y el esqueleto, por supuesto. Un arduo trabajo, que hoy, no me voy a dedicar a explicar.
Este nuevo droide tiene la apariencia de un hombre de la misma edad que Deborah. Rondando los veinte años. Es la única diferencia que tienen, la apariencia. En lo demás (ya sabe, a cuanto mecánica e informática se refiere) son exactamente iguales.
-Tengo una sorpresa para ti- le dije.
La llevé hasta donde reposaba el cuerpo inerte del nuevo gólem aún desnudo.
-Él está hecho para ti, y tú para él. Será tu compañero.
Posó sus negras y espesas pestañas en el droide, le tocó las facciones de la cara, los párpados cerrados, los labios, acarició los pectolares, los abdominales y pasó su dedo por el pequeño hundimiento del mentón.
-Eres una depravada - espetó- ¿Pretendes que cometa incesto con mi propio hermano?
Parpadeé varias veces.
-Verás...No es tu hermano.
-Tú eres nuestra madre, por lo tanto, sí que es mi hermano.
Maldito sistema de lógica y razón. Funciona sólo cuando le apetece. ¡Demonios!
-Sí, pero quiero decir que no tenéis conexión de sangre (¡no poseéis tal elemento!) - Paciencia, paciencia- Tu aceite orgánico no es el mismo que el de él, ¿comprendes?
-Pues yo no lo quiero. Lo has fabricado a tu gusto. No has tenido la amabilidad de preguntarme. Me quieres emparejar con alguien que aún no conozco.
(¡¡¡¡¡¡¡¡!!!!!!!!)
-¿Y qué te crees, que así funcionan las cosas? ¿Que los seres humanos elegimos a la carta lo que queremos? -pausa- Mira, olvídalo. Como bien has dicho, aún no le conoces.
Terminada la disputa, me dispuse a despertarlo. Para el primer despertar no uso Polvo Estelar por precaución. Primero lo conecto a la red eléctrica, que tiene una carga menor y así se comprueba si todo marcha bien. Accedí el interruptor y...
Abrió los ojos lentamente y se encontraron los dos en miradas. Los grises de ella, con los verdes de él.
-Hola, Madre-dijo el recién despertado.
A diferencia de Déborah, no sufrió un chispazo en sus circuitos mientras lo montaba. De este modo, una información básica sí que poseía, entre ellas, el lenguaje. Si todavía lo recuerdas, Déborah tuvo que aprenderlo todo desde cero.
-¿Puedes moverte? - le pregunté. El droide asintió e inmediato se puso en pie.
-¡Muéstranos tu sonrisa!- y como cabía esperar, el droide obedeció.
Déborah me apartó de un empellón y tomó parte:
-¿Qué te gusta? ¿Qué no te gusta? ¿Te gustan las películas? ¿Y el cine? ¿el sex...?
-¡Déborah, que acaba de nacer, no tendrá ni pajolera idea de lo que le estás diciendo!
Pero tal razonamiento no fue suficiente para mantener la sonrisa de Deborah cuando éste dijo:
-No sé qué son tales cosas, Señorita, pero si Madre me ordena que me gusten, me gustarán.
El rostro se le ensombreció, arrugó la frente y vomitó:
-Chatarra.
Ahora yo estoy aquí con mi Pequeño conectado a la red mientras "duerme". Déborah hará media hora que se marchó malhumorada. Aliviará la rabia con sexo candente, imagino. Me compadezco del pobre hombre que caiga en sus fauces.
El no haber sufrido chispazo no sólo ha afectado a que el droide mantenga los conocimientos básicos. También mantiene lo que en teoría debe ser un droide. Déborah es un caso especial. Muy especial. Quizá la única en su especie. Una maldita mujer bicentenaria, como Robin Williams.
Podría desmontar al droide y causar el chispazo a posta. Tal vez funcionara, tal vez no. Pero no voy a hacerlo. Porque las obras, son como hijos, y los hijos hay que quererlos tal y como son. Con sus imperfecciones. Y en este caso, con su perfección.
Déborah y Nicholai - Capítulo IV - Mad World.
Bien.
Ayer vimos los tres juntos Blade Runner. Déborah estuvo expectante durante toda la película, prestándole mayor atención a Rachel (no hace falta explicar por qué). Cuando el film acabó, ella me preguntó preocupada:
-¿Vamos a morir dentro de cuatro años?
-No.
-Pero en la peli...
-No te creas todo lo que veas en la tele.
Seguí ojeando e inspeccionando las rutas interespaciales que había dibujado en un papel.
-Ella podía llorar, yo no puedo...-se le atragantaban las palabras-Créeme, no hay nada más frustrante que querer y no poder. También me gustaría soñar. ¿Cómo sabré si sueño con ovejas eléctricas si no?
-Pides demasiado. Esto no es como cuando te compro un libro, pagas y te vas.
Me comporté como una cerda. La estaba ignorando, enfrascada en el trabajo.
-Todavía hay esperanza para él - levanté la vista interesada - Puede que algún día aprenda a sentir.-entrecruzó sus dedos con los de él.
Ciertamente, me sorprendió su iniciativa hacia el gólem al cual había estado llamando durante días Chatarra. "Chatarra, haz esto", "Chatarra, alcánzame lo otro", "Chatarra, eres eficiente pero emocionalmente aburrido".
-Nicholai...-suspiró mientras entrecerraba los ojos pensado Dios sabe qué.
Por la noche Déborah se llevó a Nicholai al cine y yo me quedé sola en casa. Otro dato curioso es que la casa del Principito (aquel muchacho) era antiguamente un cine. Déborah frecuenta el cine muy a menudo. Según ella, "El cine es el primer arte, y luego están los demás".
Sí, las casualidades pintan la vida de una misteriosa belleza.
Nuestra casa, sin embargo, es pequeña y modesta aunque suficiente para los tres. Recordé el día que la compré, el día de la emancipación del hogar paternal.
Construí un satélite casero hace un año, y éste recolectó información secreta de ¿adivinas dónde? la ISS. Lo más normal es que me hubieran encerrado en un plastificado calabozo allí arriba. En vez de eso, Ellos quedaron fascinados con mis investigaciones y experimentos. Acordamos que si yo mantenía la boca cerrada, me subvencionarían. Ahora vivo de mis planos, hipótesis, mecánica, química, informática, y por si fuera poco, de mi Silencio.
Hice buenas migas con uno de ellos. El más taciturno de todos. Cowboy Space, o cariñosamente Space. Nadie revela su auténtico nombre y me tomé la libertad de elegir el pseudónimo. Se me hace más atractivo que llamarle nº 13-S. Que por cierto, odia su número. Manías y fobias con el 13. Va de allá para acá mirando sus zapatos al andar, apenas se relaciona, y si tiene que hablar, espera su turno. Nunca malgasta saliva. Yo que me siento atraída hacia las personas introvertidas, me acerqué a él como quien intenta descifrar la superficie o símbolo.
Hace días que no escribe. Le echo de menos. Juro que si vuelve a dar señales de vida, le llevaré aquel peluche de marinero que tanto quería.
Aprovechando que me encontraba sola, me fui a un pub. Aquella noche sería yo la Femme Fatale, una mujer sola en una barra. Vodka, whisky, ron, absenta, cócteles recorrieron mi garganta hasta el estómago. Debo admitir que andaba un tanto ebria. Un hombre de pelo encrespado pareció notarlo y se sentó a mi lado.
-Hola, preciosa. ¿Trabajas? ¿tienes novios? ¿qué te gusta hacer?
Risilla estúpida.
-Buenas, caballero. -entre risas tontas- Trabajo para la ISS. Soy una científica-mecánica de la plantilla superior, sector V, nº 369. -la voz sonaba distorsionada a causa del alcohol.- Mi mejor amigo es astronauta. Lo que me gusta hacer...-risilla imbécil- es viajar en mi nave espacial con mis droides. A veces hacemos excursiones a las nebulosas. -me sobresalto- ¡Pero no crea que dentro de ellas explícitamente, no me sea bufón! Para contemplarlas, hay que hacerlo desde una distancia considerable.-Tomo un vaso cercano y se lo puse en sus narices- No ve nada, ¿cierto?. Los pilares gaseosos de Águila son magníficos. Debería ir. También me gusta fumar Polvo Estelar. Los hipopótamos hambrientos son algo pesados, pero nada más. Los Equus Maris son exigentes, y se exasperan si les llamas Caballitos de Mar. Piensan que es una vulgaridad, un insulto. Las pipas reproducen un sonido chirriante y agudo un tanto molesto, y las refracciones...
-Señorita, está majara. Váyase a un médico.-El hombre de pelo encrespado se levanta dejando vacante el asiento mientras se carcajea de forma estridente y ordinaria.
Una mujer de unos veintitantos años ocupó el lugar vacío trayendo consigo su Bloody Mary.
-Pues a mí si me interesa lo que decía. ¿Podría contármelo?
Agité la pajita ensimismada.
-Eeeh, sí.
-¿Me haces un favor? Me gustaría que me tuteara.
-Eeeh, sí. -Me cuesta no ustear, es una manía que tengo.- Verá, mi droide femenina está empeñada en que quiere llorar y soñar. ¿Es consciente el arduo trabajo que acarrea? Para lograr que soñase, tendría que levantar la tapa de su cráneo, instalarle un reproductor y conectarlo a su disco duro. ¡No acaba aquí! Tendría además que fabricarle un sueño diferente para cada día y guardarlo en los archivos. Y para que llorase...por la misma tapa, colocar un pequeño acueducto, que habría que renovar el agua, y asegurarme que desemboca en las cuencas de los ojos.
-La verdad es que suena difícil. Dime, ¿cuál ha sido el mejor sueño que has tenido?
-El mejor...-eché mano a mi memoria- Ah, sí. Ya lo recuerdo. Mi oficio consistía en fotografiar relámpagos mientras volaba con un gorro-helicóptero. La ciudad que sobrevolaba estaba contaminada lumínicamente, pero eso no impedía que me cubriera un cielo estrellado. Había castillos, palacios de diferentes épocas y arquitectura moderna. Las descargas eléctricas casi me alcanzaban, pero yo volaba aprisa y las fotografías eran como escuchar el solo de "Hey you", o la letra de "Wish you were here" de Pink Floyd.
-¿Lo compartiría si pudiera?
Segundos de silencio.
-¡Sí, usted tiene razón!-golpeé la mesa con entusiasmo- ¿Qué es todo ese trabajo comparado con tal semejante visión? ¡Nada!-le estreché la mano-Muchas gracias, estoy muy agradecida.
-Descuida, no he hecho nada- Dibujó una sonrisa desbordante.
-¿Cree que soy inmadura?
-Deja la madurez para los árboles y la manzanas. Yo creo que su imaginación la hacen encantadora.
La mujer me acompañó hasta la puerta y me despidió mientras encendía un Fortuna con una cerilla. Al igual que una escena de película que se nos cala, yo jamás olvidaré cómo acercaba lentamente el cigarro a sus labios y aspiraba el humo. Jamás.
Nada más llegar, empecé a preparar el viaje. Déborah y Nicholai ya estaban durmiendo.
"It's a very, very mad world"