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Alejandra Correas Vázquez
10-jun.-2020, 17:47
EL LEÓN ALADO
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Por Alejandra Correas Vázquez

(PARTE 2)

Sonó desde la costa un cañonazo de alerta. Dos. Pero el almirante portugués era un hombre avezado que sabía controlar la conducta humana. Había decidido dar una nueva morada a sus hombres, quienes viajaban junto con él llevando a todas sus familias. Entre ellos participaba de esta empresa el cartógrafo lusitano Don Francisco Vásques de Oporto, su mano derecha en este riesgoso viaje. Aquel era un éxodo voluntario de Oriente a Occidente y el almirante estaba dispuesto a lograrlo. Llevaba muchos barcos en su flota cargados de esperanzas, y ningún cañonazo iba a amilanarlo...

¡Y encontró la solución!

Venían desde la China con su carga de sedas y biombos, nácares y muebles decorados orientales, que ellos esperaban trocar por otros productos. Habían comerciado largamente para los Mandarines. Constituían una nación navegante en marcha hacia otro destino... El cual por cierto, parecíales ahora muy incierto debido a los cañonazos españoles. ¡Fue entonces cuando el Almirante lusitano tuvo una idea genial!: Dio orden de buscar a uno de esos biombos chinos que llevaba en la carga de su bodega, forrado de seda y adornado con un dragón que echaba chispas. ¡Un diseño de felino alado y feroz! ...pero muy parecido a un león... al menos desde lejos. Y dio entonces la orden de izarlo al mástil de la nave.

Desde la costa española filipina, los vigías estaban realmente alarmados al ver aquella flota numerosa de barcos portugueses y llamaron a sus jefes. El encargado del puerto ordenó dar los dos cañonazos. ¡El tercero sería la guerra! La que ya había en Portugal y en Brasil... Pero de improviso ante sus ojos incrédulos, la enseña izada lo impactó con fuerza... Y la miró detenidamente con sus anteojos largavistas. Todos ellos fueron pasándoselos unos a otros. Dudando. Sorprendidos.

--¡Sí! ... es un león.
--Un león algo extraño... pero es un león al fin de cuentas.
--Un León... El león de Castilla y León.
--Entonces son amigos... Sí, son amigos
--¡A dar vuelta los cañones!- orden que rápidamente se cumplió

El león del Reino de León, el león hispánico por excelencia, el de Castilla la Vieja, estaba allí frente a ellos. Algo cambiado. Con luces, alas y fuegos, pero poco importaba ya. El mensaje había llegado. Los portugueses estaban al fin en Filipinas, frente a China conferenciando con el gobernador español. Y nadie ya los reembarcaría de retorno. Con sus ornatos y su mobiliario. Sus familias y su ostentosidad lusitana, dispuestos a continuar exploraciones insólitas... Pero ahora con un devenir muy diferente.

El gobernador de Filipinas los envió hacia el Virrey del Perú con una carta de presentación sellada y firmada por él. La flota lusitana escoltada por una nave insignia hispánica arribaba poco después al puerto del Callao. Los navegantes portugueses continuaron su periplo por el océano Pacífico (luego de acomodar en tierra firme a sus familias) y ampliaron su derrotero desde la costa peruana hasta la chilena, beneficiando con el tráfico entre Sudamérica y Oriente, a esta parte aislada del continente austral. Cambiaron su circunstancia de vida haciendo posible la sobrevivencia, en aquellos siglos, de la empresa colonizadora sudamericana, agobiada hasta entonces por su aislamiento.

Aquellos marinos lusitanos que viajaron desde Extremo Oriente hasta el Virreinato del Perú (protegidos por un dragón chino que hizo las veces de león castellano), tuvieron distintas y diversas oportunidades a partir de allí. Se les sucedieron ofertas de arraigo por cuenta del Virrey y de la Audiencia de Charcas. Entre ellas arribar como Encomenderos a la gran Provincia del Tucumán en la frontera sur de este virreinato, al apartado Tucumanao, zona entonces totalmente virgen y precultural, que hoy pertenece a Argentina (conformaba siete provincias actuales).

El cartógrafo lusitano Don Francisco Vázquez de Oporto, hispanizaría su apellido agregándole Z para comenzar una tarea especial para él, demarcar caminos de tierra entre el Tucumán (en la apartada zona del Tucumanao cordobés) y el Alto Perú donde tenía su asiento la Real Audiencia de Charcas y la bellísima ciudad de Potosí. Sin embargo, él no iba a olvidar sus orígenes y en los 40 años que realizó esta tarea tuvo el privilegio de reencontrarse cada 3 años en el puerto del Callao con su antigua flota... En esas ceremonias secretas y casi místicas, de los marinos de antaño.

Su tarea sería recompensada (o pagada) con una Merced Real en territorio cordobés, cuyo nombre se conocería en los siglos siguiente como Merced de los Vázquez (entre departamentos de Río Segundo y Río Primero). Su descendencia futura, hoy universitaria, iba a recordarlo como un tiempo pretérito de grandes aventura por mares orientales y exóticos países de ese imperio donde no se ponía el Sol.

Y anclaron así finalmente todos estos lusitanos de Alta Mar en tierra firme, convertidos ahora en marinos de agua dulce, súbditos de la casa de Austria donde Córdoba del Tucumán su ciudad más austral, los recibiera con los brazos abiertos... Luego de dos siglos y más, de peregrinaje por los océanos del mundo.

Recordando con alegría a Enrique el Navegante, su mentor, y con el dolor al joven Sebastián de Portugal siempre bello, soñador e imprudente. Pero que dio sin saberlo un giro completamente distinto a sus lejanos súbditos de ultramar.

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