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JRM
30-jun.-2019, 15:38
José Ramón Muñiz Álvarez“
LA NIEBLA EN LOS PAISAJES DE LACIANA”

-No hay niebla en los paisajes de Laciana-. Así lo dicen muchos, si pregunto: la niebla no es corriente en esta zona, no suele verse niebla en los contornos, y, acaso, algunas veces, el nublado parece recordar a las Asturias, que quedan por detrás de aquellos montes. La niebla suele ser como un milagro y es raro que un milagro lo presencien las horas silenciosas de los días.
-No hay niebla en los paisajes de Laciana-. Así lo dicen todos,si es que escucho: la niebla es tan extraña en el entorno que solo queda el halo del misterio por esos robledales y los montes, por los lugares tristes donde el oso mantiene un reino virgen y apartado. Las nieblas se disipan en la zona, no existen para nadie, pues ninguno la vio como la aurora en Covadonga.-No hay niebla en los paisajes de Laciana-, me suelen contestar, si me acompañan, a veces, los mineros de esta tierra, tal vez los profesores y la gente que suele acompañarme cuando bebo el vino amargo y dulce de esta vida que a todos nos transforma en peregrinos. Y suelo responder mis desacuerdos, sincero como siempre, aunque mi origen esté detrás de todos estos montes.
¿No hay niebla en los paisajes de Laciana? También yo me pregunto, algunas veces, si hay niebla en el lugar, porque la niebla la pudo ver la voz de la mañana, la pudo ver la luz del alba misma,volando sobre el agua del embalse, callada sobre el agua del embalse. Y es bello ver la niebla en Villablino, y es bella la poesía que destila la niebla que se calla en el embalse.
Y hay niebla en los paisajes de Laciana. Habréis de conformaros, si es que existe, pues basta que lo diga la poesía, sus ecos nebulosos y simbólicos que expresan las ideas que no dicen, que cuentan las historias que no dicen, que saben entrañar significados.Decís que nunca hay niebla en esta zona que existe y que comulga con la niebla. Y hay niebla en los paisajes de Laciana.
¿Y dónde está la niebla lacianiega? La niebla lacianiega está en los castros, en toda la poesía de los castros, en un recuerdo hermoso de la historia que sigue su camino sin las minas, pues quieren ya robaros vuestros panes ganados con sudor y con esfuerzo. Está por donde escucha el urogallo las brisas que, anunciando la nevada, nos llevan del verano a un nuevo invierno.
La niebla lacianiega está en vosotros, y vive en vuestra sangre y en la historia labrada con valor desde los tiempos intrépidos de astures levantados contra esos invasores que vinieron buscando solo el oro de las Médulas, buscando solo el oro del Orallo, queriendo arrebataros el tesoro que quieren regalaros vuestros ríos, tal vez los versos míos, si me inspiran.
Vosotros sois la niebla y la poesía.

JRM
06-oct.-2019, 03:51
José Ramón Muñiz Álvarez“
LA NIEBLA EN LOS PAISAJES DE LACIANA”

I

Laciana sigue siendo
como esa lluvia fina
que llega de la altura,
rozándonos, besándonos, haciéndonos
sentir el beso triste de septiembre.
Y callan los veranos,
y duermen los veranos
soñando cercanías de un otoño
que hiere ya los robles de la zona,
que quiere recobrar su antiguo reino.


II

Y vuelve a ser hermosa
en su melancolía
la luz de los paisajes,
el sol ya derrotado que se aleja
en esos vuelos bajos por el cielo.
Y en esos vuelos bajos,
en esos vuelos tristes,
se advierte la hojarasca malherida,
que llora con tristeza esa derrota
mezquina que tal vez no fuera suya.

III

Tal vez no merecía
dormir el sueño frío,
callado de un ocaso
que ve morir un sol fuerte en agosto,
la llama de alegría de otro tiempo.
Y en unos días solo
sabemos que las nieves
serán la certidumbre de otros meses,
pues ya comienza el curso, y los muchachos
no quieren olvidar sus vacaciones.

IV

Los bellos veraneos
también nos permitieron
amar otra Laciana.
Y sé que en Villablino son hermosos
los robles de los montes que nos miran.
Y sé la indiferencia
del castro que vigila
los pasos de quien sigue su camino,
quizás con el lamento de ese soplo
que hiela lentamente al que pasea.

V

La ruta verde duerme
la siesta del otoño,
la siesta que festeja
quizás una derrota declarada,
pues es una derrota declarada.
Y el canto del riachuelo
nos habla, con sus aguas
manchadas por la sangre y por el oro,
de aquellas viejas guerras contra Roma,
la Roma que se pierde entre los siglos.

VI

Y el caso es que los siglos
no quieren apurarse,
no saben apurarse
como esa espuma vil, ola con ola,
esas costas mías que están lejos.
Sabed que cada siglo
disfruta enmudeciendo,
guardando ese tesoro del secreto
que siempre los curiosos husmearon,
quién sabe si con buen o mal olfato.

VII

Y perros husmeando
los días del pasado,
las horas arrastradas
por vientos poderosos al vacío,
no pueden alcanzar ese propósito.
Existe algo romántico
quizás en esos robles,
quizás en esos castros de otro tiempo,
quizás en el otoño, en la derrota
febril de ese verano que se apaga.

VIII

Y somos como el mundo
que muestra ese paisaje
de musgos y hojarascas:
un tiempo que se fuga en Villablino,
un viento que se pierde en Villablino.
Y llora cada rama
la pérdida del tiempo,
y el aire se hace triste y nos anuncia
los golpes de un enero endurecido,
los golpes de un invierno desalmado.

IX

Y el golpe del invierno
sacude nuestro rostro
de modo diferente,
pues nunca nos humilla, si nos daña,
rozándonos la piel con su rudeza.
De nuevo cada nube
vendrá con las ventiscas
a darle el verde bello y merecido
del campo de esta tierra que, de nuevo,
podrá resucitar en primavera.

X

Laciana sigue siendo
como esa lluvia fina
que llega de la altura,
rozándonos, besándonos, haciéndonos
sentir el beso triste de septiembre.
Y callan los veranos,
y duermen los veranos
soñando cercanías de un otoño
que hiere ya los robles de la zona,
que quiere recobrar su antiguo reino.