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KIMO
13-oct.-2016, 07:54
Por medio de él tenemos la liberación por rescate mediante la sangre de ese, sí, el perdón de nuestras ofensas (Efes. 1:7).

El sacrificio que Jesús hizo al entregar su vida por la humanidad significa mucho para quienes lo amamos a él y a su Padre (Gál. 2:20). Sin embargo, lo que realmente nos liberó del pecado fue lo que Jesús hizo después de su muerte y resurrección. De hecho, a eso apuntaban las instrucciones de la Ley para el Día de Expiación. Ese día, el sumo sacerdote entraba con parte de la sangre de los sacrificios animales en el Santísimo del tabernáculo —y más tarde del templo—, y allí la presentaba ante Jehová, como si estuviera en su presencia (Lev. 16:11-15). De la misma manera, tras su resurrección, Jesús subió al cielo y allí presentó el valor de su sangre humana ante Jehová (Heb. 9:6, 7, 11-14, 24-28). ¡Cuánto agradecemos que lo hiciera! Gracias a nuestra fe en el valor de esa sangre, Dios nos perdona los pecados y podemos disfrutar de una conciencia limpia

KIMO
15-sep.-2019, 14:58
El mundo de hoy es muy permisivo.
El pecado ya no se ve mal,
así que muchos ni siquiera saben que tienen que ser rescatados de él.

Y cada vez más personas se dan cuenta de que tener
un estilo de vida sin reglas no las hace realmente felices.
Hasta que no hablan con los testigos de Jehová,
muchas no saben qué es el pecado.


Las personas de buen corazón sienten un gran alivio
cuando aprenden que Jehová, debido a su profundo amor
y bondad inmerecida, envió a su Hijo para rescatarnos del pecado
y de su consecuencia: la muerte (1 Juan 4:9, 10).

Pablo escribió lo siguiente sobre el amado Hijo de Jehová:
“Por medio de él tenemos la liberación por rescate
mediante la sangre de ese, sí, el perdón de nuestras ofensas,
según las riquezas de su bondad inmerecida [la de Jehová]” (Efes. 1:7).

El sacrificio de rescate de Cristo
es la mayor prueba del amor de Dios,
y nos da una idea del gran alcance de su bondad inmerecida.
Nos consuela saber que, si tenemos fe en la sangre que Jesús derramó,
nuestros pecados serán perdonados
y nuestra conciencia quedará limpia (Heb. 9:14).

Sin duda, esta es una buena noticia que debemos proclamar.