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Porcia
12-mar.-2008, 08:06
Cuando Alemania invadió su país en 1939 Irena era enfermera en el departamento de Bienestar Social de Varsovia, el cual manejaba los comedores comunitarios de la ciudad.
En 1942 los nazis crearon un ghetto en Varsovia. Irena horrorizada por las condiciones en que se vivía allí, se unió al Consejo para la Ayuda de judíos. Consiguió identificaciones de la oficina sanitaria, una de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Como los alemanes invasores tenían miedo de una posible epidemia de tifus, permitían que los polacos controlasen el recinto.

Pronto se puso en contancto con familias a las que ofreció llevar a sus hijos fuera del ghetto... pero no les podía dar garantía de éxito.
Comenzó a sacar niños en ambulancia como víctimas de tifus, pero se debió valer de todo lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos de allí: cestos de basura, caja de herramientas, sacos de verduras, ataúdes...
Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los 10 centros del Deparetamento de Bienestar Social; con su ayuda elaboró cientos de documentos falsos con firmas falsificadas dándoles identidad temporaria a los niños judíos.

Irena vivía la guerra pensando en los tiempos de paz. Por eso no le bastaba solamente mantener a esos niños con vida, quería que pudieran recuperar sus verdaderas identidades, sus historias personales, sus familias.
Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades; anotaba los datos en pequeños trozos de papel y los guardaba dentro de latas de conserva que luego enterraba bajo un manzano en el jardín de su vecino.
Allí guardó el pasado de 2500 niños.

Cuando los nazis supieron de sus actividades fue detenida por la Gestapo y llevada a prisión donde fue brutalmente torturada: le rompieron los pies y las piernas.
Irena era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos, soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los niños ocultos.
Fue sentenciada a muerte, una sentencia que nunca se cumplió porque camino al lugar de ejecución el soldado que la llevaba la dejó escapar.

Al finalizar la guerra, Irena destapó los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2500 niños que colocó en familias adoptivas. Los reunió con sus parientes diseminados por toda Europa, pero la mayoría había perdido a su familia en los campos de concentración.
Los niños solo la conocían por su nombre clave: Jolanta. Años más tarde su historia aparece en un periódico acompañada de una foto suya de aquella época lo que posibilitó que muchos la reconocieran.

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Irena hoy tiene 97 años y reside en un asilo del centro de Varsovia. Su habitación está repleta de fotos en los que posa con algunos de aquellos niños judíos sobrevivientes a los que ayudó o con los hijos de ellos.

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