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Alejandra Correas Vázquez
17-jul.-2014, 20:48
3 --- CÓRDOBA DE LA NUEVA ANDALUCÍA

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Siglo XVI. Viaje al Tucumán.

Así concluyó su relato el viejo guerrero contemplando a su hijo nacido del cruce de su simiente mora con la simiente americana.

—“No volví a ver a Muzá, mi padre, ni a sus amigos Hixam, Zulimán e Isaí”— concluyó por último

A su alrededor en medio de la noche, lo rodeaban las crestas andinas con su corona de nieves eternas. Su hijo ya de pie, puso las manos sobre los hombros de aquél que fuera antaño Omar Ibn Muzá, ahora Juan de Granada, su padre, un encomendero español del Perú.

—“¡Levántate padre!”— díjole su hijo —“Yo no he venido solo, pues voy a un viaje largo y no deseo dejarte aislado en la soledad de esta Encomienda.”

—“¿Vuelves a partir? ¿Has heredado mi destino aventurero?”— contestóle el padre

—“En cierta manera sí, pero no del todo... Allá dentro de la casa te espera la antigua servidora del Sol Inti, mi madre, la virgen profanada. Y además mis tres hermanas que ya te han hecho abuelo, pues no deseaban para ellas el proyecto virginal. Sus esposos son españoles y te sorprenderá uno de tus nietos con cabellos color oro como el Sol Inti, pues su padre es un capitán vasco”

—“¡Esta sorpresa me deja mudo!”

—“Pues no quedarás mudo, ya que habrán de hablar todos largamente”

—“Y... ¿Hacia dónde te diriges en ese caballo airoso y enjaezado?”— volvió a preguntarle el padre al ver que su hijo había montado nuevamente

—“En dirección a la Cruz del Sur, pero siempre dentro de las tierras de este Virreinato del Perú, que es mi patria”— contestóle su hijo

—“¿Un largo camino acaso?”

—“Sí, es largo... Voy hacia el Tucumán. Allá, en esa gran provincia del sur de este inmenso virreinato, la vida comienza y se fundan ciudades nuevas donde antes nada existía. Quiero ser parte de ese nacer”


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Los caminos iban abriéndose para el corcel y su jinete. Cordillera, altiplano, quebradas, pampas, fueron quedando a sus espaldas. El hijo de Omar Ibn Muzá no llevaba tesoros en sus alforjas. Llevaba su juventud. Muy lejos suyo habían quedado las pedrerías preciosas de Granada y los oros del Cuzco. Aquélla era para él, una historia concluida que se alejaba sin retroceso.

Este mundo nuevo, aislado, apartado de las grandes ciudades no sería fastuoso en fortunas materiales. El Tucumán se desarrollaría para otro proyecto, y el joven lo había comprendido antes de llegar a destino.

El arribo luego del lento y largo camino se produjo finalmente. La vida comenzaba para muchos en esta sociedad tucumana que aún no tenía forma. Todo era nuevo. Era el tiempo de la colonización, donde familias completas arribaban para poblar ciudades a las que había que fundar, algo muy distinto al período de aventureros aislados como los que llegaron en otro tiempo, junto con su padre. Estos habitantes nuevos eran fundadores con esposas e hijos llegados de ultramar, instalando sus hogares en aquel escenario virgen e inexplorado.

El Tucumán era un territorio de destierro o de refugio, para un grupo cultural que había decidido apartarse de la historia de su tiempo. No tardó el joven en comprobar que existía en estas familias una clara herencia mora y hebrea, y él comenzó por curiosidad a hablar en lengua árabe —que bien conocía— con ellos, saludando al entrar con un “Salamu Aleikum”. Se iniciaba un proceso civilizador y lingüístico nuevo, donde el hablar “criollo” (como se llamaría más adelante) reuniría elementos quichuas (nativo) y árabes, junto con el buen castizo. Pues las palabras que los moros iban a transmitir en el Tucumán, no se hallaban incorporadas al castellano de España (que recibió otros aportes pero diferentes). Su inserción se produjo allí, dando pauta de la presencia morisca en los primeros tiempos coloniales.

El hijo de don Juan de Granada, conocido Encomendero del Perú, posó su mirada sobre aquel mundo en formación. Virginal y selvático. No podían saquearse templos, había que edificarlos. No podían devastarse palacios, donde sólo existía la sombra del Tala para refugiarse. Había que edificarlo todo ...pues nada había.

Había que trazar las calles. Amasar el adobe. Construir las chalupas para navegar por los ríos. Había que comenzar una vida ciudadana absolutamente de la nada. Contando al llegar, únicamente con un plano dibujado con excelentes medidas, salidas del escritorio de un ingeniero del rey. Y estas familias en la mitad del siglo XVI, habíanse empeñado en tal empresa buscando fundar una vida nueva, en esa soledad abismal que dispusieron elegir para sus hogares.

Y él que era hijo de dos profanaciones —Cuzco y Granada— de dos reinos saqueados, comprendió que su experiencia era inédita en tales términos. En vez de robar riquezas, había que invertir riqueza para esa construcción nueva. Todos cuántos al Tucumán llegaban traían dinero, eran inversores, lo que facilitó que sus ciudades, caminos, escuelas, monasterios e iglesias, se edificaran y prosperaran rápidamente. Su padre no fue menos espléndido con su hijo, pues habíalo provisto de una buena bolsa con monedas de oro.

Al pasar veinte años, en 1573, ya estaba casado y tenía dos hijos que heredaron los ojos color oliva de su padre. Habían pasado sólo 81 años desde la capitulación de Granada. Su padre aún vivía con la mente clara y su altivez propia, pues la vida tranquila en el campo de sus últimos cuarenta años, como Encomendero, habíale otorgado esa larga duración. Cada cuatro años el hijo lo visitaba, dado que hacía un viaje al Perú llevando los productos de la fértil tierra tucumana. Para ello adquirió carretas, caballos, bueyes, y con su caravana estableció una buena base de progreso. Había heredado sin duda la capacidad comercial de su abuelo Muzá.

Transformado ya en un tucumano por derecho adquirido, vino a encontrarse con otra ...¡gran sorpresa!... Una expedición nueva extendería al Tucumán más allá de la Salina Grande, la cual hasta entonces era su límite. La dirigían un antiguo príncipe morisco y un capitán de origen hebreo nombrado gobernador, ambos de Sevilla, y ambos por cierto bautizados. Cuyos nombres y apellidos cambiados al castellano (como ocurría siempre) borraban su pasado. Pero eran “Cristianos Nuevos”. Es decir, ambos estaban circuncisos igual que su padre, como exigen las religiones de Mahoma y de Moisés. Debido a que la Inquisición comenzaba a hacer estragos en el Perú, estos dos caballeros sevillanos, muy ricos —que compraron barcos propios en España y carruajes con caballos en Perú— buscaban fundar una ciudad muy alejada, pasando más allá del Salinar.

Pero detrás de ellos también escondíase un secreto. Sólo tres años antes, 1570, había fracasado el levantamiento árabe en la Sierra Nevada (Las Alpujarras) conducido por el príncipe Omar el Omeya (bautizado como Fernando Valor) quien instauró durante tres años un reino árabe, dentro de un reino español católico e intolerante. Fue abatido por don Juan de Austria. Un año después la batalla de Lepanto dio fin a las esperanzas orientales. Juan de Austria volvió a ser el vencedor, esta vez del Gran Turco.

En el llamado “Levantamiento de las Alpujarras” se enfrentaron dos ejércitos, venciendo el hijo menor de Carlos V. Pero el caso era que una gran población de familias habíanse afincado en la zona, ante la convocatoria del último de los príncipes Omeyas. Y pudieron eludir los cercos, bajando de allí por cantidad de pasos montañeses conocidos solo por ellos. Las Alpujarras se vaciaron en aquel momento, al ver todos la esperanza perdida. Fue para ellos “El Fin de la Esperanza”. Este es el momento clave donde se produce una gran emigración hacia el Imperio Español de Ultramar, distribuida por todas sus colonias.

Los dos caballeros recién llegados al Tucumán traían para el joven una misiva de su padre, pues eran andaluces como Omar Ibn Muzá, hijos del Al-Andalus, como llamóse en su conjunto el reino árabe español. Se entiende con claridad que fue en lengua árabe todo el diálogo que entre los tres sostuvieron, para no ser escuchados por personas ajenas al proyecto. Por esto él no dudó en ponerse en camino junto a ellos, guiando la inmensa caravana de cuarenta familias que buscaban una nueva tierra para radicarse.

¡Y la hallaron! ... El 6 de Julio de 1573. Una nueva Sierra Morena, muy semejante en color y forma a aquélla de Córdoba la Sultana, circundada por un cinturón serrano gracioso y nostálgico, fue el marco apropiado para fundar la ciudad de “Córdoba de la Nueva Andalucía”. La cual más adelante sería la más próspera de todo el Tucumán. En ella los Jesuitas cincuenta años después (1620) crearían la Universitas Cordubensis Tucumanae (Universidad de Córdoba del Tucumán, pues esta ciudad tiene dos nombres válidos) que fue la primera universidad de Argentina.

... Pero todavía era sólo un proyecto ¡Había que edificarla!


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PD. El erudito don Juan Yasser, palestino, nacido en Jerusalén, radicado en Córdoba, realizó el estudio lingüístico sobre la ingerencia del árabe en el hablar criollo, e incluso entre las lenguas nativas del territorio argentino como ser el quichua y el guaraní, desde la época colonial. En una corriente separada al arabismo propio que contiene el castellano. Remítase a su obra para mayor interés.

Alejandra Correas Vázquez
17-jul.-2014, 20:52
Omar habíase integrado al círculo de amigos de su padre Muzá, el mismo día de 1492 en que Rey Boabdil de Granada capitulaba. No escuchó ruidos de clarines ni tambores, el grito de guerra no tocó su oído. Los carros de combate hallábanse guardados y no fueron usados.

Los granadinos renunciaron a la violencia, antes de emplearla, negándose a la sangría inútil. Su capitulación pacífica los puso unas vez más de aliados voluntarios de Castilla, sin ningún muerto en cada bando. Como ya fuera antes. Era aquélla la antigua tradición oriental de la dinastía Nazarí de Yussuf, que diera brillo a Granada y a la Sierra Nevada... Mientras en la casa de Omar los amigos de su padre extendían un tablero de ajedrez, para complacerse en un brindis de paz.

—“Las embajadas turcas que ofrecieron ejércitos otomanos bien pertrechados para vencer a los cristianos, no hallaron eco en la Alhambra, donde residen nuestro gobernantes”— comentó Muzá mientras acariciaba a su hijo

—“El rey Boabdil se negó con mucha dignidad, a recibir los enviados del Sultán que llegaron hasta la costa de Ronda navegando en tres bajeles, para conferenciar con él”— aseguró Hixam

—“Granada ha preferido conservar la autonomía de la península ibérica antes de entregarla al Gran Turco. Nosotros los hebreos que llevamos dos mil años en esta tierra, desde el tiempo de Nabucodonosor, refugiándonos aquí para evitar el cautiverio en Babilonia, estamos de pleno acuerdo”— dijo con firmeza Isaí

—“Son ocho siglos y veinticuatro generaciones, desde que los árabes llegamos a esta hermosa tierra, llamados por ustedes los hebreos”— opinó Zulimán, el político

—“Ochocientos años germinando la misma tierra. Bebiendo el agua de los mismos ríos. Contemplando la misma costa del mar, con el mismo poniente y el mismo naciente. Las nieves eternas de la Sierra Nevada han sido las mismas durante ocho siglos”— acentuó el poeta Hixam

—“Los Hebreos hemos vivido en ella y para ella por veinte siglos, desde que huimos de Nabucodonosor”— acentuó Isaí

—“Aún se encuentran frescos nuestros recuerdos de esa epopeya heroica, cuando todos los habitantes de Iberia unidos en conjunto único, con sus distintos reinos y sus distinto credos, bajo las órdenes del Emir de Córdoba, Abd Al Rahman II, expulsaron al invasor normando”— expresó con énfasis patriótico Muzá

—“Córdoba aliada a los reyes cristianos expulsó al vikingo. Ahora, Granada aliada a la reina de Castilla ha rechazado al Gran Turco”— manifestó Zulimán quien siempre se expresaba con ideas de política

—“Hay quienes dicen que los Abencerrajes estaban en tratos con el Sultán. Y esto los llevó a la muerte... no por un tema de amoríos”— opinó Hixam

—“Para ser un poeta que repite cantos de amor, es muy valioso tu aporte, amigo Hixam”— le expuso Muzá

—“Los moros españoles hemos defendido por dos veces la independencia de la península ibérica. El Rey Boabdil ha devuelto ahora a Turquía los bajeles cargados de armamentos, que se supone habían aceptado los Abencerrajes”— sostuvo el poeta Hixam

—“En tiempos del general Almanzor supimos llevar batallas internas, al compás de los propios reinos cristianos españoles que guerreaban entre sí. Pero admitir que el invasor Turco entre en España... ¡Eso es inadmisible!”— corroboró Zulimán

—“Hemos licenciado nuestras tropas para salvar de la guerra a la Sierra Nevada”— insistió Muzá

—“Hemos entregado a Castilla nuestro armamento para que ella defienda a Europa del Gran Turco”— confirmó Zulimán, el político

—“Hemos capitulado en Granada... para seguir cantando poesía y creando bella arquitectura”— insistió Hixam

—“Para salvar cientos de vidas granadinas y preservar su cultura”— concluyó Isaí

Nada había cambiado aquel primero de enero de 1492. Las moriscas rodeaban las fuentes de los patios, envueltas en sus gasas transparentes. Los poetas crearon nuevas trovas. Los calígrafos las escribían sobre las paredes con letras azules. El Cadí juzgó en la Mezquita. Los averroístas siguieron en la búsqueda de su verdad doble. Los maimonistas continuaron buscando al hombre. Los talleres retomaron su labor decorando ánforas. Los tejedores su alfombra. El mercado granadino estuvo concurrido como siempre, con clientes llegados de todas las latitudes.

Esta ciudad era una de las más destacadas del continente europeo en el siglo XV. Una ciudad ampliamente liberal donde convivían los credos musulmanes, judíos y cristianos. En el centro de Granada hallábase la ciudad cristiana de Elvira, con su antigua catedral gótica, construida por los visigodos. A pocas cuadras levantábase la Gran Sinagoga, de forma cuadrada, con todo el sector hebreo de Vivarrambla. Unas cuadras más adelante la sinagoga del Rabino El Tibón, destacado erudito, el primero en traducir a los clásicos griegos.

Era una ciudad abierta, sin prejuicios de etnias ni confesionales, donde muchos castellanos destacados compraban residencias propias, como el Condestable de Castilla don Alvaro de Luna. Y sus propios rivales políticos como fueron los Infantes de Aragón. Volvióse una moda entre los nobles cristianos poseer una casa en la Granada nazarí.

Una ciudad como aquélla que miraba hacia el progreso, preocupada por la arquitectura y la poesía, con mercaderes mecenas... no podía rendir culto a la guerra. En aquel mundo primoroso, cual asoma en los arabescos y finuras de la Alhambra y el Albaicín, no había lugar para la sangría de una guerra violenta entre pueblos españoles, que compartían una misma historia desde hacía ocho siglos en Granada. Ambas razas básicas del sur español, las dos invasoras muchos siglos atrás, la árabe de Tarikh y la visigoda de Ataúlfo, ya estaban muy mezcladas. Incluso el último príncipe Omeya de Córdoba, tenía una esposa vasca, quien fue una sultana de mucho poder político.

Según constaba en las actas que se firmaron en enero de 1492 no se violarían ni propiedades ni credos, ni la vida de los habitantes de Granada. No se violarían mezquitas ni sinagogas, bibliotecas, salas de baños, jardines, familias, comercios, talleres, escuelas.

—“¡Granada está salva!”— gritó el pregonero que recorría las calles

—“¡Granada está salva!”— repitió a su vez Muzá asomándose al ventanal enrejado

—“Hemos elegido una vez más la paz para Granada”— comentó eufórico Zulimán mientras movía las fichas negras del tablero de ajedrez

—“No lograste hacer tablas”— le dijo el poeta Hixam —“He dado Jake Mate a tu rey moreno”

—“No importa quién las mueva, las piezas morenas no tienen suerte en este día, pues las blancas devoran como embrujadas”— contestóle Zulimán

—“¡Granada está salva!”— volvió a gritar el pregonero

La vida continuó de una manera normal. Ya tenía siete años Omar y entrando con esta edad a la tutela paterna, continuó sus estudios con su pedagogo Hixam, pero también fue asumiendo la responsabilidad de aprender el oficio comercial de su padre. Como rico mercader, Muzá aspiraba a que su hijo lo sucediera en el ramo. Y fue allí, en la puerta del comercio de su padre, cuando Omar observó la llegada de tropas desconocidas en Granada. Era un exótico grupo de soldados que arribaba sin tregua, causándole desconcierto.

Desmontaron de sus caballos macilentos. La tez curtida con reflejo de privaciones. Los trajes raídos y los cuerpos que no conocían la fragancia de los perfumes. Desconocían hasta entonces los granadinos la existencia de estas tropas que recorrían toda Europa, producto de las levas obligadas, donde una gran mayoría de sus componentes no hablaba ninguna de las lenguas de los reinos españoles. El niño Omar tuvo gran sorpresa al verlos, y ellos a su vez de aquel niño que llevaba borceguíes con incrustaciones de perlas. Granada, sin saberlo, era ya tras aquel cruce miradas, pasto de las llamas y el pillaje.

—“¡Hemos perdido a Granada!”— exclamó alarmado Zulimán

—“¡Hay de Granada!”— fue el lamento de Muzá



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Alejandra Correas Vázquez
17-jul.-2014, 20:55
2 -- GRANADA-- HISTORIA DEL NIÑO OMAR

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1485. Reino de Granada. Dinastía Nazarí.

Omar hizo su primera sonrisa a los cuatro meses de vida, frente a los ojos de su madre, la bella morisca Fátima. Y las miradas maternas lo siguieron en aquel paulatino proceso de las primeras palabras y los primeros pasos. Más tarde aprendió a llamarla con insistencia, ante los objetos del mundo que iban despertando su curiosidad. Y era la misma mirada dulce de su madre la que le respondía, antes de contestarle con palabras.

Colocáronlo sobre unos almohadones de seda color marfil, esparcidos por una alfombra decorada, y a su alrededor el espacio estaba cercado con un cortinado color púrpura. Su aya Haida dormía con él. Cerca del año el niño ya gateaba con movimientos felinos hasta el borde del cortinado, y tomándose de él lograba incorporarse. La luz penetraba por el ventanal enrejado, y él jugaba con ella tratando de capturarla, como si tuviese forma.

Una tarde cruzó tambaleante aquel cortinado granate que lo separaba del mundo, desde que había nacido. Y ya más seguro de sus fuerzas, libre, llegó a la sala contigua con los pasos zigzagueantes y los brazos extendidos cual un acróbata. Fátima seguíalo por detrás. La claridad que emanaba del patio arrebató las dos figuras y se iluminaron los ojos color ámbar del pequeñuelo. Agitado pero sonriente, se recortó en el marco rosado de las vestiduras transparentes de su madre. Fátima recogió su túnica de gasa y la luz que penetraba por ella, fue dibujando las formas arqueadas de su cuerpo femenil.

Omar creció y tenía ya siete años. El sol declinaba una tarde de Granada, cuya inclemencia invernal del primer día de enero, había hecho imposible caminar esa jornada por las callejas moras del Albaicín. La Sierra Nevada enviaba su helada nocturna. Tras las decoradas rejas los ventanales permanecían cerrados, en protección al frío. El aya habíase dormido junto al niño, sobre los cojines amarfilados, y la brisa helada al soplar desde las nieves eternas desveló a Omar, quien se incorporó. La luna penetraba por los vitrales coloridos del ventanal y un susurro de voces denunciaba, que otros como él dentro de su casa, eran ajenos al sueño.

Se encaminó sigiloso en su busca y presentóse de golpe ante ellos, quienes en coro entusiasta lo recibieron asombrados, pero sonrientes. Con orgullo su padre Muzá, mercader de Granada y mecenas, ricamente ataviado y enjoyado, sentó a su hijo junto a él sobre los cojines de seda. En esa sala tenía lugar la reunión de su padre con sus tres eruditos amigos. Hixam, un poeta, Zulimán, un político, Isaí, un filósofo. La belleza del niño fue ponderada por los visitantes.

—“Voy a enseñarte Omar ibn Muzá— le dijo el poeta y pedagogo Hixam —versos eternos de un Emir cordobés, que reinó al pie de la Sierra Morena, hace ya medio milenio”:

“Llegaste a mí envuelta en tus velos,
a la hora en que los cristianos tocan las campanas,
cuando la media luna brillaba en el fondo del horizonte
como la delicada línea de la planta del pie,
y con tu llegada, se iluminaron todos los colores de la ronda”

—“Así has llegado hasta nosotros bello Omar, en esta hora de silencio, para adornarnos con tu compañía”— intervino diciendo Zulimán

—“Tu presencia ha sido bienvenida, bello niño, reunidos como estamos en tertulia, en la hermosa casa de tu padre”— le expresó Isaí

—“Colmaré tu fantasía de niño con las notables hazañas de los príncipes Omeyas que hicieron el orgullo de la ciudad de Córdoba la Sultana— volvió a decirle Hixam — te contaré cómo el Emir alquimista Abd Al Rahman II tomó vuelo en un planeador desde la torre de la gran mezquita, recorriendo el cielo cordobés como un gigantesco pájaro. También fabricó un cristal muy transparente que tenía la elasticidad del cuero y en él se balanceaban los niños”

—“Yo te explicaré, bellísimo Omar, de qué forma la dinastía Yussuf de este reino Nazarita de Granada, llegando de Túnez dio belleza y poderío a nuestro reino. Ella hizo de esta ciudad decorada por nieves eternas, la urbe oriental más importante del continente europeo, transformándola en cabecera del reino árabe español.”— expresóle Zulimán, que era especialista en política

—“Pero siempre debes tener en cuenta, hermoso niño, que hay dos mundos que conviven. —volvió a hablar Hixam— Siempre hay dos espíritus dentro de uno mismo. La Doble Verdad es el misterio de la verdad. Así nos dijo Ibn Rush (Averroes), y los averroístas mantenemos vivo su pensamiento sobre la coexistencia entre dos opuestos, que en realidad se apoyan mutuamente.”

—“Así hemos hecho en Granada La Pacífica, durante siglos, tratando Paz con Castilla para unificar un suelo ibérico y único. La ciudad de Granada ama la paz y nunca irá a la guerra. Porque la Verdad es la unión de dos elementos que forman una misma humanidad”— acentuó Zulimán en forma solemne y quedó callado

—“Yo te contaré, bellísimo Omar, de qué forma mi antepasado el Visir Samuel, hebreo como yo, dio belleza y poderío a Granada haciendo de esta ciudad decorada de nieves eternas, la más importante del Al-Andalus. Pero hay algo todavía más importante, debes recordar siempre que eres un hombre, y el hombre es, él mismo, un poder divino que todo lo logra. Estas fueron las palabras de Moshé ben Maimón (Maimónides) que harán fuerte tu alma, tu espíritu y tu vida”— concluyó Isaí

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Alejandra Correas Vázquez
17-jul.-2014, 21:05
¡Y sangre corrió por Granada! ¡Sangre en el Perú, por los valles del Inca! Sangre de años por tierras sudamericanas. Sangre... por la cordillera de los Andes cruzada en todas sus direcciones, y por el río Amazonas (Marañón en ese tiempo) surcado de orilla a orilla. Sangre de años por todas las tierras americanas. Las tierras de la raza roja, la raza vencida. Mientras la negra barba morisca de Juan de Granada fue tornándose gris, y empalideciéndose el brillo de sus ojos color oliva, de manera tal que muy difícilmente podía advertirse en ellos al niño Omar... Aquel niño granadino que naciera en el Albaicín, a los pies de la Alhambra.

—“Una mano piadosa me retiró de aquel lugar donde en la pira inquisitorial ardía mi madre Fátima, en medio de un festejo múltiple con espectadores vencedores. Y me llevó a un convento donde me bautizaron con el nombre de Juan... Así dejé desde entonces de llamarme Omar Ibn Muzá”— relató don Juan a su hijo

—“Es más dura tu historia de lo que yo pensaba”— le reconoció el joven

—“Y fui yo uno de los tantos Juanes que partieron de los puertos españoles rumbo a las Indias misteriosas. Estas Indias que prometían olvido ... riqueza ... gloria”

—“¿Llegó para ti ese Olvido?”

—“No. Nunca llegó. Quise saber desde el abismo de esa maraña conquistadora en el Perú... qué sintieron aquéllos cuando echaron las llamas sobre los dulces ojos de Fátima. O qué hicieron con aquel cortinado color púrpura, junto al cual dormía en mi infancia sobre cojines, y que yo sentía que me cobijaba como una mano envolvente. Quise ser unos de ésos que encendieron la pira ante mí, pues los parientes debíamos estar presente frente a la hoguera, en escarmiento religioso”

—“Demasiado cruel para un niño, es por eso que nunca me relataste antes estos sucesos”— dijo comprendiendo el hijo

—“No deseaba enredarte con mis fantasmas, hijo”

—“Te lo agradezco. Pero ahora ya soy adulto y puedo escucharte, prosigue padre”

—“Quise saber también, qué sintieron aquellos soldados castellanos que se llevaron de nuestra casa en el Albaicín, a mi padre Muzá, con un destino ignoto. Nunca volvimos a verlo. Que enmudecieron las voces de los averroístas y los maimonistas, que cegaron a los poetas moros, que cortaron las manos de los calígrafos cuando escribían las elegantes letras árabes, que nadie supo más leer en Granada... Y tal vez, siendo yo ellos y ellos yo, podría alejar mi mente de aquella plaza donde ardió Fátima ante mis infantiles ojos”

De pronto el viejo guerrero calló, y su hijo conmovido acompañó su silencio. La cordillera andina ya era inadvertible, pues el manto nocturno la envolvía. Un mayoral indio, de larga nariz quichua, acercóles una lámpara pues ellos permanecían afuera, ensimismados, sin sentir frío ni calor. El padre continuó de esta manera:

—“Díjeme incluso, que al arrebatar los refulgentes hábitos rojos trenzados con hilos de oro, que llevaban los príncipes Orejones, podría restituirme aquellas ropas bordadas de rubíes que mi aya Haida me quitó arrojándolas, para ocultarme. Yo fui corriendo con ella tomado de su mano por las sinuosas calles empedradas del Albaicín, cuando nuestra gran casa blanca fue invadida. Y mientras huíamos siguiendo la orilla del río Darro, admiré desde abajo la hermosura majestuosa de la Alhambra, erguida sobre el costado rocoso del frente”

—“Duras son tus experiencias de niño, padre mío”— comentó el hijo

—“Creí entonces en aquellos turbulentos días de la conquista, que al adueñarme de sus lujosas prendas incaicas, volvería a calzar mis borceguíes incrustados con pequeñísimas perlas ...¡Aquellos borceguíes traídos de Túnez!... que me regalaron en mi séptimo cumpleaños, el último que pasé junto a mi padre Muzá, para caminar a su lado de paseo por Vivarrambla hasta la Puerta de Elvira”

—“Nada has olvidado padre mío”

—“Pensé también, al tocar tanta riqueza con mis manos, en volver a caminar por el empedrado de Granada nuevamente con mi fez y con las anchas mangas de mi túnica... Otras veces, mientras nos repartíamos el botín del Templo de la Luna, coloqué una alianza en mi dedo que pensé, fuera el anillo de esmeralda que Muzá, mi padre, llevaba el día que vinieron a prenderlo”

—“¿Qué buscabas realmente, padre mío?”

—“Era al niño Omar a quien yo buscaba. Pero al amanecer, cuando el sol iluminó los despojos del Cuzco comprobé, con dolor, que aquel tétrico escenario desangrado no era la plácida Granada de mi infancia”

—“Nunca, padre, llegaste a ser Juan”— volvió a sentenciar el hijo

—“No ...No me fue posible... Pues cuando invadí la casa de los Amautas, los sabios del incaísmo, yo era Omar quebrando las voces de Ibn Rush y Ben Maimón (Averroes y Maimónides) y de los averroístas. Y cuando invadí el Templo del Sol, era Omar quien incendiaba la gran mezquita de los Emires Omeyas”

—“Se perdió el Reino de Granada de los árabes, como se perdió el Tihuantisuyo de los Incas.”— expresó por último el hijo

—“Habíame dicho el poeta Hixam, amigo de mi padre y pedagogo mío, que el Emir de los Creyentes, el primero de ellos en reinar en la ciudad de Córdoba la Sultana, escribió la siguiente cuarteta:

¡Oh! ¡Tú a quien acecha la muerte!
¿Hasta cuándo te alucinará la esperanza?
¿Hasta cuándo has de temer la caída,
si puedes considerar que ya te ha acontecido?
¿No ves que por vivir no vives?
Mientras que has hecho de tu vida, una muerte eterna.

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Alejandra Correas Vázquez
17-jul.-2014, 21:10
El cálido viento del verano se extinguía en aquel anochecer, al pie de las nieves eternas sudamericanas. Padre e hijo parecían aliviarse de la tensión que habíalos dominado. El silencio andino iba apoderándose de la Encomienda en su expresión de tiempo, durante el cual la vida de Juan de Granada, antiguo Omar ibn Muzá, se fue apaciguando. Miró a su hijo, levantó su frente y lo observó como deseando hablarle, como quizás nunca lo hiciera hasta ese momento.

—“¿De quién es la culpa de esta sangre derramada, hijo mío? ¿De toda la que ha corrido por este imperio y en estas Indias promisorias? ¿Quiénes las derramaron?”

—“Ustedes, los conquistadores”— volvió a sentenciar el hijo

—“¿Y quienes somos los conquistadores? ¿Qué es España y cómo surgió dando vueltas al mundo? ¿Y qué ha sido de mi Reino de Granada, donde yo nací?”

Ante aquellas preguntas el hijo quedó pensativo. Su padre al quedarse solo con él, como única familia, había llenado su infancia de relatos llenos de misterio y cargados de fantasías orientales. El joven aún las recordaba, pues de niño había deseado volar en una alfombra mágica y navegar junto a Simbad.

—“¡Granada!” —dijo el joven— “Granada, tu patria, tu reino, tu mundo oriental... A veces he creído conocerla imaginándomela en la descripción que me han brindado tus palabras”

—“Granada capitulaba el mismo año en que el Gran almirante llegó a las Indias, como explorador. Colón portaba en sus carabelas astrónomos granadinos”— recordó su padre

—“Una coincidencia escrita en el destino”— expresó el hijo

—“Sí. Dolorosamente cierta. Así fue esa capitulación de Granada en 1492, sin presentar batalla, a fin de salvar la bella ciudad y sus habitantes. En aquellos días yo aprendía a leer en letras árabes, y el poeta Hixam, amigo de mi padre Muzá, me enseñaba las primeras rimas, que después te repetí sobre mis rodillas. Vivían en tu niñez mucho granadinos en el Perú, cuyo nombre de bautismo no logró borrar la lengua árabe de nuestro nacimiento. Y nos juntábamos en forma asidua para hablar entre nosotros y recitar las suras del profeta Mahoma, escondidos por cierto de la vista de otros”— el viejo guerrero se puso de pie

—“Fue la primera lengua que me enseñaste”— recordó el hijo

—“No quería olvidarla, por ello lo hice. Pero Castilla impuso la suya en todo el imperio colonial, y a ella se sometieron también vascos, aragoneses, asturianos, valencianos, flamencos, lusitanos... quienes asimismo llegaron en los primeros tiempos al Perú”

El crepúsculo invadía el paisaje con sus colores. La nieve eterna volvióse violeta. La Pachamama ejercía su presencia a esa hora, donde la naturaleza se vuelve más poderosa que el hombre. Don Juan cautivado por el ambiente, sintió la necesidad de expresar toda su dolorosa intimidad, al único hijo que habíalo acompañado desde el nacimiento.

—“Mira, hijo mío, tú has nacido en un mundo en construcción. Llegaste a la vida en el Virreinato del Perú, donde a cada instante hay proyectos nuevos. Yo en cambio, había nacido en un mundo construido. Cada hoja estaba en su tallo. Cada pájaro en su nido. Eso palpé en mi infancia, y cuando hube de salir de ella, cuando debí recibir el mensaje paterno a partir de los siete años según nuestras tradiciones moriscas ...¡Mi mundo ya no existía!... Granada era mi patria, mi reino, y ya no la tenía ¿Cuál era mi culpa?”

—“No. En aquel tiempo, padre, no tenías culpas”

—“Yo también sufrí mucho sin merecerlo, pues perdí a mi familia en la infancia y además perdí a mi país”— se sinceró el padre

—“No merecías sufrir siendo tan pequeño al capitular Granada”

—“La capitulación que firmaron los cristianos con los granadinos, no se cumplió. Fue violado por ellos aquel pacto firmado en enero de 1492. Granada no subsistió, como estaba convenido. Vi su destrucción, como después yo destruí al Inca. Conquisté para un rey que no era el de Granada. Con una insignia de combate que no era del Profeta. Con un nombre de bautismo, Juan, que no era aquél que me habían dado mis padres... Omar”

—“Omar convertido en Juan ... ¿Destructor o vengador?”— preguntóle esta vez el hijo

—“Pues allí está mi incógnita, Juan de Granada el conquistador de Indias, el profanador de Vírgenes Solares, el verdugo de los sabios Amautas... había sido antes Omar, el hijo de Muzá y Fátima, un niño de Granada ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Quién fui?”

Una mudez tácita se apoderó del padre y su hijo, en aquella dimensión de la Encomienda que comenzaba, debido al ocaso, su reposo diario. Frente a ellos, los chacareros indios desfilaban dejando su labor en busca del descanso. Para esos labriegos que trabajaban a la diosa Huallpa —la tierra fértil— nada había cambiado por siglos. Su tarea de siembra seguía siendo la misma, día a día, cualesquiera que fuesen sus dirigentes.

El virreinato del Perú era ahora un tiempo diferente, de construcción y organización, lleno de avances y nuevas fundaciones. Pues éste era el reino de Felipe II, donde no se ponía el sol. Una era de reconciliación impuesta por este gran soberano y administrador eficiente, quien cambió todas las pautas que sacudieron la vida de don Juan de Granada —transformado ahora en Encomendero— olvidado ya de sus lances guerreros.

En 1492 había capitulado el gran Reino de Granada, fueron expulsados los judíos —el Sefarad— del territorio español, y Colón (un presunto judío) descubrió América... Pero la muerte en 1504 de la reina de Castilla, Isabel de Trastamara y Lancaster (Isabel la Católica), convertiría estos hechos en tragedia. Colón perdió el apoyo oficial y llegó a ser perseguido. Comenzó la conquista de Méjico y Perú. Y los pactos firmados con Granada no fueron cumplidos.

Alejandra Correas Vázquez
17-jul.-2014, 21:11
DEL ALBAICÍN AL TUCUMÁN

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Por Alejandra Correas Vázquez

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TRÍPTICO

I........Virreinato del Perú
II......Reino de Granada
III.....Córdoba del Tucumán

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1---DIÁLOGOS ENTRE UN PADRE Y SU HIJO --Siglo XVI. Virreinato del Perú.

Era en el atardecer de una vida, cuando en el atardecer de un día, el guerrero olvidado contemplaba a su hijo mestizo erguido a su frente, muy altivo y hermoso en su caballo.

—“¡La he encontrado, padre!”— díjole sin haber aún desmontado

—“¿Es posible?”

—“Sí padre... He encontrado a mi madre...”

—“Ella se apartó de mí hace veinte años cuando tú eras pequeño, y volvió a sus oratorios del Sol Inti, escondidos en la cordillera andina. Y además se llevó con ella a tus tres hermanas mayores a ti, para convertirlas en vírgenes solares. Eras el varón, el menor, y exigí preservarte a mi lado”

—“Quise encontrarla y conocerla. Tengo ese derecho, padre”

—“No te niego los derechos, hijo”— contestóle el padre —“Pero... ¿Quién tiene y quién es el que no tiene los derechos”

—“Tiene derechos, el que no tiene culpas”— sentenció el joven

—“¿Y quién tiene esas culpas?”— preguntóle otra vez el padre mirando a su hijo, cuyos ojos penetrantes le contestaban con su silencio

—“El que ha sufrido sin merecerlo, padre”

—“Sí, ya sé lo que dices ...Soy el culpable... Yo soy Juan de Granada, el conquistador de Indias, y ella la Virgen del Sol, quien fue mi víctima”

—“Con todo el amor que siempre te he dispensado, padre mío, por duro que sea para ti... es así como yo pienso. Por ello fui en busca de mi madre, pasando mil peripecias para ello”

—“¡Sí, soy Juan de Granada, conquistador del Perú!... Pero también soy, y no lo he olvidado, el mismo que antaño en lejanos tiempos, al nacer muy lejos de aquí, me llamara Omar ibn Muzá. Un niño crecido en el Albaicín a los pies de la Alhambra, en un mundo oriental muy diferente al resto de los acontecimientos de mi vida”

Las crestas nevadas de la cordillera andina sudamericana recortábanse sobre la luz rosada del atardecer. Llevando a cuestas sus años, pero todavía de porte altivo, luciendo sus altas botas españolas que le brindaban una apostura de varón, don Juan contemplaba a su hijo. Siempre había estado orgulloso de él. Lo concibió a edad madura, como fueron todos aquellos conquistadores del Perú luego de un periplo aventurero de muchos años desde Cuba a Méjico y Golfo de Darién, hasta arribar al imperio del Inca que conquistaron y donde se radicaron, organizando familias.

Mesaba sus barbas ahora grises que fueron siempre su distintivo, y admiraba el esplendor físico de su hijo, nacido de dos razas fuertes. Lo observaba en silencio, mientras frente suyo la Cordillera de los Andes imponía su presencia. Fue en aquel preciso momento, que a lo lejos comenzaron a emerger todos los fantasmas de su pasado, acallado por años. Como un ornato escénico la nevada cordillera andina desapareció en ese momento para él ...Y fugaces siluetas de la Sierra Nevada decorando el castillo de la Alhambra, en tiempos de la dinastía Nazarí, acudieron a la mente del antiguo guerrero.

Los recuerdos vigorosos de su vida, continua en emociones, acompañábanlo en esta existencia ahora sedentaria. Había doblado orgullosamente el codo de los años y en ese siglo XVI, presto a agonizar con sus lauros, el viejo aventurero admiraba la inmensa extensión de su Encomienda, cercada por el cordón cordillerano de nieves eternas. Al lado de él, su hijo lo observaba motivado.

Mostrábase altivo también, pero pletórico de juventud y energía. Ostentaba con garbo su barba y cabellera muy obscuras. Los rasgos mestizos eran evidentes, pero ocultos bajo el traje español, donde los ojos color ámbar y algo verdosos enmarcados por espesas cejas moriscas, heredados del padre, resaltaban junto a su aquilino perfil incásico. Todo el conjunto hablaba de una sociedad nueva naciente en las desangradas Indias Occidentales.

—“Tiene derechos el que no tiene culpas”— volvió a insistir el hijo tratando de continuar el diálogo

—“¿Y quién no tiene culpas?”— preguntóle nuevamente el padre

—“¡La Virgen del Sol! ... la virgen sagrada de un pueblo, conquistada, profanada y violada”— respondió el hijo con vehemencia

—“¿Y quién tampoco tiene culpas?”— le argumentó el progenitor

—“Dímelo tú, padre”

—“Te lo diré: ¡La mora que murió toda quemada, bajo las miradas de su niño en una noche de Granada, en la hoguera de la Inquisición!”— contestóle esta vez el padre con igual vehemencia

—“¿Quién era?”

—“Fátima. Mi madre. Como ves, hay largas partes de mi vida que nunca has conocido, hijo mío”

—“Ella tampoco tuvo culpas”— aceptó el hijo

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18-jul.-2014, 01:56
3 --- CÓRDOBA DE LA NUEVA ANDALUCÍA

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Siglo XVI. Viaje al Tucumán.

Así concluyó su relato el viejo guerrero contemplando a su hijo nacido del cruce de su simiente mora con la simiente americana.

—“No volví a ver a Muzá, mi padre, ni a sus amigos Hixam, Zulimán e Isaí”— concluyó por último

A su alrededor en medio de la noche, lo rodeaban las crestas andinas con su corona de nieves eternas. Su hijo ya de pie, puso las manos sobre los hombros de aquél que fuera antaño Omar Ibn Muzá, ahora Juan de Granada, su padre, un encomendero español del Perú.

—“¡Levántate padre!”— díjole su hijo —“Yo no he venido solo, pues voy a un viaje largo y no deseo dejarte aislado en la soledad de esta Encomienda.”

—“¿Vuelves a partir? ¿Has heredado mi destino aventurero?”— contestóle el padre

—“En cierta manera sí, pero no del todo... Allá dentro de la casa te espera la antigua servidora del Sol Inti, mi madre, la virgen profanada. Y además mis tres hermanas que ya te han hecho abuelo, pues no deseaban para ellas el proyecto virginal. Sus esposos son españoles y te sorprenderá uno de tus nietos con cabellos color oro como el Sol Inti, pues su padre es un capitán vasco”

—“¡Esta sorpresa me deja mudo!”

—“Pues no quedarás mudo, ya que habrán de hablar todos largamente”

—“Y... ¿Hacia dónde te diriges en ese caballo airoso y enjaezado?”— volvió a preguntarle el padre al ver que su hijo había montado nuevamente

—“En dirección a la Cruz del Sur, pero siempre dentro de las tierras de este Virreinato del Perú, que es mi patria”— contestóle su hijo

—“¿Un largo camino acaso?”

—“Sí, es largo... Voy hacia el Tucumán. Allá, en esa gran provincia del sur de este inmenso virreinato, la vida comienza y se fundan ciudades nuevas donde antes nada existía. Quiero ser parte de ese nacer”


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Pero detrás de ellos también escondíase un secreto. Sólo tres años antes, 1570, había fracasado el levantamiento árabe en la Sierra Nevada (Las Alpujarras) conducido por el príncipe Omar el Omeya (bautizado como Fernando Valor) quien instauró durante tres años un reino árabe, dentro de un reino español católico e intolerante. Fue abatido por don Juan de Austria. Un año después la batalla de Lepanto dio fin a las esperanzas orientales. Juan de Austria volvió a ser el vencedor, esta vez del Gran Turco.

En el llamado “Levantamiento de las Alpujarras” se enfrentaron dos ejércitos, venciendo el hijo menor de Carlos V. Pero el caso era que una gran población de familias habíanse afincado en la zona, ante la convocatoria del último de los príncipes Omeyas. Y pudieron eludir los cercos, bajando de allí por cantidad de pasos montañeses conocidos solo por ellos. Las Alpujarras se vaciaron en aquel momento, al ver todos la esperanza perdida. Fue para ellos “El Fin de la Esperanza”. Este es el momento clave donde se produce una gran emigración hacia el Imperio Español de Ultramar, distribuida por todas sus colonias.

Los dos caballeros recién llegados al Tucumán traían para el joven una misiva de su padre, pues eran andaluces como Omar Ibn Muzá, hijos del Al-Andalus, como llamóse en su conjunto el reino árabe español. Se entiende con claridad que fue en lengua árabe todo el diálogo que entre los tres sostuvieron, para no ser escuchados por personas ajenas al proyecto. Por esto él no dudó en ponerse en camino junto a ellos, guiando la inmensa caravana de cuarenta familias que buscaban una nueva tierra para radicarse.

¡Y la hallaron! ... El 6 de Julio de 1573. Una nueva Sierra Morena, muy semejante en color y forma a aquélla de Córdoba la Sultana, circundada por un cinturón serrano gracioso y nostálgico, fue el marco apropiado para fundar la ciudad de “Córdoba de la Nueva Andalucía”. La cual más adelante sería la más próspera de todo el Tucumán. En ella los Jesuitas cincuenta años después (1620) crearían la Universitas Cordubensis Tucumanae (Universidad de Córdoba del Tucumán, pues esta ciudad tiene dos nombres válidos) que fue la primera universidad de Argentina.

... Pero todavía era sólo un proyecto ¡Había que edificarla!


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PD. El erudito don Juan Yasser, palestino, nacido en Jerusalén, radicado en Córdoba, realizó el estudio lingüístico sobre la ingerencia del árabe en el hablar criollo, e incluso entre las lenguas nativas del territorio argentino como ser el quichua y el guaraní, desde la época colonial. En una corriente separada al arabismo propio que contiene el castellano. Remítase a su obra para mayor interés.


Hola Alejandra, después de leer todo el texto, creo y así lo entiendo, cometes un error histórico al decir que "Habén Humeya" (nombre con el que se reconoció a "Hernando de Cordoba Y Válor" por los sublevados moriscos), fuese abatido por "Juan de Austria".

Debemos de saber que existen al menos tres versiones de lo sucedido en las Alpujarras, pero la versión oficial, (por así llamarla), nos dice, que fueron sus propios "súbditos" los que le asesinaron, entre ellos se menciona a "Diego Aguacil" y a su primo "Abén Aboo", junto con otros cabecillas Turcos.

Hay que tener encuenta, que la revelión fué apoyada por los protectorados Otomanos afincados al norte de África, con lo cual, comenzaron ha surgir disensiones entre ellos, por su despotismo y tiranía hacia los suyos.

P.D. saludos.

Alejandra Correas Vázquez
18-jul.-2014, 08:59
XDATA:
muchas gracias por leer y comentar, en forma directa no está claro, las guerras son así, pero los granadinos de hoy lo ven como autor y publican en sus diarios la culpabilidad de Juan de Austria sobre Omar el Omeya (Fernando Valor como bautizado a la fuerza). Pero como es un heroe intenacional es intocable para todos... menos en Granada... por cierto viajando allá me enamoré del Albaicín.

Alejandra

xdata
18-jul.-2014, 13:19
XDATA:
muchas gracias por leer y comentar, en forma directa no está claro, las guerras son así, pero los granadinos de hoy lo ven como autor y publican en sus diarios la culpabilidad de Juan de Austria sobre Omar el Omeya (Fernando Valor como bautizado a la fuerza). Pero como es un heroe intenacional es intocable para todos... menos en Granada... por cierto viajando allá me enamoré del Albaicín.

Alejandra

"Al REYECILLO nuevo levantado
la muerte merecida allí le dieron:
a manos de los Turcos fue acabado,
de los que por ayuda ellos trajeron".




Creo que la fuente más fiable es la del cronista "D. Diego Hurtado de Mendoza".

En su libro, "Guerra de Granada" , relata los hechos tal y como sucedieron, los celos desmedidos por parte de "Diego Alguacil" y la codicia, o tal vez el engaño al que fué sometido "Abén Aboo", para formar parte del asesinato de su primo "Abén Humeya".

De todas formas, las crónicas ahí están para mostrarnos la verdadera historia de aquellas revuelta sangrienta en los valles y acantilados de las Alpujarras.

P.D. unos de los rincones mágicos del Albaicin....."El mirador de San Nicolás"

http://i57.tinypic.com/2nbsz5t.jpg

Un saludo.

Alejandra Correas Vázquez
18-jul.-2014, 15:06
XDATA

Creo que los moros y árabes no han aprendido la lección que tuvieron en España, allá en medio oriente actualente se siguen matando entre ellos como hicieron en el Al Andalus.Ya el propio emirato cordobés fue creado por una división entre Omeyas y Abasidas.

Mal que nos pese el imperio otomano los mantuvo unidos aunque fuera en forma tiránica. Y cuando Kemal Ataturk les impuso la modernización para llevar esas naciones al siglo XX... se separaon de él.

saludos Alejandra