parzival
24-abr.-2013, 21:58
Escrito hace varios ayeres...
Si escribo tu nombre, así, simple, sin los adornos que suelen acompañar a las letras de los enamorados; si lo plasmo en una hoja suelta, solitaria y vacía, blanca de tanta soledad; si grabo tu nombre, donde sea, en la corteza rugosa y cansada de un árbol, en la fina arena del mar, dispuesta a dejarse besar por la marea; en el mismo mar con su violento oleaje, incluso en el viento y su fugaz permanencia, ese objeto común se convertirá por gracia de lo escrito en cáliz sagrado, crucifijo de mi devoción. Y es que tu nombre no solo es bello en la forma, sino que su hermosura radica en lo que representa, pues cada letra que lo compone está llena de ti, en cada vocal, en cada consonante, se respira el aroma de tu piel con su florido acento; se encuentra el misterio de tu ser sin develar, milenario, eterno; se palpa el hechizo que emana de tu alma y que embruja en un instante; se saborea el maná divino de tus besos, la nectarina dulce de tus labios; se deja entrever a eros habitando en tu cuerpo y transmitiéndolo a mis deseos que hacen que me muestre trémulo; se lee la historia del amor y la tierra, de las pasiones que se han escrito y actuado en cada rincón de ella; de la hierba fresca que nace entre tus piernas y que se ciñe a tus brazos. Tu nombre es un mapa certero que guía sabiamente al edén, sin desviaciones, sin contratiempos; pronunciarlo es elevar una plegaria que será escuchada; es saciar la sed con vino tinto. Dejar escapar tu nombre de mis labios es comenzar a amarte. Dichosa mi boca, mis labios, que pueden pronunciarlo a tu oído.
Parzival
Si escribo tu nombre, así, simple, sin los adornos que suelen acompañar a las letras de los enamorados; si lo plasmo en una hoja suelta, solitaria y vacía, blanca de tanta soledad; si grabo tu nombre, donde sea, en la corteza rugosa y cansada de un árbol, en la fina arena del mar, dispuesta a dejarse besar por la marea; en el mismo mar con su violento oleaje, incluso en el viento y su fugaz permanencia, ese objeto común se convertirá por gracia de lo escrito en cáliz sagrado, crucifijo de mi devoción. Y es que tu nombre no solo es bello en la forma, sino que su hermosura radica en lo que representa, pues cada letra que lo compone está llena de ti, en cada vocal, en cada consonante, se respira el aroma de tu piel con su florido acento; se encuentra el misterio de tu ser sin develar, milenario, eterno; se palpa el hechizo que emana de tu alma y que embruja en un instante; se saborea el maná divino de tus besos, la nectarina dulce de tus labios; se deja entrever a eros habitando en tu cuerpo y transmitiéndolo a mis deseos que hacen que me muestre trémulo; se lee la historia del amor y la tierra, de las pasiones que se han escrito y actuado en cada rincón de ella; de la hierba fresca que nace entre tus piernas y que se ciñe a tus brazos. Tu nombre es un mapa certero que guía sabiamente al edén, sin desviaciones, sin contratiempos; pronunciarlo es elevar una plegaria que será escuchada; es saciar la sed con vino tinto. Dejar escapar tu nombre de mis labios es comenzar a amarte. Dichosa mi boca, mis labios, que pueden pronunciarlo a tu oído.
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