parzival
16-dic.-2012, 22:15
Tejimos con manos rencorosas
cada vicio, cada roce y cada beso,
cada mirada que retaba al cuerpo desnudo
y lo enredaba en su ira y en su ardor;
y en esas batallas entre piel y piel
forjamos abrazos de odio y amor
y esa ira se convertía en beso y en sello
que nos unía y nos alejaba
mientras la noche se desvanecía
en el sinsentido del amor gozoso.
No eras tú, mujer de mis manos,
ni mi corazón perteneció a tu embrujo,
no éramos el uno para el otro,
era solo tu ira la que me pertenecía
y mi violenta pasión la que te entregaba.
Sin embargo, cada noche,
por la fuerza que el coraje nos brindaba,
nos sumergíamos en ese volcán
que nace de las cadenas de la pasión
y de los gritos de los amores idos,
retornábamos a las batallas
que enviciaban a nuestros cuerpos
esperando encontrar la muerte
-o acaso el anhelado desquite-,
de tantos dolores sembrados
por otros labios y otros besos.
Pero ahora, oh enemiga mía,
mis ojos miran hacia otros lugares
tan distantes de tu sombra y de tu aliento
y mi caminar quiere prescindir de ti.
Adiós, adiós, busco mi paz
que no hallaré en tu remanso.
Parzival
cada vicio, cada roce y cada beso,
cada mirada que retaba al cuerpo desnudo
y lo enredaba en su ira y en su ardor;
y en esas batallas entre piel y piel
forjamos abrazos de odio y amor
y esa ira se convertía en beso y en sello
que nos unía y nos alejaba
mientras la noche se desvanecía
en el sinsentido del amor gozoso.
No eras tú, mujer de mis manos,
ni mi corazón perteneció a tu embrujo,
no éramos el uno para el otro,
era solo tu ira la que me pertenecía
y mi violenta pasión la que te entregaba.
Sin embargo, cada noche,
por la fuerza que el coraje nos brindaba,
nos sumergíamos en ese volcán
que nace de las cadenas de la pasión
y de los gritos de los amores idos,
retornábamos a las batallas
que enviciaban a nuestros cuerpos
esperando encontrar la muerte
-o acaso el anhelado desquite-,
de tantos dolores sembrados
por otros labios y otros besos.
Pero ahora, oh enemiga mía,
mis ojos miran hacia otros lugares
tan distantes de tu sombra y de tu aliento
y mi caminar quiere prescindir de ti.
Adiós, adiós, busco mi paz
que no hallaré en tu remanso.
Parzival