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Ver la Versión Completa : 800 aniversario. Las Navas de Tolosa



Rusko
14-jul.-2012, 06:31
Se cumplen el lunes 800 años de la batalla de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212). Es un aniversario redondo de una batalla que barrió el poder almohade y permitió la conquista del valle del Guadalquivir (la ciudad histórica de Córdoba y Sevilla) y casi el fin de la Reconquista. En caso de haber perdido la batalla, España hubiera quedado indefensa contra los almohades que, incluso podrían haber pasado los Pirineos poniendo en jaque a Francia. La Historia no sería la misma de haber perdido esta batalla (quien sabe si ahora en España estaríamos rezando de cara a La Meca)

Las autoridades españolas están en otro sitio (como siempre) y ni recuerdan esta efeméride. El ayuntamiento de La Carolina mandó invitaciones a la Casa Real para asistir a las celebraciones en la ciudad, pero han dado excusas (ancestros del rey de España lucharon en aquella batalla. El tataranieto parece que solo le interesan los elefantes). El gobierno sigue en su filosofía de “la economía lo es todo y hay que mirar al futuro”. Creo que sí ha respondido el gobierno de Navarra (uno de los reyes de aquella batalla fue el rey de Navarra).

En fin, las autoridades actuales están demasiado ocupadas en el presente y el incierto futuro como para recordar el pasado glorioso de España. Eso no ocurriría en EEUU, Francia, Reino Unido…, etc, o sea, los países que se enorgullecen de su historia. Quizá por eso sean los países más serios y más prósperos.

Pongo aquí un enlace y el texto de la wikipedia acerca de tal trascendental batalla:

Rusko
14-jul.-2012, 06:34
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Las_Navas_de_Tolosa

Batalla de Las Navas de Tolosa

La Batalla de Las Navas de Tolosa, y conocida simplemente como «La Batalla» en las crónicas de la época, tuvo lugar el 16 de julio de 1212 en la población jienense Santa Elena. La victoria permitió extender los reinos cristianos, principalmente el de Castilla, hacia el sur de la península ibérica, entonces dominada por los musulmanes.
Contenido

1 Antecedentes
1.1 Fuerzas cristianas
1.2 Fuerzas musulmanas
1.3 Movimientos previos
2 La batalla
3 Consecuencias
4 Véase también
5 Referencias
5.1 Bibliografía
5.2 Notas
6 Enlaces externos

Antecedentes

Esta decisiva batalla fue el resultado de la cruzada5 organizada en España por el rey Alfonso VIII de Castilla, el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada y el papa Inocencio III contra los almohades musulmanes que dominaban Al-Ándalus desde mediados del siglo XII, tras la derrota del rey castellano en la batalla de Alarcos (1195), que había tenido como consecuencia llevar la frontera hasta los Montes de Toledo, amenazando la propia ciudad de Toledo y el valle del Tajo.

Al tenerse noticia de la preparación de una nueva ofensiva almohade, Alfonso VIII, después de haber fraguado diferentes alianzas con la mayoría de los reinos cristianos peninsulares, con la mediación del Papa, y tras finalizar las distintas treguas mantenidas con los almohades, decide preparar un gran encuentro con las tropas almohades que venían dirigidas por el propio califa Muhammad An-Nasir, el llamado Miramamolín por los cristianos (versión fonética de «Comendador de los Creyentes», en árabe). El rey buscaba desde hacía tiempo este encuentro para desquitarse de la grave derrota de Alarcos.

Fuerzas cristianas

El ejército cristiano estaba formado por:

Las tropas castellanas al mando del rey Alfonso VIII de Castilla, el alma de la batalla y el coordinador, junto con 20 milicias de Concejos Castellanos, entre ellas las de Medina del Campo, Madrid, Soria, Palencia, Almazán, Medinaceli, Béjar y San Esteban de Gormaz. Constituían el grueso de las tropas cristianas y rondaban los 50.000 hombres. Su abanderado era don Diego López II de Haro, quinto señor de Vizcaya. A este caballero encomendó Alfonso VIII el reparto del botín tras la batalla, del que dicen las crónicas castellanas que no se quedó nada para su propio provecho.

Las tropas de los reyes Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón y Alfonso II de Portugal. Sumaban unos 20.000 hombres, en su mayoría aragoneses almogávares que al año siguiente lucharían en la Batalla de Muret. Las tropas portuguesas acudieron a la llamada de cruzada, pero no contaron con la presencia de su rey.

Las tropas de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, San Lázaro, Temple y San Juan (Malta).

Un gran número de cruzados provenientes de otros estados europeos o ultramontanos, llamados así por haber llegado desde más allá de los Pirineos. Estos guerreros, en su mayoría franceses, llegaron atraídos por el llamado del papa Inocencio III, quien a su vez había sido contactado por el Arzobispo de Toledo, Ximénez de Rada. Su número es discutible, pero se cree que pudieron llegar a los 30.000 hombres, si bien muchos de ellos no llegaron a participar en la batalla. Entre los convocados extranjeros figuraban también tres obispos, los de las ciudades francesas de Narbona, Burdeos y Nantes.

Al igual que el portugués, tampoco participó en la contienda el rey de León Alfonso IX; aunque ansiaba acudir a la batalla, convocó una Curia Regia que le recomendó que exigiera condiciones para participar en la campaña, y así, Alfonso IX respondió a su homólogo castellano que acudiría gustoso en cuanto se le devolvieran los territorios que le pertenecían. Por ello, Alfonso VIII pidió la mediación del Papa, para evitar cualquier ataque leonés. Inocencio III accedió y amenazó con la excomunión a todo aquel que se atreviera a violar la paz mientras los castellanos lucharan contra los musulmanes. Este hecho contrasta con lo sucedido años atrás, cuando el mismo Papa había obligado al monarca castellano, sin éxito, a devolver esos castillos a Alfonso IX. Ante esto, para no romper el edicto del Papa y evitar la excomunión, el rey leonés se dedicó a recuperar sólo aquellas plazas que estaban dentro de las fronteras de León, evitando así el enfrentamiento en tierras castellanas. No obstante, y a pesar de ir en contra de sus intereses a corto plazo, consintió que acudieran a la batalla contra los almohades tropas y caballeros leoneses, gallegos y asturianos, de los cuales destacan: don José Bernaldo de Quirós, Vizconde de las Quintanas y Señor de Quirós, don Manuel de Valdés, don Fernando Lamuño y Lamuño, Señor de Salas y don Francisco de la Buelga, Caballero de la Orden de Santiago.

Fuerzas musulmanas

El ejército cristiano tenía un tamaño ciertamente respetable, pero el gran número de tropas convocadas por el Califa almohade Muhammad An-Nasir (Miramamolín para los cristianos) hacía que pareciera pequeño a su lado. Su tamaño fue enormemente exagerado por las crónicas cristianas, llegando a hablarse hasta de 300.000 a 400.000 hombres, si bien hoy en día se tiende a cifrar su número en algo más de 120.000. Su composición no era menos internacional que la de su oponente:

En primera línea se situaba la infantería ligera bereber reclutada en el Alto Atlas.

Tras ésta se disponían los infantes voluntarios de Al-Ándalus, mejor armados que los marroquíes y encargados de detener las filas enemigas. Ese día, sin embargo, reinaban los recelos entre la guarnición andalusí debido a la ejecución de Ibn Cadis, el jefe de la guarnición musulmana en la fortaleza de Salvatierra, al que los cristianos dejaron marchar a cambio de rendir la plaza, y que, apenas llegado a territorio almohade, fue degollado por orden del sultán. Esto tendría consecuencias decisivas en la moral de las tropas andalusíes durante la batalla.

El propio ejército almohade se encontraba detrás de los andalusíes, con la potente caballería africana, que había sido la pesadilla de los ejércitos cristianos, cubriendo los flancos. La mayoría de sus veteranos y bien armados hombres procedían del noroeste de África, pero entre sus filas no faltaban tampoco los guerreros de todos los rincones del Islam atraídos por la llamada a la Guerra Santa.

Tras la caballería almohade, que combatía con lanza y espada, se encontraban contingentes de arqueros a caballo turcos conocidos como Agzaz. Esta unidad de mercenarios de élite había llegado a la Península tras haber sido capturados en lo que ahora es Libia durante la guerra que mantenían los almohades del Magreb con los ayubíes de Egipto.

Al final, formando una apretada línea en torno a la tienda personal del sultán, se encontraba la llamada Guardia Negra (también denominados imesebelen), integrada por soldados-esclavos fanáticos procedentes del Senegal. Grandes cadenas y estacas los mantenían anclados entre sí y al suelo, de tal manera que no les quedaba otra alternativa que luchar o morir. Desde su tienda, el sultán arengaba a sus tropas vestido completamente de verde (el color del Islam), con un ejemplar del Corán en una mano y una cimitarra en la otra. En las filas musulmanas abundaban los líderes religiosos y santones tanto como los monjes y sacerdotes en las cristianas, exhortando a ambos bandos a una lucha sin tregua.

Como curiosidad cabe destacar que, según la leyenda, las cadenas que mantenían atados a esos imesebelen, la Guardia Negra del califa, son las que incorporó Sancho VII al escudo de Navarra y que aquel ejemplar del Corán tenía una enorme esmeralda en el centro, la cual también añadiría el monarca navarro a dicho escudo.

Rusko
14-jul.-2012, 06:37
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Las_Navas_de_Tolosa

Movimientos previos

El ejército cristiano se reunió en Toledo al inicio del verano de 1212 y avanzó hacia el sur al encuentro de las huestes almohades. Durante la marcha inicial, tras la toma de Malagón, se produjo la deserción y abandono de casi todos los ultramontanos por el calor y las incomodidades y, sobre todo, por no estar de acuerdo con la política a seguir, dictada por el jefe del contingente cristiano, Alfonso VIII. Un nuevo motivo de disputa fue la posterior toma de la ciudad de Calatrava (Calatrava la Vieja), donde las tropas permanecieron detenidas para disgusto de alguno de los cruzados que querían ir directamente al encuentro de las tropas almohades. Alfonso VIII, entre otras normas, había dictado la de mantener un trato humanitario para con los musulmanes en el caso de que fueran vencidos y no llevar al último grado ni el pillaje ni los asesinatos y los malos tratos que se habían producido tras la toma de Malagón. Anteriormente, las mismas tropas ultramontanas habían causado importantes disturbios en Toledo, destacando los asaltos y asesinatos en su judería.

La partida de los casi 30.000 ultramontanos (sólo eligieron quedarse 150 caballeros del Languedoc, con el obispo de Narbona a la cabeza) mermó en buena medida las huestes cristianas, pero el ejército restante de 70.000 hombres seguía siendo uno de los más grandes que se habían visto en aquellas tierras. Aunque no muy numerosos, después de la conquista de Calatrava, se añadieron 200 caballeros navarros dirigidos por Sancho VII.

Las tropas cristianas se encaminaron hacia la zona rasa en que se encontraban acantonados los musulmanes. Es decir, Navas de Tolosa, o llanos de La Losa, puntos cercanos a la localidad de Santa Elena (donde se ha abierto un Centro de Interpretación de la Batalla), al noroeste de la provincia de Jaén. La previsión era, pues, librar una gran batalla campal. Sin embargo, An-Nasir decidió cortar el acceso del enemigo al valle, y para ello situó hombres en puntos clave, de forma tal que los cristianos quedaron rodeados por montañas, y por tanto con una muy limitada capacidad de maniobra. El escenario cambió entonces radicalmente, y en perjuicio de la coalición, que ahora ya no podría disfrutar del beneficio táctico que le otorgaba el campo abierto, sino o bien retirarse o bien luchar en clara desventaja.

A pesar de todo, los cristianos consiguieron superar la adversidad: harían el movimiento de aproximación al enemigo por el oeste, a través de un paso llamado Puerto del Rey, que les permitió cruzar la sierra para luego, ya en terreno llano, marchar contra el rival. Cuentan las crónicas castellanas que quien reveló a las tropas la existencia de esta senda fue un pastor local, a quien algunos autores nombran como Martín Alhaja, mientras otros lo identifican con la aparición de San Isidro.6

La batalla


Los ejércitos cristianos llegan el viernes 13 de julio de 1212 a Las Navas, y se producen pequeñas escaramuzas durante el sábado y domingo siguientes. El lunes 16 de julio, cansados de esperar y temiendo las deserciones, atacan a las huestes almohades.


Las tropas almohades provenían de los territorios de Al-Andalus y soldados bereberes del norte de África, reunidas para formar una yihad que expulsara definitivamente a los cristianos de la península ibérica. Habían estado retardando el choque frontal con el fin de conseguir debilitar la unión de las tropas cristianas y agotar las fuerzas de éstas por agotamiento de los suministros.

Los castellanos de segunda línea, al mando de Núñez de Lara, y las Órdenes Militares formaban en el centro flanqueados, a la derecha, por los navarros y las milicias urbanas de Ávila, Segovia y Medina del Campo y, a la izquierda, por los aragoneses.

Tras una carga de la primera línea de las tropas cristianas, capitaneadas por el vizcaíno don Diego López II de Haro, los almohades, que doblaban ampliamente en número a los cristianos, realizan la misma táctica que años antes les había dado tanta gloria. Los voluntarios y arqueros de la vanguardia, mal equipados pero ligeros, simulan una retirada inicial frente a la carga para contraatacar luego con el grueso de sus fuerzas de élite en el centro. A su vez, los flancos de caballería ligera almohade, equipada con arco, tratan de envolver a los atacantes realizando una excelente labor de desgaste. Recordando la batalla de Alarcos, era de esperar esa táctica por parte de los almohades. Al verse rodeados por el enorme ejército almohade, acude la segunda línea de combate cristiana, pero no es suficiente. La tropa de López de Haro comienza a retirarse, pues sus bajas son muy elevadas; no así el propio capitán, el cual, junto a su hijo, se mantiene estoicamente en combate cerrado junto a Núñez de Lara y las Órdenes Militares.

Al notar el retroceso de muchos de los villanos cristianos, los reyes cristianos al frente de sus caballeros e infantes inician una carga crítica con la última línea del ejército. Este acto de los reyes y caballeros cristianos infunde nuevos bríos en el resto de las tropas y es decisivo para el resultado de la contienda. Los flancos de la milicia cargan contra los flancos del ejército almohade y los reyes marchan en una carga imparable. Según fuentes tardías, el rey Sancho VII de Navarra aprovechó que la milicia había trabado combate a su flanco para dirigirse directamente hacia Al-Nasir. Los doscientos caballeros navarros, junto con parte de su flanco, atravesaron su última defensa, los im-esebelen, una tropa escogida especialmente por su bravura que se enterraban en el suelo o se anclaban con cadenas para mostrar que no iban a huir. Sea como fuere, lo más probable es que la unidad navarra fuera la primera en romper las cadenas y pasar la empalizada, lo que, tradicionalmente se ha dicho, justifica la incorporación de cadenas al escudo de Navarra.7 Mientras la guardia personal del califa sucumbía fiel a su promesa en sus puestos, el propio An-Nasir se mantenía en el combate dentro del campamento.

El degüello dentro de la empalizada de Miramamolín fue terrible. El hacinamiento de defensores y atacantes en este punto y la conciencia de estar dilucidando la suerte suprema de la batalla, espolearía el desesperado valor de unos y otros. En las Navas, los arqueros musulmanes, principal y temible enemigo de los caballeros, sobre todo por la vulnerabilidad de sus caballos, no podrían actuar debidamente cogidos ellos mismos en medio del tumulto. La carnicería en aquella colina fue tal que después de la batalla, los caballos apenas podían circular por ella, de tantos cadáveres como había amontonados. El ejército de Al-Nasir se desintegró. En la terrible confusión cada cual buscó su propia salvación en la huida, incluido el propio califa.

La precipitada huida a Jaén de An-Nasir proporcionó a los cristianos un ingente botín de guerra. De este botín se conserva la bandera o pendón de Las Navas en el Monasterio de Las Huelgas en Burgos. Se considera el mejor tapiz almohade de los que hay actualmente en España.

Cuando Carlos III colonizó estas tierras, fundó La Carolina y una aldea dependiente de ella, llamada «Venta de Linares» por existir allí dicha venta. Posteriormente se le cambió el nombre inicial por el de «Navas de Tolosa» en honor a la célebre batalla, hecho que ha creado confusión, frecuentemente, en la situación del lugar auténtico de celebración de la misma. Hoy son abrumadoras las evidencias del lugar exacto y todos los investigadores lo aceptan. Es aconsejable leer las excelentes aportaciones, referencias externas nº 1, 2 y 3 de este artículo, de varios autores. Los trofeos de la Batalla de Las Navas de Tolosa se encuentran en la iglesia de San Miguel Arcángel de Vilches y están compuestos por la Cruz de Arzobispo D. Rodrigo, una bandera, una lanza de los soldados que custodiaban a Miramamolín y la casulla con la que el arzobispo ofició misa el mismo día de la batalla. Actualmente están expuestos en esta iglesia para que puedan ser visitados.

Consecuencias

Como consecuencia de esta batalla, se puso fin a la hegemonía musulmana en la Península Ibérica, que entra en su declive definitivo, y la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los llamados reinos cristianos, que conquistaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán. Consecuencia inmediata fue la toma de Baeza, que posteriormente retornó a manos almohades. La victoria habría sido mucho más efectiva y definitiva si no se hubiera desencadenado en aquellos mismos años una hambruna que hizo que se demorara el proceso de reconquista. La hambruna duró hasta el año 1225.

La leyenda dice que en recuerdo de su gesta, el rey de Navarra incorporó las cadenas a su escudo de armas, cadenas que posteriormente también se añadieron en el cuartel inferior derecho del escudo de España. Sin embargo, está demostrado que Sancho VII no cambió de escudo después de la batalla. El origen del escudo de Navarra en realidad está en la bloca que solía adornar los escudos, y de la que hay ejemplos anteriores; según Tomás Urzainki se pueden encontrar en la iglesia de San Miguel de Estella (1160), en un relieve de la catedral de Chartres (1164) y en miniaturas de la Biblia de Pamplona (1189); el escudo blocado aparece en los sellos de los reyes Sancho VI el Sabio y Teobaldo I de Navarra, y con el tiempo fue evolucionando y dando lugar a la leyenda.

La fortaleza de Calatrava la Nueva, cerca de Almagro, fue construida por los Caballeros de la Orden de Calatrava, utilizando prisioneros musulmanes de la batalla de Las Navas de Tolosa, entre 1213 y 1217.

Rusko
14-jul.-2012, 06:47
Acabado ya el enlace de la wikipedia sobre la batalla, me he acordado del famoso "pastor" que indicó el camino a los ejercitos cristianos, y que fue relacionado con San Isidro. Yo había oído que el rey Alfonso VIII, de vuelta de la batalla, pasó por Madrid y vio el cuerpo incorrupto de San Isidro, reconociendo en él al pastor que les guió por los montes cuando se iban a enfrentar a los musulmanes.

Leyendas..., como la de Santiago en la batalla de Clavijo. Pero me gustan.

(también leí hace tiempo que el pastor podría haber sido un ángel... En fin, sin ese "pastor", las tropas hubieran estado a merced del ejercito islámico y la batalla hubiera tomado otro derrotero)

Fotos que salen en la wiki:

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/bd/SlagBijNavasDeTolosa.jpg?uselang=es
Batalla de Las Navas de Tolosa, de Van Halen, expuesta en el palacio del Senado (Madrid). Pintura al óleo

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/dc/SanchosoloWK.jpg?uselang=es
Sancho «el Fuerte» de Navarra en la Batalla de las Navas de Tolosa (vidriera en Roncesvalles)

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/13/NavasDeTolosaMonument.jpg?uselang=es
(es que la foto es muy gorda, así que pongo el enlace)
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/1/13/NavasDeTolosaMonument.jpg/220px-NavasDeTolosaMonument.jpg
Monumento a la Batalla de Las Navas de Tolosa (La Carolina, Jaén). Que tiempos... cuando se hacían monumentos a grandes acontecimientos históricos. Este año se cumplen 800 años y.... ni una mísera visita.

eenriquee
14-jul.-2012, 10:12
Ocho siglos de " La madre de todas las batallas " :biggrin:. Fue uno de los combates más importantes y decisivos de toda la Edad Media. Como ya ha señalado Rusko, después del triunfo cristiano y la entrada en el corazón del imperio almohade la hegemonia musulmana en Al-andalus entró en su declive más absoluto.

Me parece interesante señalar lo que se cuenta de esta famosa batalla desde el lado del perdedor. Interesante y muy sintomático diría yo.

He encontrado el punto de vista musulmán del conflicto bajo la narración del cronista Ibn Abi Zar.

"Al oír Alfonso que Al-Nasir había tomado a Salvatierra, se dirigió contra él con todos los reyes cristianos que le acompañaban y con sus ejércitos. Al saberlo Al-Nasir, le salió al encuentro con las tropas musulmanas: avistáronse los combatientes en el sitio llamado Hisn al'Iqab, (Castillo de la Cuesta, hoy Castro Ferral); allí se dio la batalla. Se plantó la tienda roja, dispuesta para el combate en la cumbre de una colina, Al-Nasir vino a ocuparla y se sentó sobre su escudo con el caballo al lado; los negros rodearon la tienda por todas partes con armas y pertrechos. La zaga, con las banderas y tambores, se puso delante de la guardia negra con el visir Abu Said ben Djami. Se dirigió contra ellos el ejército cristiano. en filas, como nubes de langostas; los voluntarios les salieron al encuentro y cargaron sobre ellos en número de 160.000, pero desaparecieron entre las filas de los cristianos, quienes los cubrieron y combatieron terriblemente. Los musulmanes resistieron heroicos, todos los voluntarios murieron mártires, sin dejar uno; las tropas almohades, árabes y andaluzas los miraban sin moverse. Cuando los cristianos acabaron con los voluntarios, cargaron sobre los almohades y sobre los árabes con inaudito empuje; mas al entablarse el combate huyeron los caídes andaluces con sus tropas por el odio que había dirigido Ibn Djimi al despedirlos.

Cuando los almohades, los árabes y los cábilas bereberes vieron que los voluntarios habían sido exterminados, que los andaluces huían, que el combate arreciaba contra los que quedaban, y que cada vez los cristianos eran más numerosos, se desbandaron y abandonaron a Al-Nasir. Los infieles los persiguieron espada en mano, hasta llegar al círculo de negros y guardias que rodeaban a Al-Nasir; pero los encontraron que formaban como un sólido muro, y no pudieron abrir brecha; entonces volvieron las grupas de sus caballos acorazados contra las lanzas de los negros, dirigidas contra ellos, y entraron en sus filas.

Al-Nasir seguía sentado sobre su escudo, delante de su tienda, y decía "Dios dijo la verdad y el demonio mintió", sin moverse de su sitio, hasta que llegaron los cristianos junto a él. Murieron a su alrededor más de 10.000 de los que formaban su guardia; un árabe entonces, montado en una yegua, llegóse a él y le dijo: "Hasta cuándo vas a seguir sentado?, ¿Oh, Príncipe de los Creyentes!, se ha realizado el juicio de Dios, se ha cumplido su voluntad y han perecido los musulmanes." Entonces se levantó para montar el veloz corcel que tenía al lado; pero el árabe, descabalgando de su yegua le dijo: "Monta en ésta que es de pura sangra y no sufre ignominia, quizás Dios te salve con ella, porque en tu salvación está nuestro bien." Montó Al-Nasir en la yegua, y el árabe en su caballo le precedía, rodeados ambos por un fuerte destacamento de negros, a cuyos alcances iban los cristianos. El degüello de musulmanes duró hasta la noche, y las espadas de los infieles se cebaron en ellos y los exterminaron completamente, tanto que no se salvó uno de mil. Los heraldos de Alfonso gritaban: "Matad y no apresad, el que traiga un prisionero será muerto con él". Así que no hizo el enemigo un solo cautivo este día.

Fue esta terrible calamidad el lunes 15 de safar del 609 (16 de julio de 1212), comenzó a decaer el poder de los musulmanes en al-Andalus, desde esta derrota, y no alcanzaron ya victorias sus banderas; el enemigo se extendió por ella y se apoderó de sus castillos y de la mayoría de sus tierras, y aún no hubiera llegado a conquistarla toda, si Dios no le hubiese concedido el socorro del emir de los musulmanes Abu Yusuf ben Abd al-Haqq, que restauró sus ruinas, reedificó sus alminares y devastó en sus expediciones el país de los infieles.

De vuelta de Hisn al-Iqab fue Alfonso contra la ciudad de Ubeda, y la ganó a los musulmanes por asalto, matando a sus habitantes, grandes y pequeños, y así siguió conquistando al-Andalus, ciudad tras ciudad, hasta apoderarse de todas las capitales, no quedando en manos de los musulmanes sino muy poco poder. Sólo le impidió apoderarse de este resto de botín la protección divina por medio de la dinastía de los benimerines. Dícese que todos los reyes cristianos que asisitieron a la batalla de Hisn al-Iqab, y que entraron en Ubeda, no hubo uno que no muriese aquel año."

eenriquee
15-jul.-2012, 03:16
http://www.maravedis.net/imagenes/mapa1157a1212.gif

Cinco reinos cristianos combatieron contra los almohades. León, Castilla, Navarra, Aragón y Portugal.

En este mapa se aprecia las fronteras existentes entre los diferentes reinos peninsulares. De color más claro lo que aún quedaba de Al-andalus, siendo todavía un importante territorio, bajo el dominio del imperio almohade.

Saludos

Rusko
15-jul.-2012, 05:20
Un corto video de youtube

E-X6hVhBuk8

(aunque fueron los reyes de Castilla, Navarra y Aragón. Los de Portugal y León no fueron, pero sí caballeros de esos reinos)

eenriquee
15-jul.-2012, 05:36
Un corto video de youtube

E-X6hVhBuk8

(aunque fueron los reyes de Castilla, Navarra y Aragón. Los de Portugal y León no fueron, pero sí caballeros de esos reinos)

Muy educativo el video.

:wink:

Rusko
15-jul.-2012, 08:50
Y un par de articulitos sobre el evento de hace 800 que han salido en el diario La Razón:

http://www.larazon.es/noticia/3210-hoy-rezariamos-hacia-la-meca

800 años de la batalla DE LAS NAVAS DE TOLOSA
Hoy rezaríamos hacia La Meca

El triunfo cristiano supuso la retirada de los almohades y abrió la definitiva Reconquista. Juan Eslava Galán:«Una derrota hubiera hecho perder todo futuro cristiano».

El viajero que cruza la autovía de Andalucía tras dejar atrás las últimas laderas de Despeñaperros quizá desconozca que sólo a unos pocos metros tuvo lugar uno de los enfrentamientos bélicos más decisivos de la Historia de España. Allí mismo, el 16 de julio de 1212, miles de combatientes cristianos y musulmanes se enfrentaron en la que se conoce como la batalla de las Navas de Tolosa, un choque épico a la altura de las Termópilas que cambió el futuro de España. «Si no hubiera sido por la victoria de Alfonso VIII, hoy rezaríamos mirando a La Meca», explica gráficamente Juan Eslava Galán, escritor jienense que analiza con exhaustividad el enfrentamiento en su última novela, «Últimas pasiones del caballero Almafiera» (Planeta).

Ese día, tres reyes –Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra y el mencionado Alfonso VIII de Castilla– cabalgarían hacia la gloria o hacia una muerte segura. Enfrente les esperaba un enemigo superior en número y confiado en volver a arrollar a los cristianos tras el desastre de Alarcos (1195), el origen del desafío abanderado por Alfonso VIII con bula papal. A los pies de la fortaleza de Ciudad Real había sufrido el castellano una derrota ante los almohades de Al Mansur que ni él ni su abanderado, Diego López de Haro, pudieron olvidar.

Desde Alarcos, la obsesión fue la venganza. Una cruzada promovida por el propio Rey de Castilla, el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, y el Papa Inocencio III –deseoso a toda costa de una victoria en Occidente para equilibrar la derrota de Hattin, en Tierra Santa– se puso en marcha contra los almohades que dominaban Al-Andalus. La ingente máquina de guerra musulmana, dirigida por el califa Muhammad An-Nasir –el llamado «Miramamolín» por los cristianos–, avanzó encomendada a Alá mientras la expedición cristiana partía desde la imperial Toledo.

El brutal encontronazo se produjo a las afueras de Santa Elena, en una tierra desarbolada y llana entre montañas que hace unos 30 años fue repoblada de pinos.

Recorrer el campo de batalla puede deparar sorpresas. «Hasta hace un siglo, los labradores del entorno surcaban la tierra cuando necesitaban hierro para sus aperos, llenaban un saco y lo llevaban al herrero», afirma Eslava, y «todavía afloran puntas de flecha y otras herrumbres».
Tal fue la magnitud de la contienda. Entonces sólo había matorrales, hoy cuesta trabajo imaginar a la caballería pesada cristiana atravesando el pinar que se extiende por la zona, salpicada de casas de campo y en la que –como entonces– cae a plomo un generoso sol.
Pero las «divisiones acorazadas» de la época bajaron al galope desde el Cerro del Rey y cruzaron el Llano de las Américas –en terreno de lo que hoy es Miranda del Rey– en dirección a la Cuesta de los Olivares, donde se encontraba el campamento del «Miramamolín», dejando a su paso un rastro de muerte. «Una carga muy prieta de caballería podía deshacer cinco o seis filas de almohades», apunta Juan Eslava, apasionado de esta historia desde que tenía 14 años.

El triunfo cristiano es contra el conjunto del Islam. En las Navas de Tolosa había cabilas del Atlas, mujaidines, devotos de todas las regiones de Alá, tribus y clanes llegados del desierto y los mortíferos jinetes arqueros kurdos, decisivos en Alarcos y cuya estrategia –eran capaces de disparar y acertar en plena galopada al simular la retirada– de nada les sirvió esta vez frente a los ballesteros y los caballeros españoles.

«Una derrota hubiera ralentizado la Reconquista o quizá hubiera echado a perder todo futuro cristiano», asegura Eslava. Tras la batalla, el poder almohade se desmorona. El triunfo permite poner un pie en Andalucía, tomar Baños de la Encina, Baeza y Úbeda y llevar la frontera hasta el castillo de Vilches, avanzada de Castilla al sur de Sierra Morena y punto de partida para reanudar la Reconquista doce años después con Fernando III, nieto del vencedor de las Navas, al mando. Su revancha por Alarcos se había cobrado con creces.


EL CAMPO DE BATALLA
En la salida 257 de la A-4, en Santa Elena, se encuentra el museo de la Batalla de Las Navas de Tolosa, inaugurado en 2009 frente al lugar del combate. Nacido de una idea de Juan Eslava Galán, el complejo es una infraestructura clave en la Ruta de los Castillos y las Batallas, un mirador privilegiado del escenario del crucial choque. La única pega, una visión buenista de los tiempos de la Alianza de Civilizaciones de la era Zapatero

Rusko
15-jul.-2012, 08:56
Y el segundo artículo (he puesto estos dos artículos por si da pereza leer todo el enlace de la wikipedia que tuve que subdividir en dos mensajes):

http://www.larazon.es/noticia/5190-la-batalla-que-salvo-europa-por-cesar-vidal

EL LADO OCULTO DE LA HISTORIA
La batalla que salvó Europa, por César VIDAL

Hace 800 años, En-Nasir, caudillo de los almohades, cruzó el Estrecho para conquistar Roma. Su plan fue abortado en las Navas de Tolosa

Los almohades –una dinastía de origen bereber fundada en 1121 por Muhammad ibn Tumart– llegaron a España invitados por los musulmanes, que temían el avance de los reinos cristianos. En 1148, se apoderaron de Sevilla y en 1149 de Córdoba. En 1157, arrebataron Almería a los castellanos y en 1161, Gibraltar. En 1195, Alfonso VIII de Castilla sufrió una derrota terrible en Alarcos y quedó de manifiesto que una victoria musulmana de parecidas características podía llevar las banderas del islam hasta allende los Pirineos. En 1212, En-Nasir cruzó el Estrecho al mando de nuevas fuerzas almohades con la intención de llegar hasta Roma, en cuyo río abrevaría a sus caballos. Alfonso VIII comprendió que aquella embestida podía ser aprovechada por reyes como el de León para atacar a Castilla por la espalda e intentó neutralizar semejante eventualidad solicitando una bula papal y la ayuda del resto de la cristiandad.

Pedro II de Aragón y Sancho VIII, el fuerte de Navarra, acudieron al requerimiento –este último con un número muy reducido de caballeros–, pero Alfonso IX de León se negó a sumarse. La participación no española se limitó a algunos caballeros francos y alemanes. Así, cuando el 20 de junio de 1212, Alfonso VIII abandonó Toledo, su Ejército era varias veces inferior al formado por andalusíes y almohades. Por añadidura, tras la toma de Calatrava, los caballeros extranjeros se retiraron en su mayoría, dado que Alfonso VIII no estaba dispuesto a permitirles vesanías con sus súbditos judíos ni que mataran a los musulmanes que habían capitulado. Los almohades se adelantaron al avance cristiano y lograron ocupar posiciones muy ventajosas en las Navas de Tolosa, un enclave que no podía ser asaltado sin pasar por un desfiladero y pagar un elevado número de bajas.

El secreto del pastor
De esa espinosa situación, salieron las fuerzas cristianas cuando un personaje enigmático, que se identificó como pastor, comunicó a Alfonso VIII un paso secreto para llegar a los reales musulmanes. A pesar de haber alcanzado una posición desde la que atacar con más facilidad a los almohades, la situación del Ejército de Alfonso VIII distaba mucho de ser fácil. Su vanguardia, bajo el mando de Diego López de Haro, el señor de Vizcaya, atravesó con relativa facilidad las dos primeras filas de combatientes enemigos, pero no logró franquear las posiciones almohades y, mientras recibía una lluvia de flechas procedente de arqueros turcos, estuvo a punto de ser cercada por la caballería enemiga. No sucedió así porque Alfonso VIII lanzó una carga desesperada. Entre los atacantes se hallaban las fuerzas aragonesas y navarras y fueron estas últimas, unidas a las de algunos concejos castellanos, las que lograron romper el cerco de hierro levantado en torno a la tienda de En-Nasir y formado, no por negros como se ha dicho muchas veces, sino por magrebíes. Tanto Navarra como algunos concejos castellanos pondrían a partir de entonces las cadenas en sus respectivos escudos.

El Ejército cristiano podría haber perdido aún entonces la batalla si se hubiera entregado al saqueo. Sin embargo, supo resistir la tentación y continuó la persecución del enemigo. El resultado fue una victoria extraordinaria que conjuró para siempre la amenaza islámica en España. De hecho, a partir de ese momento, el retroceso musulmán fue continuado hasta que en 1492, con la toma del reino de Granada, los Reyes Católicos concluyeron la Reconquista iniciada casi ocho siglos antes.