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pana
06-dic.-2007, 12:09
Os contare un cuento, espero que os guste.

Barcelona Calle Castillejos, entre Padre Claret e Industria.

El niño se levanto de la cama como cada mañana, y se dirigió hacia la ventana para observar el ajetreado trajín de las maquinas que removían la tierra en el solar de enfrente, tan solo hacia tres semanas que habían levantado la valla de madera que cercaba la superficie vacía del solar, y el muchacho estaba sorprendido por la rapidez con que aquellas escavadotas y camiones habían apartado la tierra, convirtiendo la campa donde jugaba al fútbol con sus amigos, en una especie de piscina de tremendas dimensiones.

“¡Niño!” Escuchó decir a su madre “date prisa, que el tiempo se pasa y hoy tienes que ir al colegio”.

¡Como si no lo supiera!, ¡y lo pesado que le resultaba!, mas aún cuando tan solo unos días atrás, había estado de vacaciones, pero ahora sin embargo, ¡la rutina y la obligación!, de nuevo el paso del tiempo le había atrapado, llevándolo como en años anteriores a dedicar parte de sus preciosos instantes al tedioso y agobiante esfuerzo de aprender. Se vistió corriendo, y fue hacia la cocina, el tazón de leche con colacao estaba sobre la amplia mesa, asió el pan e hizo con el varios trozos que se asemejaban a enormes barcazas, que introducidas en el tazón acababan naufragando, y siendo estas rescatadas por la mágica cuchara, eran conducidas hacia su boca para acabar saciándolo.

“¿Has terminado?”, Oyó decir a su madre. “Cepíllate los dientes, y ponte las zapatillas nuevas, que esas otras están demasiado viejas”. El niño se dirigió hacia el baño, pensando si quizá su madre algún día se olvidaría de decirle las cosas que tenia que hacer, en cualquier caso enseguida dejo de pensar en ello, y empezó a preocuparse no por lo que su madre le dijera, sino mas bien por la mala costumbre que tenia de ordenarle la habitación y hacerle desaparecer las cosas a las que ella no daba ninguna importancia, y que sin embargo a el tanto le gustaban.

Fue corriendo hacia su habitación y miro bajo la cama, en el rincón de la izquierda. Respiro aliviado, ¡allí estaba!, aquel tirachinas le había proporcionado inmensas alegrías, con el había ganado campeonatos de puntería con sus amigos, pero era preciso esconderlo bien, porque si bien era verdad que su madre no le diría nada acerca del objeto en cuestión, también sabia que si este caía en sus manos, se convertiría precisamente en uno de esos objetos a los que ella no daba ninguna importancia. Lo agarro, y escondió rápidamente entre el pantalón, cubriéndolo después con el jersey, cogio la chaqueta y cayo en la cuenta…, introdujo la mano dentro del bolsillo, y se sorprendió gratamente, allí estaban los cuatro guijarros que había recogido el día anterior en el camino que hay junto al arrollo que transcurre al lado del colegio, no obstante no pudo evitar sentir cierta preocupación, ¿como era posible que su madre no se los hubiera arrebatado?

Desterró enseguida la preocupación y se encamino hacia la puerta, “espera” dijo su madre. ¡Que raro!, pensó. “Déjame que te vea, “si, estas muy bien cariño, dame un beso”. Se acerco a su madre y le dio el beso solicitado, esta lo abrazo, y le meso el cabello, “pórtate bien”, y le abrio la puerta.

Ya en la calle, y con el tirachinas en la mano, introdujo un guijarro en la tira de cuero, y sin apuntar disparo hacia la valla de madera. Su sorpresa fue mayúscula, no tanto por el sonido del impacto, sino por la letra pintada de color negro escrita en dicha valla: “P”. Miro hacia la izquierda de la calle, y luego hacia la derecha, y lo vio, un señor ataviado con un buzo azul y un rodillo en la mano, estaba dando grasa a los rieles de las enormes persianas de hierro del supermercado.

“¡Niño!” grito su madre, “vete al colegio, llegaras tarde”, echo a andar hacia el colegio, pero en ese momento el hombre introdujo el rodillo dentro del gran vote de grasa. Y untándolo bien se dirigió hacia la valla, se coloco al lado de la p, y empezó a escribir la segunda letra, arriba abajo, el movimiento del rodillo era vertical, todo indicaba que lo que escribía era una i. De repente sintió que alguien le agarraba de la mano, “vamos” dijo su madre, “conseguirás llegar tarde”. “¿Que hace ese señor?”, pregunto a su madre. “no se hijo, no lo se”.

Paso la mañana inquieto, sin poder olvidar el suceso de la mañana, y sin concentrarse para nada en las explicaciones de la profesora, estaba tan embelesado, que ni siquiera cayo en la cuenta de que esta no le había llamado la atención en ningún momento. Cuando salio del colegio corrió hacia la casa, al llegar pudo leer:

“PINOCHET ASESINO”

Subió las escaleras corriendo, y fue hacia su padre para preguntarle:

-Papa, ¿Quién es Pinochet?
-Aún eres demasiado nuevo para saber esas cosas hijo.