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Ver la Versión Completa : Una asombrosa historia de amor



Negret
14-ene.-2012, 07:55
Germán (nombre ficticio) había perdido su pierna izquierda en un accidente de tráfico. Llevaba una sola muleta y la pernera fantasma del pantalón recortada y plegada a la altura de la rodilla. En apariencia, no padecía mayor trauma que el de su torpe movilidad. Consiguió incluso sacarle provecho al asunto. Un provecho que alcanzó lo sentimental. Una historia de amor asombrosa.

El caso es que Germán, por motivos obvios, sólo usaba zapatos del pie derecho. Ninguna zapatería vende zapatos sueltos, así que decidió poner un anuncio en un tablón de internet: “Vendo zapatos del pie izquierdo a mitad de precio. Talla 43″ y adjuntó una foto de su colección, ocho zapatos izquierdos a estrenar. Dos días después recibió un mensaje de Alberto (nombre ficticio), mutilado de la pierna opuesta y también con un pie del 43. “Me interesa tu oferta pero no el diseño de tus zapatos. ¡Son horrorosos! Aceptaría el trato si me dejaras escogerlos a mí”. Germán aceptó el trato y a la semana siguiente quedaron en una zapatería del centro. “¿Cómo te reconoceré?” preguntó Alberto en tono de guasa. A Germán también le gustaban esas bromas.

Ya en la zapatería, Germán se dejó aconsejar. Alberto optó por un par de mocasines y otros con cordones. Cada cual se probó sus correspondientes zapatos, opinando y discutiendo sobre cómo le quedaban al otro. Una vez decididos, pagaron a medias y pidieron al absorto dependiente que metiera los dos izquierdos en una de las cajas y los dos derechos en la otra. Luego tomaron juntos un café, intrigados por conocer los motivos de la mutilación del otro.

En los días siguientes, Germán sólo usó esos dos zapatos. Le gustaba pensar que Alberto pudiera compensar sus pisadas con las de él, guardando entre ambos una especie de equilibrio cósmico. Incluso le enviaba mensajes buscando la coincidencia, esa perfecta complicidad, en una suerte de excitante juego: “¿Te pondrás hoy el de cordones? Contesta, por favor”. A lo cual Alberto contestaba: “Ponte el mocasín. Seguiré tus mismos pasos”.

Volvieron a quedar con la excusa de comprar otro par de zapatos. Esta vez Alberto le dejó escoger a Germán: éste optó por unas deportivas. Desde que se conocieron, por ese nuevo y mutuo afán de sentirse acompasados, ambos caminaban más que nunca; necesitaban un calzado más cómodo.

Luego llegó el café y del café pasaron a una cena en un restaurante improvisado. Y después de esa cena y de horas de charla llegaron las copas. Luego, los dos borrachos pero con pie firme, tomaron mi taxi, y en el trayecto pude escuchar cómo Alberto invitaba a Germán a subir a su casa. Les dejé en el portal citado; Germán me pagó el trayecto adjuntando una buena propina. Estaba feliz.

Se dieron su primer beso en el sofá de Alberto, acariciando el uno la pierna real del otro, encontrando con ello una extraña aunque excitante compensación, la misma que varios besos después les llevó a la cama. Y ahí tumbados, entrelazando sus piernas, hicieron el amor en perfecto acople, como dos piezas exactas de un mismo puzzle.

Sin duda, estaban hechos el uno para el otro. Su perfecto equilibrio representaba, a fin de cuentas, la esencia del amor.

Daniel Díaz

Biby
14-ene.-2012, 10:10
Sipi, realmente asombrosa, gracias por compartir.

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Mªndrªg°rª
14-ene.-2012, 12:19
Me ha gustado su relato, tiene la simpleza y profundidad de un cuento corto, la manera como enlaza los eventos es muy curiosa, felicidades y gracias por compartirle.

Juan Antonio Hinojosa
14-ene.-2012, 17:20
Despierta el interes.La prosa es elegante y el final inesperado.!Dos almas gemelas!.Una
simbiosis de estilo y creatividad.!Me gusta!