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Iasadora
09-ago.-2011, 21:17
Una mujer después de tanto tiempo sin poder ver el silencio de la lluvia, camino hacía los sonidos. Estaba destruida por dentro y caminaba con la mente en blanco, blanco era su recuerdo de un ayer que murió junto al deseo de una noche estrellada.

Caminaba en penitencia solitaria, ni siquiera las gotas de lluvia se atrevían a rozar su piel. Su cuerpo era menudo, siempre lo había sido. Su mente antes expansible cada segundo, se limitaba a resistir cualquier pensamiento.

Su corazón hablaba con ella, le contaba de tardes azules donde el silencio reinaba en las copas de los arboles, mientras el cielo iluminaba poco a poco las montañas, que se abrían con su presencia. También le contaba de amor, de ese sentimiento que ella jamás sentiría y que solo tenía el consuelo de las dulces palabras de su compañero.

Le hablaba de besos, caricias, amantes e ilusiones. De cómo unos labios pueden destruir sentidos mientras rozan la espalda baja y como una lengua puede emitir simples gemidos mientras saluda una oreja. Le conto de fríos recuerdos y amargos eventos, de los cuales el amor siempre es participe o incluso protagonista.

Sin embargo a ella, por más que la plática de su corazón le interesaba, buscaba el silencio de la lluvia. No había algo más importante. Volver a esas tardes mientras la lluvia empapaba su cuerpo en la espera de un recuerdo que murió. La lluvia no emitía sonido, porque era parte de ella, era la lluvia que había en ella al recordar la muerte nostálgica de su pasado.

Mientras caminaba, escuchando a su corazón hablador y orgulloso, se encontró con una ermitaña. La miro, mientras ella huía a su mirada.

-Mujer deshecha, dime ¿A dónde vas? ¿Por qué tus ojos están apagados? ¿Es por el tiempo?

La ermitaña la miro con desgana, hizo ademan de huir y volverse a encerrar en su mundo, pero suspiro y se atrevió a despegar sus labios.

-Mis ojos no están apagados por el tiempo, es el recuerdo y mis sueños los que han ido poco a poco apagando la luz de mi mirada. Mírame, podrías jurar seguramente, que tengo más de 60 años por mis ojos, pero mi cuerpo no te da más cuentas que uno de 30.
-Ciertamente puedo verlo, sin embargo no me ha contestado la pregunta que más me interesa. ¿A dónde va?
- Mi camino es incierto ¿sabes? desde que nací como ha sido el de todos, algunos viven pensando que tienen el control, pero yo acepto la realidad. Qué voy como el viento en el mundo y como el viento me iré.

La miro con desgana nuevamente, sus ojos penetraron a la mujer hasta su alma. Después desvió su mirada y siguió su camino a la nada. La mujer, con el alma desnuda ahora también, comenzó a caminar a su destino. El silencio que la hipnotizaba. Su corazón al mirar que la atención en la ermitaña había muerto, empezó otra vez a hablar de susurros y suspiros, de miradas enamoradas y besos muertos por no poder llegar a los labios del receptor.

Le conto la entrega de dos esencias, donde se mezclan y se convierten en sublimes caricias. De la emoción de mirar unos ojos ó una sonrisa y de la ilusión que muere en un sueño.

La mujer ponía atención a todo lo que su corazón le contaba y poco a poco empezaba a perder interés en el silencio. Pero dudo de esos pensamientos nacientes y volvió a la idea original.

Los días pasaban, el lugar de los sonidos no aparecía por el horizonte y su corazón se cansaba de contarle lo mismo de siempre. De amor y amor…

La mujer, se paró en seco, miro el horizonte mientras caía de rodillas. Comenzó a llover en ella, poco a poco las gotas empapaban su alma y sus recuerdos. El ruido era una tormenta que la azotaba con crueldad, cada rayo que resonaba en su cabeza la hacía recordar más su pasado y olvidar su presente. Había retenido la lluvia dentro de sí, por tanto tiempo, que ahora empezaba a inundarla.
Su corazón, empapado, empezaba a sentir las ganas de huir y dejarla ahí. De por sí destruida y ahora inundada, no había nada que hacer por ella.
-Pero... nuestro destino era incierto ¿no?... -Grito con las manos en los oídos.

Un aire, primero cálido y lento, soplo a su rostro, como un suspiro de la tierra. Poco a poco el pequeño suspiro, se convirtió en un viento enfurecido que barrio con las nubes que existían en ella. No dejo nada, incluso su corazón, celoso y orgulloso, había sido barrido por la piedad del viento. Vacía, su mente vacía, su cuerpo vacio...

Si ella quisiera se hubiera ido también barrida por el viento, pero no, ella quería vivir.
Miro como todo su ser se iba alejando rápidamente por el horizonte, que hace poco había sido su destino. No iba a regresar, No iba a seguir por ese camino. Se levanto, sonrió a su ser que le decía adiós y camino hacía un lugar diferente. Algo encontraría, algo que la volviera hacer llover ó amanecer por dentro.

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parzival
09-ago.-2011, 22:26
Me gustó tu relato. ¡Ah! Quisiera que un piadoso viento se llevara los nubarrones que siempre cargo por dentro. ¡Bienvenida Iasadora al foro de literatura!

Mªndrªg°rª
10-ago.-2011, 14:28
http://2.bp.blogspot.com/_yODkF-LZMQQ/TBb96a4EGpI/AAAAAAAAAK0/SqOiQBOINaM/s1600/lluvia1.jpg