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Dasein
02-abr.-2011, 03:50
Uno de los argumentos básicos a través del cual pretende demostrarse el supuesto carácter reaccionario del pensamiento joseantoniano es la idea de colaboración entre clases sociales. En efecto, no es difícil encontrar este concepto en los textos de José Antonio, especialmente en los textos de 1933 y 1934. Ahora bien, quien se tome la molestia de leer las Obras Completas en su integridad, verá claramente que esta colaboración entre clases no es la misma que se impone en un régimen fascista (como se hizo en la Italia de Mussolini), cuyo resultado es un mejoramiento de la clase trabajadora (a costa de su libertad sindical) y unas limitaciones a la clase capitalista en aras de un mejor funcionamiento de la nación pero que, en última instancia, sigue manteniendo el sistema capitalista de producción (pues hay unos propietarios de los medios de producción y unos desposeídos que venden su fuerza de trabajo y están al margen de los beneficios que ellos mismos han producido –la plusvalía-). Por el contrario, la colaboración entre clases que plantea José Antonio no tiene otro objetivo que la eliminación de las clases sociales en razón de la posesión de los medios de producción. En el nacional-sindicalismo, la dicotomía obrero-capitalista no se relaja ni se reforma, simplemente desaparece, porque el falangismo propone la propiedad colectiva de los medios de producción. Algunos marxistas dicen: “sí, sí, pero sigue siendo propiedad privada”. Es propiedad privada colectiva, a la cual José Antonio contrapone la propiedad privada capitalista, como también Marx lo hacía al exponer la acumulación originaria de capital: “La propiedad privada, por oposición a la propiedad social, colectiva, sólo existe donde los medios de trabajo y las condiciones externas del mismo pertenecen a personas privadas (…). La propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción es la base de la pequeña industria, y ésta una condición necesaria para el desarrollo de la producción social y de la libre individualidad del propio trabajador”[1] . Aunque el radical historicismo de Marx le exigía a éste ir más allá de este modo de producción colectivista, pues había quedado atrás en la historia, no significa que no sea factible al proyectarlo sobre una sociedad industrial plenamente desarrollada, como soñaba José Antonio con una visión revolucionaria mucho más realista y coherente que la de Marx. El núcleo social del nacional-sindicalismo es precisamente este: poner al abasto de los trabajadores los medios de producción que éstos trabajan, esto es, disponer de ellos como suyos, participando todos de los beneficios, y no sólo uno o varios propietarios privados. El falangismo, pues, se desmarca del comunismo en el hecho de que acepta la propiedad privada colectiva de los trabajadores sobre los medios de producción concretos que trabajan (el comunismo elimina toda propiedad, sea colectiva o privada, construyendo una suerte de utopía, un reino de Dios –aunque sin Dios- en la tierra que, como tal, es irrealizable).
Sin embargo, también en el falangismo desaparecen las distinciones entre clases sociales, puesto que desaparece la dicotomía obrero-capitalista, simplemente, porque el capitalismo desaparece (y, por lo tanto, también desaparece el trabajador asalariado). El capital presupone la apropiación privada de la plusvalía (producida por el obrero y apropiada por el capitalista), y en el nacional-sindicalismo la plusvalía es apropiada por el productor directo, es decir, por el trabajador. Por eso, uno de los puntos fundamentales del falangismo es la “reforma del concepto de la propiedad para extenderla en función de la utilidad social a todos los españoles. Esto supondría, no sólo limitación de la propiedad individual, de los bienes de uso y consumo y de los instrumentos personales de trabajo, con su reafirmación y defensa, sino también la creación de nuevas formas de propiedad familiar, sindical y comunal. Sólo el trabajo debe ser título de propiedad”[2] . Esto es muy distinto a lo que se proponía el fascismo. Decía Mussolini: “(...)hay un límite para el capital y un límite para el trabajo. El capital, de no ir al suicidio, no puede pasar más allá de una cifra en el dato trabajo, y éste no puede ir más allá de un cierto signo con respecto al capital”[3] . Y sigue diciendo el mismo Duce: “(...)sólo en la unión armoniosa y sistemática de todas las fuerzas productivas encontrarán alivio las condiciones materiales de vida de todas las clases...”[4] .
La ideología fascista, pues, presenta la propiedad privada del capital como algo que puede conciliarse con el bienestar material de la clase trabajadora. Y aunque es cierto que con una sabia política socio-económica podría conseguirse, no menos cierto es que eso no sería justicia social, porque en tal caso, por muchas mejoras laborales y por mucho nivel adquisitivo que ganaran los trabajadores, el sistema seguiría siendo injusto: unos se enriquecerían a costa del trabajo de otros. Por eso el fascismo no es anticapitalista, porque el capitalismo vive en su seno mismo, ya que no cambia las relaciones de trabajo. ¿Qué piensa José Antonio de la armonización entre capital y trabajo?: “¿Qué es esto de armonizar el capital y el trabajo? El trabajo es una función humana, como es un atributo humano la propiedad. Pero la propiedad no es el capital: el capital es un instrumento económico, y como instrumento, debe ponerse al servicio de la totalidad económica, no del bienestar personal de nadie. Los embalses de capital han de ser como los embalses de agua; no se hicieron para que unos cuantos organicen regatas en la superficie, sino para regularizar el curso de los ríos y mover las turbinas en los saltos de agua”[5] . Y más adelante apunta: “Este recurso [el corporativismo, sistema económico del fascismo] mantiene hasta ahora intacta la relación del trabajo en los términos en que la configura la economía capitalista: subsiste la posición del que da el trabajo y la posición del que arrienda su trabajo para vivir”[6] .
Así pues, el falangismo es neta y puramente revolucionario. Tiene más en común con el anarcosindicalismo (aun con esenciales diferencias) que con el comunismo, mas no es menos revolucionario que ambos. Pero hay algo más que la doctrina económico-social: el falangismo, como buen nieto de la Generación del 98, propone una renovación espiritual. Renovación espiritual que consiste en el rechazo al materialismo y a la superfluidad consumista frente al engrandecimiento del espíritu por la vía cultural, una vía que se rebela en España como increíblemente fecunda debido a la gloriosísima tradición cultural que nos ofrece. El pensamiento joseantoniano, idiosincráticamente cristiano, nos enseña que superarse a uno mismo no es tener un trabajo mejor remunerado para comprarse un coche nuevo, ni tener las prendas de última moda, ni, en general, tener más (que es lo que nos enseña el capitalismo), sino que superarse a uno mismo es alimentar el espíritu, ser más culto, mejor persona y ciudadano, tener espíritu de sacrificio, esforzarse no para ser más rico, sino para que los demás sean menos pobres. El pensamiento joseantoniano nos enseña que es más placentero y más beneficioso para uno mismo gozar con una poesía que con un teléfono móbil nuevo, y que es más grande tener un trabajo que haga un servicio a la comunidad que tener una empresa privada. Las riquezas materiales deben utilizarse para el bienestar y la comodidad de todos, pero el exceso de bienes materiales lleva a lo que se está convirtiendo nuestra sociedad: una comunidad insolidaria, egoísta, materialista y cada vez más inculta. Al mismo tiempo, la falta de vínculos espirituales entre los hombres y el apego a las riquezas propias son algunas de las semillas del racismo y la xenofobia, ambos condenados por los propios cimientos cristianos del pensamiento joseantoniano.
Así pues, el pensamiento de José Antonio es doblemente revolucionario: en lo social, quiere instaurar la propiedad colectiva de los medios de producción a todos los trabajadores, eliminando así la dicotomía obrero-empresario y, por lo tanto, el capitalismo. En lo espiritual, quiere cultivar el patriotismo (un patriotismo heredero de la Generación del 98, es decir, crítico y con afán de mejorar la patria y, por lo tanto, revolucionario) el amor hacia la cultura y el afán de sacrificio para con los otros.


[1]Karl Marx, El Capital, Libro I, Sección Séptima, capítulo XXIV, punto 7 (Tendencia histórica de la acumulación capitalista)
[2] Narciso Perales, en El falangista rebelde, Editorial Nueva República, P 85
[3] Benito Mussolini (1976), El espíritu de la revolución fascista, Editorial Informes , P 94
[4]Benito Mussolini, op. citada, P 100
[5]José Antonio Primo de Rivera (1971) Obras, Editorial Almrena, P 427
[6]José Antonio, op. citada, P 510

Socorp
02-abr.-2011, 08:17
Que yo sepa, José Antonio era un fascista; se alejaba tanto del comunismo como del capitalismo y no tuvo jamàs consenso popular; en cada elecciòn que se presentò tuvo una aceptaciòn baja. Las ideas eran propias de aquel momento elogiando al fascismo.

Fué Franco que se apropiò de la falange e hizo un culto de José Antonio. En realidad, como polìtico no valìa mucho.

Dasein
03-abr.-2011, 00:47
Que yo sepa, José Antonio era un fascista; se alejaba tanto del comunismo como del capitalismo y no tuvo jamàs consenso popular; en cada elecciòn que se presentò tuvo una aceptaciòn baja. Las ideas eran propias de aquel momento elogiando al fascismo.

Fué Franco que se apropiò de la falange e hizo un culto de José Antonio. En realidad, como polìtico no valìa mucho.

Eso no es cierto. Se ha demostrado que, sobretodo en el sur de España, hubo gran cantidad de trabajadores que se afiliaron a Falange.
Y hay muchisimas cosas que alejan a José Antonio del fascismo:
-Su concepción del Estado.
-Su visión de la violencia.
-Su crítica al capitalismo y su alternativa.
-Su visión política de la sociedad: jamás propugnó una dictadura, sino un Estado en el que los ciudadanos participaran directamente de sus funciones.
-Su trato a los adversarios políticos (¿sabías que los falangistas intentaron salvar a García Lorca, Miguel Hernández o Joan Perió, entre otros?)
-Etc etc etc.

No te dejes engañar por el discurso oficial, tanto por parte de la izquierda mentirosa como por parte de la derecha rancia e interesada.

Socorp
03-abr.-2011, 01:17
No te dejes engañar por el discurso oficial, tanto por parte de la izquierda mentirosa como por parte de la derecha rancia e interesada. Sacando el discurso oficial, la izquierda y la derecha no quedan muchos para creerles.


Se ha demostrado que, sobretodo en el sur de España, hubo gran cantidad de trabajadores que se afiliaron a Falange. Una "gran cantidad" no hace que sean muchos y, menos aun, mayorìa. Cada elecciòn fue un derrota para los falangistas. Estos, como todo fascismo, se pusieron de parte del trabajador, pero eso no lo hace un buen gobierno.