Porcia
17-oct.-2007, 06:50
Investigando en la universidad, me encontré un texto en una revista jurídica, en la que una especialista mexicana en recursos humanos (Luisa Cuellar Vázquez, 2005) elaboró un perfil sobre sus compatriotas. Como en el foro la mayoría son mexicanos -con todo respeto- lo quiero compartir con ustedes para que opinen si están de acuerdo con el mismo, si lo consideran acertado o no.
"El mexicano de hoy, producto de más de 500 años de meztizaje, trae en su ser un fuerte componente indígena caracterizado por una cosmovisión mágica religiosa y por el autoritarismo teocrático de los aztecas. A su vez, tiene un pronunciado componente español que pone el acento en una percepción judeo cristiana del mundo que lo rodea.
De manera que México, a pesar de que ha inicado un proceso que modifica drásticamente la forma de asumir la experiencia de vida, debe seguir entendiéndose a través del prisma de la pluralidad étnica y cultural que conforma un panorame plagado de colorido y de desigualdades.
Por ejemplo para un numeroso grupo de trabajadores mexicanos del tipo tradicional, el concepto de jefe va unido no sólo a una jerarquía organizacional sino también de clase. herencia nociva que recuerda la forma de sometimiento que ejercían los aztecas sobre otras etnias, junto a las cuales padecieron después el liderazgo autocrático practicado en la época colonial por peninsulares y criollos.
El México mestizo que resultó de la conquista no se vio liberado en muchos aspectos por la guerra de independencia, ya que tuvo que soportar regímenes despóticos que taicionaron los ideales de su lucha. Ni siquiera la revolución, que confinó al exilio a don Porfirio Díaz, y exaltó las figuras de Farncisco Villa y Emiliano Zapata, fue capaz de dar respiro a un pueblo que, aunque de diferente manera, seguía sometido a la tiranía de unos cuantos.
Y así la historia constinúa hasta llegar al liderazgo despótico que ejerció durante setenta años el PRI (partido revolucionario Institucional), el mismo que impuso una dictadira de partido camuflada de democracia y salpicada de corrupción, ante la mirada impotente de un pueblo hambriento de progreso y justicia que durante décadas se alimentó de represión y de silencios.
Una vez más la historia obliga al pueblo a bajar la cabeza y aguantar. No es entonces de extrañar que el mexicano esté habituado a tragarse las palabras, a evadir conflictos, a evitar tomar desiciones , a acatar incondicionalmente las órdenes que se dan en forma descendente, a guardar silencio ante los abusos del jefe.
Incluso hoy, bajo la bandera de un cambio, una gran mayoría del pueblo sigue inmersa en una anarquía de derechos soportando una impunidad judicial que lacera tanto o más que hace 500 años.
Pero lo hasta aquí expuesto no implica que el mexicano sea ineficiente, de lo que nos habla es de que no ha podido poner en marcha al cien por cien las competencias que posee debido a una devaluada percepción de sí mismo y a un estilo de autoridad, ejercido y percibido, que lo nulifica..."
"El mexicano de hoy, producto de más de 500 años de meztizaje, trae en su ser un fuerte componente indígena caracterizado por una cosmovisión mágica religiosa y por el autoritarismo teocrático de los aztecas. A su vez, tiene un pronunciado componente español que pone el acento en una percepción judeo cristiana del mundo que lo rodea.
De manera que México, a pesar de que ha inicado un proceso que modifica drásticamente la forma de asumir la experiencia de vida, debe seguir entendiéndose a través del prisma de la pluralidad étnica y cultural que conforma un panorame plagado de colorido y de desigualdades.
Por ejemplo para un numeroso grupo de trabajadores mexicanos del tipo tradicional, el concepto de jefe va unido no sólo a una jerarquía organizacional sino también de clase. herencia nociva que recuerda la forma de sometimiento que ejercían los aztecas sobre otras etnias, junto a las cuales padecieron después el liderazgo autocrático practicado en la época colonial por peninsulares y criollos.
El México mestizo que resultó de la conquista no se vio liberado en muchos aspectos por la guerra de independencia, ya que tuvo que soportar regímenes despóticos que taicionaron los ideales de su lucha. Ni siquiera la revolución, que confinó al exilio a don Porfirio Díaz, y exaltó las figuras de Farncisco Villa y Emiliano Zapata, fue capaz de dar respiro a un pueblo que, aunque de diferente manera, seguía sometido a la tiranía de unos cuantos.
Y así la historia constinúa hasta llegar al liderazgo despótico que ejerció durante setenta años el PRI (partido revolucionario Institucional), el mismo que impuso una dictadira de partido camuflada de democracia y salpicada de corrupción, ante la mirada impotente de un pueblo hambriento de progreso y justicia que durante décadas se alimentó de represión y de silencios.
Una vez más la historia obliga al pueblo a bajar la cabeza y aguantar. No es entonces de extrañar que el mexicano esté habituado a tragarse las palabras, a evadir conflictos, a evitar tomar desiciones , a acatar incondicionalmente las órdenes que se dan en forma descendente, a guardar silencio ante los abusos del jefe.
Incluso hoy, bajo la bandera de un cambio, una gran mayoría del pueblo sigue inmersa en una anarquía de derechos soportando una impunidad judicial que lacera tanto o más que hace 500 años.
Pero lo hasta aquí expuesto no implica que el mexicano sea ineficiente, de lo que nos habla es de que no ha podido poner en marcha al cien por cien las competencias que posee debido a una devaluada percepción de sí mismo y a un estilo de autoridad, ejercido y percibido, que lo nulifica..."