Bunlass
16-ene.-2011, 13:13
Saludos. Ayer me acosté tarde y pude ver aquí, en Chile, un programa sobre la cultura popular o el arte moderno. El plato fuerte fueron los comentarios de uno de los miembros de la familia Parra, Nicanor Parra. En Chile gozan de cierto reconocimiento. En el extranjero es más conocida Violeta Parra. Antipoetas se llaman estos modernos hombres de letras. Decía don Nicanor, comentaba su análisis histórico de la poesía y que había encontrado que hasta el Renacimiento, justamente allí, (desde mi punto de vista eso de justamente allí), la poesía le pareció acortonada, fingida, falsa y que en la Edad Media en cambio, se fascinó con la poesía popular. Afirma también que a su juicio es la poesía popular la verdadera y no sólo la poesía, el arte popular en general. Considera que la poesía academicista usa expresiones forzadas y por ello, falsas, no naturales. Y bueno, estas opiniones me son de interés. Las interpreto a mi manera:
Cree don Nicanor que ese punto de vista particular, el suyo, el popular, es el verdadero. Le cuesta concebir que los modos y expresiones de los academicistas y de los aristócratas, las clases acomodadas, objeto de destino del arte selecto, no popular, puedan ser reales, porque no es su vida. Pero no sólo no lo ha vivido, no puede imaginarse viviéndolo. Y eso dice mucho. En la actualidad el pueblo es el centro de la sociedad. Hubo un tiempo en que fue la aristocracia. En ese otro tiempo era la aristocracia la que tenía el poder para bautizar los fenómenos y definir qué era y qué no era arte, qué bueno y qué malo. Hoy es al revés, al punto que el hombre del pueblo se bautiza a sí mismo como el verdadero, el auténtico. Yo lo encuentro divertido, porque estoy convencido que a su vez, la gente auténticamente aristocrática, es decir, no la de billetera abultada, sino la que se autoeduca, siente desigual e impone a sí misma estándares de formación, siente exactamente lo mismo respecto de sí: Se sabe, se siente imposibilitada de ser alguna vez como el hombre popular; no necesita fingir para ser como es, está en su naturaleza. Y del mismo modo, jamás adherirá a la satisfacción de la cultura popular, que le es visceramente repulsiva.
Cree don Nicanor que ese punto de vista particular, el suyo, el popular, es el verdadero. Le cuesta concebir que los modos y expresiones de los academicistas y de los aristócratas, las clases acomodadas, objeto de destino del arte selecto, no popular, puedan ser reales, porque no es su vida. Pero no sólo no lo ha vivido, no puede imaginarse viviéndolo. Y eso dice mucho. En la actualidad el pueblo es el centro de la sociedad. Hubo un tiempo en que fue la aristocracia. En ese otro tiempo era la aristocracia la que tenía el poder para bautizar los fenómenos y definir qué era y qué no era arte, qué bueno y qué malo. Hoy es al revés, al punto que el hombre del pueblo se bautiza a sí mismo como el verdadero, el auténtico. Yo lo encuentro divertido, porque estoy convencido que a su vez, la gente auténticamente aristocrática, es decir, no la de billetera abultada, sino la que se autoeduca, siente desigual e impone a sí misma estándares de formación, siente exactamente lo mismo respecto de sí: Se sabe, se siente imposibilitada de ser alguna vez como el hombre popular; no necesita fingir para ser como es, está en su naturaleza. Y del mismo modo, jamás adherirá a la satisfacción de la cultura popular, que le es visceramente repulsiva.