Montserrat
05-ago.-2007, 14:54
hola es mi primera vez en este foro y no se si este fuera de lugar por que esto no es poesia es una historia corta pero no encontre otro lugar para ponerlo.
Siempre me ha costado relacionarme con las personas, por mi baja autoestima y mi poca seguridad que al final de cuentas van por lo mismo. Mi infancia sola y sin cariño, llena de regaños sin razón y palabras tales como: “no puedes hacer nada bien”, “hasta un animal entiende mejor”, “por eso no tienes amigos…¡eres tonta y fea!”; con ello crecí, siempre fui la niña tímida que nadie se le acercaba y de la que todos hablaban a sus espaldas, la niña que había aprendido a ser “fuerte” y no llorar.
A los 9 años entendí que en la vida solo podía confiar en mi misma, las personas eran demasiado malas y le tenía miedo al mundo, a la vida misma.
Una noche cuando mi padre llegó como cada noche tras varias copas con sus viejos amigos de siempre; lleno de odio y coraje tomó a mi madre por el pelo aventándola contra una pared mis hermanos y yo la mirábamos tirada en el suelo con un charco de sangre justo debajo de su cabeza ahogando nuestro llanto por miedo a una golpiza similar que de todas formas nos daría para desquitar todo su enojo contra el mundo. Tomo a cada uno de mis hermanos uno por uno hasta llegar a mi haciéndonos ver nuestros “errores” y cuantos nos odiaba por hacer su vida cada día mas miserable.
Esa noche, y con 14 años, tomé el valor necesario para salir corriendo y alejarme de aquel lugar, las calles mismas fueron mi hogar mientras conseguía como salir adelante.
Te conocí entonces y de un momento a otro te volviste mi todo, aun me cuesta tanto comprender como fue que pudiste confiar tanto en mi siendo una completa desconocida y le llevaste a vivir contigo; me dijiste que había sido mi mirada tan sincera y tierna, a la vez podías ver tanto miedo en mi e inseguridad, querías ayudarme yo era tan solo una niña que necesitaba cariño, una casa, amor….una niña que había carecido toda su vida y necesitaba ayuda.
Tú eras ya un hombre para mi, recién graduado 25 años, la primera persona que se había mostrado interesada y preocupada en mi, sentí una gran gratitud hacía ti.
Los años iban pasando tan rápido que no me di cuenta en el momento que me enamoré de ti como persona, como hombre, sin embargo eran 11 años de diferencia entre los 2 las cosas no lo hacían nada fácil y de repente nos interesábamos por cosas completamente diferentes, pero te amaba, estoy segura que era amor y nada me importaba mas que tú.
- son las 4 de la mañana-
- trabajo…- te limitaste a contestar.
- No puedes estar haciendo esto tienes 31 años, es demasiada presión- me queje.
- Si no lo hago yo quien lo hará?-
- Que se yo, no creo que seas el único-.
- Pero si quiero el puesto de gerente tengo que hacerlo-.
- Y no te importa tu salud?-.
- Ya déjate de eso-.
- Hablo enserio Eugenio-.
- Desde cuando te preocupas por mi salud-.
- Desde que te conozco me preocupo por ti eres todo lo que tengo y no me gustaría perderte-.
- No me vas a perder-.
Pequeñas peleas que me dejaban mal y pensando por el resto de la noche, pero aun eso lo compensabas a la mañana siguiente.
El tiempo no se detenía cuando por fin, yo ya con 21 años decidí que era momento de hablar y decirte lo que sentía, decirte que lo eras todo para mi y no solo mi “hermano” mayor.
Pase el día entero cocinando y preparando una sencilla cena, entre suspiros y sonrisas paso mi día hasta escuchar que llamabas a la puerta y abrí recibiéndote con el abrazo mas caluroso de todos desde que nos habíamos conocido.
- que es todo esto?- preguntaste sorprendido dejando a un lado tu saco.
- Una cena- sonreí.
Te ayude tomando tu portafolio.
Maldito sea el momento en que dije las palabras “te amo”, jamás me había sentido tan tonta y con tantas ganas de salir corriendo, perderme en algún lugar muy lejos y que jamás nadie me encontrara, ni siquiera el día que había huido de casa.
- no¡, estas confundida, yo no te amo, solo te saque de la calle- fue tu respuesta.
Por supuesto que no estaba confundida sabía lo que quería y lo que sentía, pero tu no lo entenderías jamás.
No lo pensé 2 veces y salí reteniendo las lagrimas no te daría el gusto de verme llorar, al fin de cuentas la persona que creía que eras, había sido solo mi imaginación, eras como todos los demás, eras una persona común y corriente, tal vez si me hubieras explicado que no me amabas como yo lo hacía… pero sin embargo me diste a entender que había sido tu obra de caridad para sentirte bien contigo mismo.
Para empeorar el momento la lluvia no se hizo esperar cayendo con toda su fuerza, sentía como el frío se colaba hasta mis huesos cruzo mis brazos y caminé lo único que podía hacer, no tenía a donde ir, estaba sola.
Siempre me ha costado relacionarme con las personas, por mi baja autoestima y mi poca seguridad que al final de cuentas van por lo mismo. Mi infancia sola y sin cariño, llena de regaños sin razón y palabras tales como: “no puedes hacer nada bien”, “hasta un animal entiende mejor”, “por eso no tienes amigos…¡eres tonta y fea!”; con ello crecí, siempre fui la niña tímida que nadie se le acercaba y de la que todos hablaban a sus espaldas, la niña que había aprendido a ser “fuerte” y no llorar.
A los 9 años entendí que en la vida solo podía confiar en mi misma, las personas eran demasiado malas y le tenía miedo al mundo, a la vida misma.
Una noche cuando mi padre llegó como cada noche tras varias copas con sus viejos amigos de siempre; lleno de odio y coraje tomó a mi madre por el pelo aventándola contra una pared mis hermanos y yo la mirábamos tirada en el suelo con un charco de sangre justo debajo de su cabeza ahogando nuestro llanto por miedo a una golpiza similar que de todas formas nos daría para desquitar todo su enojo contra el mundo. Tomo a cada uno de mis hermanos uno por uno hasta llegar a mi haciéndonos ver nuestros “errores” y cuantos nos odiaba por hacer su vida cada día mas miserable.
Esa noche, y con 14 años, tomé el valor necesario para salir corriendo y alejarme de aquel lugar, las calles mismas fueron mi hogar mientras conseguía como salir adelante.
Te conocí entonces y de un momento a otro te volviste mi todo, aun me cuesta tanto comprender como fue que pudiste confiar tanto en mi siendo una completa desconocida y le llevaste a vivir contigo; me dijiste que había sido mi mirada tan sincera y tierna, a la vez podías ver tanto miedo en mi e inseguridad, querías ayudarme yo era tan solo una niña que necesitaba cariño, una casa, amor….una niña que había carecido toda su vida y necesitaba ayuda.
Tú eras ya un hombre para mi, recién graduado 25 años, la primera persona que se había mostrado interesada y preocupada en mi, sentí una gran gratitud hacía ti.
Los años iban pasando tan rápido que no me di cuenta en el momento que me enamoré de ti como persona, como hombre, sin embargo eran 11 años de diferencia entre los 2 las cosas no lo hacían nada fácil y de repente nos interesábamos por cosas completamente diferentes, pero te amaba, estoy segura que era amor y nada me importaba mas que tú.
- son las 4 de la mañana-
- trabajo…- te limitaste a contestar.
- No puedes estar haciendo esto tienes 31 años, es demasiada presión- me queje.
- Si no lo hago yo quien lo hará?-
- Que se yo, no creo que seas el único-.
- Pero si quiero el puesto de gerente tengo que hacerlo-.
- Y no te importa tu salud?-.
- Ya déjate de eso-.
- Hablo enserio Eugenio-.
- Desde cuando te preocupas por mi salud-.
- Desde que te conozco me preocupo por ti eres todo lo que tengo y no me gustaría perderte-.
- No me vas a perder-.
Pequeñas peleas que me dejaban mal y pensando por el resto de la noche, pero aun eso lo compensabas a la mañana siguiente.
El tiempo no se detenía cuando por fin, yo ya con 21 años decidí que era momento de hablar y decirte lo que sentía, decirte que lo eras todo para mi y no solo mi “hermano” mayor.
Pase el día entero cocinando y preparando una sencilla cena, entre suspiros y sonrisas paso mi día hasta escuchar que llamabas a la puerta y abrí recibiéndote con el abrazo mas caluroso de todos desde que nos habíamos conocido.
- que es todo esto?- preguntaste sorprendido dejando a un lado tu saco.
- Una cena- sonreí.
Te ayude tomando tu portafolio.
Maldito sea el momento en que dije las palabras “te amo”, jamás me había sentido tan tonta y con tantas ganas de salir corriendo, perderme en algún lugar muy lejos y que jamás nadie me encontrara, ni siquiera el día que había huido de casa.
- no¡, estas confundida, yo no te amo, solo te saque de la calle- fue tu respuesta.
Por supuesto que no estaba confundida sabía lo que quería y lo que sentía, pero tu no lo entenderías jamás.
No lo pensé 2 veces y salí reteniendo las lagrimas no te daría el gusto de verme llorar, al fin de cuentas la persona que creía que eras, había sido solo mi imaginación, eras como todos los demás, eras una persona común y corriente, tal vez si me hubieras explicado que no me amabas como yo lo hacía… pero sin embargo me diste a entender que había sido tu obra de caridad para sentirte bien contigo mismo.
Para empeorar el momento la lluvia no se hizo esperar cayendo con toda su fuerza, sentía como el frío se colaba hasta mis huesos cruzo mis brazos y caminé lo único que podía hacer, no tenía a donde ir, estaba sola.