Hayra
01-abr.-2010, 21:29
Sí, tintero y pluma; tanto tiempo atrás, cuando me acompañaban en esas noches de luna, en una vieja mesa de madera pegada a la ventana y yo, con los dedos manchados por tinta negra chorreante, confundida con mi piel, blanca, siempre blanca sin darme los rayos del sol, y así parecía un ligero pero muy siniestro color índigo.
Esas noches en las que abría aquella ventana en la torre, y entonces sentía el frío atemorizante, y las palabras recorrían esa mesita, escondiéndose de las gotas hirvientes de cera que iban cayendo sobre ella, una y otra vez, pareciera que al mismo ritmo, al compás de alguna imagen que hubiera creado una melodía. Eso se veía, las imágenes provocaban esos sonidos en mi mente, ahora recuerdos en mis pensamientos.La noche era siniestra y tétrica, no había nadie, pero yo estaba acompañada por ellos, por tintero y pluma, por hojas de papel, de varios tipos, incluso en algunos cajones guardaba pergaminos enrollados de lo que ahora serían mis borradores y mis sellos, tan notables con las iniciales de mis apellidos. Pero nadie sabía que yo estaba ahí. Todos pensaban que hacía mucho tiempo había muerto.
Y en realidad así había sido y lo que eran los lujos y las fiestas en aquellos salones de espejos como las demás ilusiones se habían convertido en añoranzas. Como todo lo demás. Los palacios se habían destruido por guerras, por luchas, y yo siempre escondida sin poder alcanzar la luz del sol.
Todo había quedado deshecho, las paredes se habían venido abajo y lo que antes era opulencia ahora estaba reducido a cenizas maltrechas.
Había pasado ya mucho tiempo y me dolía tanto ver la destrucción que estaba a mi alrededor, que no podía con ello, mi laúd tenía las cuerdas rotas y estaba en un rincón de esa torre, negra, mohosa, con una sola ventana, abandonada, sin una puerta, en realidad no sabía como había llegado ahí, supongo que cerraron todo lo que vieron que no tenía destino alguno.
Desperté en esa noche, cuando el viento abrió de par en par las corroídas ventanas y el frío me abarcó toda entera.
Fue entonces cuando caminando tambaleándome, llegue hasta esa mesa y vi todo aquello que era mi vida, que ahora es mi pasado, vi mis manos todavía manchadas por esa tinta y restos de polvo de zinc, para secar los escritos que mandaba. Y ahora lloraba y no lo podía detener, me dolía tanto recordarlo, ver lo que me hacía tan feliz, la música, mis escritos, aquellos viejos libros que estaban en otra recóndita esquina, formaron una etapa de mi vida, eran regalos de alguien que fue importante en esa época, ahora no había luz, todo era quebradizo, gris, negro, con mucha humedad y frío y el viento helado no dejaba de golpear una y otra vez.
Todo dolía; dolía el despertar y encontrarme con aquello, que fuera mi gran ilusión, que fuera mi felicidad, que fuera mi vida entera; dolía, dolía mucho a pesar de ser simples recuerdos.
Me dolía estar muerta en vida, no poder salir y ver que en dónde me encontraba era una habitación en circulo, sin una salida, mas que esa vieja ventana, donde tantas veces estuve en aquella mesita, escribiendo, sólo inspirándome en lo que veía, en lo que sentía, en la pasión y amor que tenía, a todo y a todos, cuando había flores en aquellos jardines, esos rosales sembrados sólo para mi. Ahora la tierra negra y estéril.
De repente entró el viento más fuerte y con él se llevó varias hojas que estaban a medio escribir, de las cuales no se notaba ya casi nada, a causa de las lágrimas que habían manchado el propio papel mezclándose con la tinta.
Ya no me dolía tanto, me dolía más el recordar, el vivir ese presente que no sentía mío, sin embargo sentía que pertenecía a ese lugar más que a ninguno, porque hacía mucho, mucho tiempo, eso había sido mi felicidad, pero estando encerrada, sin poder salir a la luz del sol que era mi muerte y habiendo perdido tanto tiempo, ¿cómo podría recuperar una felicidad de tal magnitud?
Estando sola, sin apoyo, sin fuerzas, pero queriendo salir adelante…
Ya viviendo, despertando, entre recuerdos y con miedo, con las ruinas de un castillo dónde solo se erguía una torre, en la que parecía había una maldición, en la que me encontraba yo, de nuevo.
Viva
Porque bien dicen que recordar es vivir, aunque muchas veces es tremendamente doloroso.
Esas noches en las que abría aquella ventana en la torre, y entonces sentía el frío atemorizante, y las palabras recorrían esa mesita, escondiéndose de las gotas hirvientes de cera que iban cayendo sobre ella, una y otra vez, pareciera que al mismo ritmo, al compás de alguna imagen que hubiera creado una melodía. Eso se veía, las imágenes provocaban esos sonidos en mi mente, ahora recuerdos en mis pensamientos.La noche era siniestra y tétrica, no había nadie, pero yo estaba acompañada por ellos, por tintero y pluma, por hojas de papel, de varios tipos, incluso en algunos cajones guardaba pergaminos enrollados de lo que ahora serían mis borradores y mis sellos, tan notables con las iniciales de mis apellidos. Pero nadie sabía que yo estaba ahí. Todos pensaban que hacía mucho tiempo había muerto.
Y en realidad así había sido y lo que eran los lujos y las fiestas en aquellos salones de espejos como las demás ilusiones se habían convertido en añoranzas. Como todo lo demás. Los palacios se habían destruido por guerras, por luchas, y yo siempre escondida sin poder alcanzar la luz del sol.
Todo había quedado deshecho, las paredes se habían venido abajo y lo que antes era opulencia ahora estaba reducido a cenizas maltrechas.
Había pasado ya mucho tiempo y me dolía tanto ver la destrucción que estaba a mi alrededor, que no podía con ello, mi laúd tenía las cuerdas rotas y estaba en un rincón de esa torre, negra, mohosa, con una sola ventana, abandonada, sin una puerta, en realidad no sabía como había llegado ahí, supongo que cerraron todo lo que vieron que no tenía destino alguno.
Desperté en esa noche, cuando el viento abrió de par en par las corroídas ventanas y el frío me abarcó toda entera.
Fue entonces cuando caminando tambaleándome, llegue hasta esa mesa y vi todo aquello que era mi vida, que ahora es mi pasado, vi mis manos todavía manchadas por esa tinta y restos de polvo de zinc, para secar los escritos que mandaba. Y ahora lloraba y no lo podía detener, me dolía tanto recordarlo, ver lo que me hacía tan feliz, la música, mis escritos, aquellos viejos libros que estaban en otra recóndita esquina, formaron una etapa de mi vida, eran regalos de alguien que fue importante en esa época, ahora no había luz, todo era quebradizo, gris, negro, con mucha humedad y frío y el viento helado no dejaba de golpear una y otra vez.
Todo dolía; dolía el despertar y encontrarme con aquello, que fuera mi gran ilusión, que fuera mi felicidad, que fuera mi vida entera; dolía, dolía mucho a pesar de ser simples recuerdos.
Me dolía estar muerta en vida, no poder salir y ver que en dónde me encontraba era una habitación en circulo, sin una salida, mas que esa vieja ventana, donde tantas veces estuve en aquella mesita, escribiendo, sólo inspirándome en lo que veía, en lo que sentía, en la pasión y amor que tenía, a todo y a todos, cuando había flores en aquellos jardines, esos rosales sembrados sólo para mi. Ahora la tierra negra y estéril.
De repente entró el viento más fuerte y con él se llevó varias hojas que estaban a medio escribir, de las cuales no se notaba ya casi nada, a causa de las lágrimas que habían manchado el propio papel mezclándose con la tinta.
Ya no me dolía tanto, me dolía más el recordar, el vivir ese presente que no sentía mío, sin embargo sentía que pertenecía a ese lugar más que a ninguno, porque hacía mucho, mucho tiempo, eso había sido mi felicidad, pero estando encerrada, sin poder salir a la luz del sol que era mi muerte y habiendo perdido tanto tiempo, ¿cómo podría recuperar una felicidad de tal magnitud?
Estando sola, sin apoyo, sin fuerzas, pero queriendo salir adelante…
Ya viviendo, despertando, entre recuerdos y con miedo, con las ruinas de un castillo dónde solo se erguía una torre, en la que parecía había una maldición, en la que me encontraba yo, de nuevo.
Viva
Porque bien dicen que recordar es vivir, aunque muchas veces es tremendamente doloroso.