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Ver la Versión Completa : 2 de Octubre de 1968



MALENI-1
02-oct.-2009, 21:40
Tlatelolco, hoy y siempre

C

ómo olvidar a los niños exangües, alineados en bandejas de la morgue en los pasillos de alguna comisaría? Usted ha visto las fotos en La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska. Con qué facilidad decidimos abandonarlos para seguir el camino. Y digo decidimos porque fue un acto voluntario. Fuimos dejando de lado a los niños incómodos, a los niños "comunistas" que amenazaron al régimen de un autócrata, e impulsaron a otro a escalar la presidencia. Los niños que murieron para darle vida a un sistema in articulo mortis que respiraba con tanque de oxígeno. ¿Qué tiene nuestra presidencia que lo justifica todo, que todo lo perdona?

"Dos de octubre no se olvida" es la frase que ha recorrido por 41 años el territorio nacional. No se olvida, como dice Pablo González Casanova, porque la matanza "produjo un rencor inolvidable". Dos de octubre no se olvida, pero tampoco se castiga. El presidente responsable, Gustavo Díaz Ordaz ("GDO", en boca de la prensa oficial; "DOG", en las pintas callejeras del movimiento estudiantil) murió en la impunidad. Una figura compleja, con rasgos de personaje shakespeariano y marcadas características de tirano: como Trujillo, como Somoza, ¿cómo Roberto Micheletti?

Murió endurecido, en el terco convencimiento de que los verdaderos machos enfrentan –y dominan– cualquier adversidad, incluyendo el genocidio. Con la bandera en el pecho y las fosas nasales hinchadas, mostrando la dentadura que era fuente inagotable de inspiración para caricaturistas y enemigos políticos, asumió la responsabilidad "ética, moral, jurídica e histórica" de la masacre en su quinto Informe de gobierno. Tenía la mirada altiva: estaba en casa, entre los suyos, en el recinto del honorable Congreso de la Unión. Ahí engolaba la voz masculina. Voz de mando, de hombre decidido; voz que se imponía frente a civiles y militares, y que éstos respetaban, porque además de presidente era comandante supremo de las fuerzas armadas. Después del mea culpa se fue a recorrer la campiña española con rango de embajador; buscaba aires nuevos. Hasta que lo persiguió el fantasma de Tlatelolco; hasta que lo dobló la enfermedad.

Antes de su muerte, al surgir mayores indicios de la participación de Luis Echeverría, y preocupado por la historia, GDO dejó en sus memorias inéditas un acertijo para los siglos: "asumo la responsabilidad, mas no la culpabilidad". Retruécanos de la política: ¿cómo separar una de la otra? Con la información de hoy es difícil saber si GDO fue manipulado por Echeverría, o si él mismo era de los que ven moros con tranchetes.

Philip Agee, ex agente de la CIA que vivió Tlatelolco, y horrorizado por la barbarie abandonó la compañía, reveló en 1975 (Inside the Company) que GDO y Echeverría fueron informantes de la CIA. Años después Jefferson Morley, de Washington Post, en un artículo titulado: "Los ojos de la CIA en Tlatelolco", confirmó lo dicho por Agee, basado en documentos liberados por Estados Unidos en 2006, y publicados por The National Security Archive (www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB204/index2.htm).

No cabe duda que Echeverría, el más astuto, ¿y el más culpable?, morirá exonerado con los santos óleos republicanos administrados por magistrados obsecuentes y tribunales complacientes. Ése es, lamentablemente, el estado de nuestro Estado de derecho; he ahí la tragedia de nuestra pobre democracia. Juan Velázquez, el abogado que defendió a Echeverría, afirma con ignorancia de la historia que hoy existen "dos verdades sobre Tlatelolco": una –dice despectivo– "el dicho de la gente" y otra, "absolutamente distinta", el fallo del tribunal. Por eso escribí en La Jornada en su momento ("Tlatelolco: genocidio sin culpables", 03/4/09) que el litigante, eufórico por su victoria judicial, olvidaba que "todos sabemos cómo y dónde se obtienen algunos fallos de nuestros venerables tribunales; las complicidades, amistades, e intereses que empujan las sentencias por las inmundas cañerías del sistema".

Ha faltado voluntad política. La vida sigue su curso, pero no olvidamos la matanza de la Plaza de las Tres Culturas (o "de las sepulturas", como la apodó Demetrio Vallejo, o "de los sacrificios", como la llamó Octavio Paz después de la tragedia). Decía Paz que sólo cuando se conteste el ¿por qué? del inolvidable cartón de Abel Quezada "podrá el país recobrar la confianza en sus líderes y en sus instituciones".

Treinta años después de la masacre escribí en La Jornada (“In memoriam”, 02/10/98) que la brutal represión "compró la paz de los sepulcros y la paseó como escarmiento por el territorio nacional, hasta que el espectro de la violencia se encarnó nuevamente en el conflicto de Chiapas". Después de Tlatelolco siguió la fiesta; después de Chiapas, también; después de Acteal… Quizá por eso la poetisa Rosario Castellanos cerró su hermoso Memorial de Tlatelolco con un melancólico presentimiento: “al día siguiente, nadie. /La plaza amaneció barrida; /los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo (…) /ni un minuto de silencio en el banquete./ (Pues prosiguió el banquete.)

http://www.jornada.unam.mx/2009/10/02/index.php?section=opinion&article=016a1pol

Dªriªnª
02-oct.-2009, 22:33
Una tragedia que México no debería de olvidar....

LOS HECHOS


La tarde del 2 de octubre de 1968, después de que desde un helicóptero que sobrevolaba la Plaza de las Tres Culturas arrojara una luz de bengala, empezaron los disparos en contra de los miles de estudiantes que colmaron el lugar.



El 2 de octubre de 1968 se realizaba en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, una gran manifestación estudiantil en demanda de mayor libertad de expresión, a unas cuantas semanas de que se celebraran en México las Olimpiadas.


Justo cuando se iniciaba el mitin, una bengala surcó el aire, lo que, dicen los testimonios, fue la señal para que el Ejército Mexicano empezara a disparar contra la multitud.

También dispararon sus armas los integrantes de la "famosa Brigada Blanca", vestidos éstos de civil, pero identificados por portar un guante blanco como distintivo.

De acuerdo a Paco Ignacio Taibo II, quien en 1993 encabezó una Comisión de la Verdad sobre estos sucesos, en esa "trágica" tarde fueron disparados 15 mil proyectiles y hubo 300 muertos, además de 700 heridos y cinco mil estudiantes detenidos.

Según el periodista e investigador, participaron ocho mil militares de varios cuerpos destacados en la acción, 300 medios armados entre tanques, medios blindados y jeeps con ametralladoras.
Todo ésto para reprimir una manifestación pacífica.

En 1968, México era gobernado por Gustavo Díaz Ordaz, ya fallecido, mientras que Echeverría Alvarez fungía como secretario de Gobernación, quienes nunca pudieron explicar de forma clara y veraz esos acontecimientos.

Desde entonces y hasta el último presidente de filiación priísta, Ernesto Zedillo, el gobierno permaneció en silencio ante estos hechos, que afectaron a los movimientos sociales de estudiantes y de trabajadores.

Dichos grupos, al ver cerrado el camino del diálogo, formaron ya en la década de los 70, diversos grupos guerrilleros.

Testimonios:

Enrique Espinoza Villegas

Estaba en la Preparatoria 5 y era activista. Tenía 19 años y no participé en el Comité de Huelga. El 2 de octubre quise estar en el tercer piso del Chihuahua porque allí iban a estar otros amigos.

Llevé a mi madre, pero la dejé en la explanada y me subí. Cuando estaba hablando Socrátes (Amado Campos Lemus) empezó el tiroteo y quise bajar por mi madre, pero ya no me dejaron. Me detuvieron los del guante blanco, que comenzaron a dispararle a la gente.

Había dos niños de secundaria que, cuando vieron que los del guante blanco disparaban contra la gente, se les aventaron. Ahí mismo los mataron. Primero les dispararon y en el suelo los golpearon con las cachas de las pistolas. Iban con suéter café.

Con tristeza y remordimiento recuerda que no pudo ayudar a su madre Esther Villegas, a la que también se la llevaron los soldados. Ella estaba en las escaleras, alcancé a agarrarla, pero me detuvieron. Me llevaron a un departamento del tercer piso, donde estaban Luis González de Alba, Cabeza de Vaca, Sócrates y La Tita. Allí el policía del sombrero que aparece en las fotos era el que nos quitaba las pertenencias a todos los detenidos.

Pero después Enrique y González de Alba fueron llevados a otro departamento: Allí me quise escapar, vi un guante blanco tirado y traté de ponérmelo, haciéndome pasar por uno de ellos. Con los ojos Luis me decía que no, pero yo tenía miedo y quería escaparme para ir por mi madre, a la que también habían golpeado. Se dieron cuenta porque el guante rechinó cuando quise ponérmelo, me golpearon hasta que perdí el conocimiento. Creo que uno de ellos mismos me salvó porque les pidió que ya no me siguieran golpeando. Cuando desperté me bajaron a la entrada del edificio, donde nos tomaron la foto a un lado del elevador. Yo estoy de espaldas, soy el más alto.

Cuenta que en el Campo Militar Numero Uno nos llevaron a las galeras con camas de metal. Nos despertaban a la media noche y nos decían que nos iban a fusilar. Había ferrocarrileros, trabajadores del banco, estudiantes. Me golpeaban mucho, la tortura también era psicológica. Sacaban gente y se oían tiros, todos temblaban. Nunca vi que regresaban.

Ahí vi a Nazar Haro, varias veces fue a entrevistarnos, casi siempre a la medianoche o en la madrugada. Llegaba con sombrero y gabardina blanca, nos ponía bajo una lámpara y nos preguntaba: ‘¿Qué andabas haciendo, eres estudiante, del Comité, conoces a los líderes?’. No me golpeó, me hice pasar como trabajador de Aurrerá, estaba muy asustado. Me tomaban fotos mientras me interrogaban, huellas digitales de todos los dedos de las manos. Me parecían eternos, con preguntas insistentes.

Florencio López Osuna

Llévatelo, y a la primera pendejada, te lo chingas, fue lo último que escuchó antes de que lo bajaran, a empellones, del tercero al segundo piso del edificio Chihuahua.

Había sido el primer orador del mitin y fue el único de la lista de tres comisionados para hablar esa tarde en nombre del Consejo Nacional de Huelga —los otros eran David Vega y Eduardo Valle—, que alcanzó a pronunciar su discurso.

Yo estaba en el centro de la tribuna. Cuando comenzaron los disparos, me di la vuelta, y, dando la espalda a la plaza, vi que el tercer piso se había llenado de gente que, después supe, era del Batallón Olimpia. Eran jóvenes como nosotros. Algunos traían una fusca en la mano; otros cargaban metralleta. Todos traían un guante blanco. A unos pasos de donde estaba, David (Vega) forcejeaba por el micrófono con uno del Batallón Olimpia, al que se le salió un tiro.

Los del batallón les dieron tres instrucciones: ‘Todos a la pared, todos al suelo y al que alce la cabeza se lo lleva la chingada’. Mientras tanto, un tipo alto, fornido, con gabardina, disparaba contra la multitud.

López Osuna permaneció de pie; durante segundos, pegado al barandal del tercer piso, pudo ver cómo se formaba un remolino en la plaza, la gente se movía como una ola de mar. En ese momento, uno de los agentes lo tumbó al piso, cayéndole encima.

A los que estábamos en el tercer piso nos dividieron: A unos los subieron al cuarto piso y a otros nos bajaron al segundo. Yo fui de estos últimos. Un tipo que estaba acostado con nosotros nos decía en qué turno debíamos arrastrarnos. A unos pasos de ahí, había otro tipo en cuclillas. Era el que mandaba. Todavía lo recuerdo: patilludo, orejón. Cuando tocó mi turno, el que estaba acostado le dijo a su jefe: ‘Éste fue orador en el mitin’. Entonces, me jalaron, me mentaron la madre. Ahí empezaron los chingadazos.

Fotos:
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http://2.bp.blogspot.com/_kV6GR5U2EsU/RvmeQgNgvpI/AAAAAAAAAFU/kaA5xQ5wQhI/s400/027sem.jpg

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Fuente, más información e imagenes: http://mexicodesgraciado.blogspot.com/2007/09/2-de-octubre-de-1968-la-matanza-de.html

CID-CAYUS
03-oct.-2009, 09:25
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"Por mi raza hablará el espiritu"... rebelde

CID-CAYUS
03-oct.-2009, 09:27
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CID-CAYUS
03-oct.-2009, 09:31
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