Pantera Negra
12-jun.-2009, 18:27
(Publicado en enero de 2007)
Rampantemente, el gobierno Calderonista inició su gestión dando "la madre de todas las batallas" a la delincuencia organizada. En Guerrero, Michoacán y Baja California, plantó miles de soldados para gestar operativos, con el propósito de terminar de una vez por todas con tal mafia, principalmente la de las drogas. A la par, el gobierno de la ciudad de México, azuzado quizá por esa "gran decisión" Calderonista, inició operativos en Tepito, Iztapalapa y en el paradero del metro pantitlan; tal parece que la consiga general es acabar con esas alimañas que envenenan a la sociedad. De ser así la intención es buena, y merecen ambos gobiernos, el federal y el local, el beneficio de la duda hasta en tanto no se puedan analizar los resultados.
Sin embargo, alguna vez ya hablé de esto en estos foros, me parece que en el asunto particular de los estupefacientes, se da un ejemplo de uno de esos problemas que no se deben atacar desde la raíz. Para ser más preciso, la planta de la delincuencia del narcotráfico, no creo que sea una de esas plantas típicas con su raíz localizable; incluso me parece que es mejor extirparla desde sus ramas o desde sus hojas.
Lo anterior significa que la búsqueda de los lugares clandestinos, donde se producen todos los tipos de droga, así como la persecución de las mafias que las producen, transportan y comercializan; genera un desmesuradamente mayor gasto económico y de recursos humanos, que lo que conllevaría otro tipo de estrategia. Además de que ese típico sistema, nuevamente a mi juicio, da muy pocos resultados positivos.
Creo yo que lo más práctico para combatir el narcotráfico, es atacar directamente el asunto desde los consumidores finales. Porque viéndolo bien y despacio, los grandes daños en el asunto de los estupefacientes son dos. El primero es todos los ríos de color púrpura que fluyen, al confrontar al ejército y las policías contra las mafias organizadas. El segundo es el daño que las drogas causan a sus consumidores, tales como la adicción y sus daños colaterales.
Si los gobiernos locales y federal, encausan su logística a detectar a esos consumidores finales de estupefacientes; no con el afán de castigarlos, sino de curarlos de su adicción, con el amparo de la ley y de las instituciones correspondientes, lograrían dar al traste con el jugoso negocio de las drogas. Ya que por una parte legalizarían la producción, transporte y distribución mayoritaria de ese "producto". Pero por otra parte penalizarían su consumo, salvo para fines terapéuticos, con rigor y al cobijo de una buena legislación que les permita obligar a los enfermos de adicción a ser tratados para su curación.
Como toda industria legal, la entonces legalizada industria de estupefacientes iría muriendo por sí misma, al dejar de convertirse en un negocio redituable. Y toda la inversión pública que se hacía en el combate a esa industria, antes ilegal, se trasladaría hacia los consumidores finales adictos. Dejarían de correr entonces esos ríos de color púrpura, y se combatiría de lleno el segundo daño de manera más óptima.
Rampantemente, el gobierno Calderonista inició su gestión dando "la madre de todas las batallas" a la delincuencia organizada. En Guerrero, Michoacán y Baja California, plantó miles de soldados para gestar operativos, con el propósito de terminar de una vez por todas con tal mafia, principalmente la de las drogas. A la par, el gobierno de la ciudad de México, azuzado quizá por esa "gran decisión" Calderonista, inició operativos en Tepito, Iztapalapa y en el paradero del metro pantitlan; tal parece que la consiga general es acabar con esas alimañas que envenenan a la sociedad. De ser así la intención es buena, y merecen ambos gobiernos, el federal y el local, el beneficio de la duda hasta en tanto no se puedan analizar los resultados.
Sin embargo, alguna vez ya hablé de esto en estos foros, me parece que en el asunto particular de los estupefacientes, se da un ejemplo de uno de esos problemas que no se deben atacar desde la raíz. Para ser más preciso, la planta de la delincuencia del narcotráfico, no creo que sea una de esas plantas típicas con su raíz localizable; incluso me parece que es mejor extirparla desde sus ramas o desde sus hojas.
Lo anterior significa que la búsqueda de los lugares clandestinos, donde se producen todos los tipos de droga, así como la persecución de las mafias que las producen, transportan y comercializan; genera un desmesuradamente mayor gasto económico y de recursos humanos, que lo que conllevaría otro tipo de estrategia. Además de que ese típico sistema, nuevamente a mi juicio, da muy pocos resultados positivos.
Creo yo que lo más práctico para combatir el narcotráfico, es atacar directamente el asunto desde los consumidores finales. Porque viéndolo bien y despacio, los grandes daños en el asunto de los estupefacientes son dos. El primero es todos los ríos de color púrpura que fluyen, al confrontar al ejército y las policías contra las mafias organizadas. El segundo es el daño que las drogas causan a sus consumidores, tales como la adicción y sus daños colaterales.
Si los gobiernos locales y federal, encausan su logística a detectar a esos consumidores finales de estupefacientes; no con el afán de castigarlos, sino de curarlos de su adicción, con el amparo de la ley y de las instituciones correspondientes, lograrían dar al traste con el jugoso negocio de las drogas. Ya que por una parte legalizarían la producción, transporte y distribución mayoritaria de ese "producto". Pero por otra parte penalizarían su consumo, salvo para fines terapéuticos, con rigor y al cobijo de una buena legislación que les permita obligar a los enfermos de adicción a ser tratados para su curación.
Como toda industria legal, la entonces legalizada industria de estupefacientes iría muriendo por sí misma, al dejar de convertirse en un negocio redituable. Y toda la inversión pública que se hacía en el combate a esa industria, antes ilegal, se trasladaría hacia los consumidores finales adictos. Dejarían de correr entonces esos ríos de color púrpura, y se combatiría de lleno el segundo daño de manera más óptima.