Foxonline
07-feb.-2009, 10:34
Hola, el caso es que he conseguido acabar mi primera novela y la he enviado a varias editoriales. Aun no tengo respuesta ya que fué hace muy poco. Pero la cosa esta en que pusé en un foro (aunque no era de literatura) el prologo de esa novela que he terminado hace nada. Aunque a algunos le gustó (los pocos que contestaron) hubó uno en especial que se quedó agusto con criticas hacia mi. Me decia que los personajes eran sosos y pesados. Que era tipico de las peores telenovelas y que lo de escribir no era lo mio, todo con una critica bastante destructiva para mi gusto.
Es la primera que recibo de ese tipo y ahora me pregunto si a lo mejor no se me da bien escribir, ya no me refiero a si soy decente o soy bueno, si no que a lo mejor es que soy horrible o malo. Me gustaria saber si es asi para no perder más el tiempo o si en realidad no era para tanto y entra dentro de lo minimamente leible.
Os agradeceria MUCHISIMO que os tomarais un par de minutos para leer este prologo. El cual es bastante corto. Por favor decirme que pensais, por que nadie mejor que vosotros para decir la verdad. Muchas gracias antes de nada, y ser sinceros.
-PROLOGO-
La mirada de Ian se quedó hueca. Las palabras del general acuchillaron su corazón y envenenaron su mente. Ya no podía pensar con claridad. Cualquier defensa seria inútil en aquel estado, y su enemigo lo sabía.
-Ya eres mío – Pensó con malvadas intenciones.
La colina en la que se encontraban se había transformado, de repente, en un punto estratégico vital. Desde allí podía seguirse con toda claridad la contienda del valle.
El color verde de las hierbas hace tiempo que perdió su vida, dejando paso a la ceniza y al rojo más macabro. Una terrible emboscada estaba apunto de decidir el final de la guerra.
-Alégrate, muchacho- El general sonrió sarcástico.- Te prometo que tu muerte será rápida. -Sabía que Ian no era rival para él.
El chico había ido a la guerra para proteger lo que más le importaba, lo que más quería, lo que más amaba. A ella, a Amy.
La espada enemiga se alzó en el cielo mostrando la sangre que aun descansaba sobre ella. Detallaba con orgullo las incontables vidas destruidas.
Parecía decir – Tú eres el siguiente.
Los dedos del muchacho sudaban, el mango le pesaba, el arma temblaba.
-¿Esto es todo lo que puedo hacer?- Pensó - ¿Morir?
-No debiste aventurarte en ir a la guerra.- Su cuerpo se apresuró. -¡Este no es negocio para aficionados!- El general atacó sin piedad. El momento de la verdad había llegado.
Los gritos de los jóvenes soldados de Calyst inundaban el ambiente como gotas tristes en un mar de lágrimas.
La vida del muchacho pasó veloz ante sus ojos. Su primer cumpleaños, el día en que su madre murió, la noche que conoció a Amy.
-Amy...- Balbuceó despidiéndose.
La espada cortaba el viento ansiosa. Los metros se desvanecían entre ella y su presa.
Parecía que Ian se había rendido al destino. No reaccionaba, no se movía.
-¡Espabila!- Escuchó dentro de su ser. Amy le gritaba desde su corazón.
No podía abandonarla, tenía que vivir. ¡Se lo prometió!
La delgada hoja de su arma se interpuso entonces entre ellos. La punta asesina rebotó y perdió el norte. El general, sorprendido, lanzó una nueva acometida. Ésta fracasó estrepitosamente. La sed de sangre era tal que un mandoble respondió al muchacho. Ésta vez tuvo más suerte, el arma del chico se desquebrajó y resbalo de sus dedos.
Su mente estaba despierta, pero sus músculos eran torpes.
-Me sorprendes, de verdad que me sorprendes.- El general le apuntaba decidido.
El chico tragó saliva disculpándose en silencio.
-Lo he intentado, Amy. Lo siento.
Un fuerte pinchazo lo envolvió al instante, el arma descansaba ahora en su pecho. Su enemigo la soltó y dejó que se nutriera de vida.
Ian no pudo aguantarlo más y, mientras sus fuerzas huían a borbotones, sus piernas cayeron derrotadas.
-Te felicito, has durado más que el resto- Parecía complacido. Sin lugar a dudas disfrutaba.
Sus ojos se abrían con tesón buscando no perder detalle alguno.
-Trai...
-¿Disculpa?
-Trai...dor.
El general sonrió irónicamente.
-¿Traidor?, jajaja. Lo que hay que oír. Sigues sin entenderlo.
Ian luchaba por respirar. El corazón continuaba bombeando, pero sin duda la herida era mortal. Por más que rezara, la suerte estaba echada.
-Soy el más patriota de todos vosotros. Le debo total lealtad al rey, y por eso mismo hago lo que hago.
Las palabras entraban en los oídos del muchacho perdiendo todo significado.
-¿Esta...es tu forma... de...?- La boca le sangraba. -¿De...mostrar tu lealtad?
-¡Calla, inútil! Ni si quiera eres capaz de ver la verdad teniéndola ante tus ojos.
El general se giró y olvido al muchacho por un momento.
-El rey me ha encomendado la importante misión de terminar la guerra. Gracias a vuestro sacrificio muchas vidas se salvaran. ¡Muchas más importantes!
-¡¿Quién...eres tú para decidir el valor de nuestras vidas?!
-¿Yo? Yo no decido nada, sólo soy un instrumento. Un mensajero. El rey es quien decide el valor de vuestras vidas. Sólo él.
Las palabras comenzaron a coger forma. La mente de Ian empezaba a ver entre líneas. Sin embargo lo que el general insinuaba no podía ser más que una estratagema para hacer su agonía más insoportable.
-¡No te creo, el rey nunca nos traicionaría!
El general estiró el brazo hacía una colina cercana. Allí, al fondo, dos jinetes observaban la escena del valle. Las dos grandes banderas que sostenían sus guarda-espaldas dejaban clara la naturaleza de sus ocupantes.
-¡¿El rey?!- Estaba atónito. Pudo reconocer a su majestad junto al rey de Meteora. Ambos charlaban animados compartiendo risas y confidencias.
-¡Qué es todo esto!- El dolor casi había desaparecido.
-Esto es una firma de paz.
-¡¿Cómo puedes llamar paz a esto?! ¡Nos estáis asesinando!
-Como he dicho, es una firma de paz.....con sangre. Vosotros sois la prueba de nuestra lealtad al reino de Meteora.
La cabeza le daba vueltas, le faltaba sangre. El frío comenzaba a arroparle mientras la espada continuaba absolviendo su alma.
-¡Vosotros nos llevasteis a la guerra!
-Ellos han resultado ser unos contrincantes formidables, mi buen Ian. Su especialización en la magia nos sobrepasa. Es mejor retirarnos.- Las últimas palabras las pronunció arrastrando la vista lejos. En lo más profundo de su ser el general era un guerrero y reconocer una derrota no le suponía más que dolor.
La rabia comenzó a cubrir lentamente los resquicios de vida del joven. Pensó en todo lo que iba a perder. En los amigos conocidos y muertos que yacían por todas partes del Valle.
Pensó en Amy, en su familia; en su padre.
- Sin duda hoy ha sido un día glorioso para nuestro país...- Sentenció el general.
No tenían más tiempo que perder en explicaciones. Si no se decidía a morir lo remataría.
En cuanto su mirada se volvió a posar sobre el chico la sorpresa fue mayúscula.
Se encontraba de pie y en ese mismo momento se estaba arrancando el arma del pecho. Un gritó atronador erizó la piel de su asesino. Ni si quiera tuvo tiempo de entender lo que acababa de pasar. Su propio arma descansaba ahora en su corazón.
Los ojos del cadete reflejaban el fuego que alimentaba su odio interior.
- Ah...ghg...- Murió en un suspiro.
Ian se dejó caer de nuevo al suelo y esta vez inspiró en busca de paz.
Al menos había hecho justicia. No moriría en balde, al menos su asesino no vería otro día.
-Amy...- Cerró los ojos intentando visualizar su cara.
No quería que el general fuera lo último que viera. Prefería morir observando a su amor.
El rostro de la joven era suave. Su sonrisa era ligera y casi inexistente pero a cualquiera le hubiera cautivado. Su pelo rubio brillaba como el sol de la mañana.
Allí estaba, entre la oscuridad de sus recuerdos.
Con los ojos aun cerrados, levantó su brazo derecho y acariciando el invisible cielo imaginó que era ella.
- Te quiero.
Después todo terminó...
Es la primera que recibo de ese tipo y ahora me pregunto si a lo mejor no se me da bien escribir, ya no me refiero a si soy decente o soy bueno, si no que a lo mejor es que soy horrible o malo. Me gustaria saber si es asi para no perder más el tiempo o si en realidad no era para tanto y entra dentro de lo minimamente leible.
Os agradeceria MUCHISIMO que os tomarais un par de minutos para leer este prologo. El cual es bastante corto. Por favor decirme que pensais, por que nadie mejor que vosotros para decir la verdad. Muchas gracias antes de nada, y ser sinceros.
-PROLOGO-
La mirada de Ian se quedó hueca. Las palabras del general acuchillaron su corazón y envenenaron su mente. Ya no podía pensar con claridad. Cualquier defensa seria inútil en aquel estado, y su enemigo lo sabía.
-Ya eres mío – Pensó con malvadas intenciones.
La colina en la que se encontraban se había transformado, de repente, en un punto estratégico vital. Desde allí podía seguirse con toda claridad la contienda del valle.
El color verde de las hierbas hace tiempo que perdió su vida, dejando paso a la ceniza y al rojo más macabro. Una terrible emboscada estaba apunto de decidir el final de la guerra.
-Alégrate, muchacho- El general sonrió sarcástico.- Te prometo que tu muerte será rápida. -Sabía que Ian no era rival para él.
El chico había ido a la guerra para proteger lo que más le importaba, lo que más quería, lo que más amaba. A ella, a Amy.
La espada enemiga se alzó en el cielo mostrando la sangre que aun descansaba sobre ella. Detallaba con orgullo las incontables vidas destruidas.
Parecía decir – Tú eres el siguiente.
Los dedos del muchacho sudaban, el mango le pesaba, el arma temblaba.
-¿Esto es todo lo que puedo hacer?- Pensó - ¿Morir?
-No debiste aventurarte en ir a la guerra.- Su cuerpo se apresuró. -¡Este no es negocio para aficionados!- El general atacó sin piedad. El momento de la verdad había llegado.
Los gritos de los jóvenes soldados de Calyst inundaban el ambiente como gotas tristes en un mar de lágrimas.
La vida del muchacho pasó veloz ante sus ojos. Su primer cumpleaños, el día en que su madre murió, la noche que conoció a Amy.
-Amy...- Balbuceó despidiéndose.
La espada cortaba el viento ansiosa. Los metros se desvanecían entre ella y su presa.
Parecía que Ian se había rendido al destino. No reaccionaba, no se movía.
-¡Espabila!- Escuchó dentro de su ser. Amy le gritaba desde su corazón.
No podía abandonarla, tenía que vivir. ¡Se lo prometió!
La delgada hoja de su arma se interpuso entonces entre ellos. La punta asesina rebotó y perdió el norte. El general, sorprendido, lanzó una nueva acometida. Ésta fracasó estrepitosamente. La sed de sangre era tal que un mandoble respondió al muchacho. Ésta vez tuvo más suerte, el arma del chico se desquebrajó y resbalo de sus dedos.
Su mente estaba despierta, pero sus músculos eran torpes.
-Me sorprendes, de verdad que me sorprendes.- El general le apuntaba decidido.
El chico tragó saliva disculpándose en silencio.
-Lo he intentado, Amy. Lo siento.
Un fuerte pinchazo lo envolvió al instante, el arma descansaba ahora en su pecho. Su enemigo la soltó y dejó que se nutriera de vida.
Ian no pudo aguantarlo más y, mientras sus fuerzas huían a borbotones, sus piernas cayeron derrotadas.
-Te felicito, has durado más que el resto- Parecía complacido. Sin lugar a dudas disfrutaba.
Sus ojos se abrían con tesón buscando no perder detalle alguno.
-Trai...
-¿Disculpa?
-Trai...dor.
El general sonrió irónicamente.
-¿Traidor?, jajaja. Lo que hay que oír. Sigues sin entenderlo.
Ian luchaba por respirar. El corazón continuaba bombeando, pero sin duda la herida era mortal. Por más que rezara, la suerte estaba echada.
-Soy el más patriota de todos vosotros. Le debo total lealtad al rey, y por eso mismo hago lo que hago.
Las palabras entraban en los oídos del muchacho perdiendo todo significado.
-¿Esta...es tu forma... de...?- La boca le sangraba. -¿De...mostrar tu lealtad?
-¡Calla, inútil! Ni si quiera eres capaz de ver la verdad teniéndola ante tus ojos.
El general se giró y olvido al muchacho por un momento.
-El rey me ha encomendado la importante misión de terminar la guerra. Gracias a vuestro sacrificio muchas vidas se salvaran. ¡Muchas más importantes!
-¡¿Quién...eres tú para decidir el valor de nuestras vidas?!
-¿Yo? Yo no decido nada, sólo soy un instrumento. Un mensajero. El rey es quien decide el valor de vuestras vidas. Sólo él.
Las palabras comenzaron a coger forma. La mente de Ian empezaba a ver entre líneas. Sin embargo lo que el general insinuaba no podía ser más que una estratagema para hacer su agonía más insoportable.
-¡No te creo, el rey nunca nos traicionaría!
El general estiró el brazo hacía una colina cercana. Allí, al fondo, dos jinetes observaban la escena del valle. Las dos grandes banderas que sostenían sus guarda-espaldas dejaban clara la naturaleza de sus ocupantes.
-¡¿El rey?!- Estaba atónito. Pudo reconocer a su majestad junto al rey de Meteora. Ambos charlaban animados compartiendo risas y confidencias.
-¡Qué es todo esto!- El dolor casi había desaparecido.
-Esto es una firma de paz.
-¡¿Cómo puedes llamar paz a esto?! ¡Nos estáis asesinando!
-Como he dicho, es una firma de paz.....con sangre. Vosotros sois la prueba de nuestra lealtad al reino de Meteora.
La cabeza le daba vueltas, le faltaba sangre. El frío comenzaba a arroparle mientras la espada continuaba absolviendo su alma.
-¡Vosotros nos llevasteis a la guerra!
-Ellos han resultado ser unos contrincantes formidables, mi buen Ian. Su especialización en la magia nos sobrepasa. Es mejor retirarnos.- Las últimas palabras las pronunció arrastrando la vista lejos. En lo más profundo de su ser el general era un guerrero y reconocer una derrota no le suponía más que dolor.
La rabia comenzó a cubrir lentamente los resquicios de vida del joven. Pensó en todo lo que iba a perder. En los amigos conocidos y muertos que yacían por todas partes del Valle.
Pensó en Amy, en su familia; en su padre.
- Sin duda hoy ha sido un día glorioso para nuestro país...- Sentenció el general.
No tenían más tiempo que perder en explicaciones. Si no se decidía a morir lo remataría.
En cuanto su mirada se volvió a posar sobre el chico la sorpresa fue mayúscula.
Se encontraba de pie y en ese mismo momento se estaba arrancando el arma del pecho. Un gritó atronador erizó la piel de su asesino. Ni si quiera tuvo tiempo de entender lo que acababa de pasar. Su propio arma descansaba ahora en su corazón.
Los ojos del cadete reflejaban el fuego que alimentaba su odio interior.
- Ah...ghg...- Murió en un suspiro.
Ian se dejó caer de nuevo al suelo y esta vez inspiró en busca de paz.
Al menos había hecho justicia. No moriría en balde, al menos su asesino no vería otro día.
-Amy...- Cerró los ojos intentando visualizar su cara.
No quería que el general fuera lo último que viera. Prefería morir observando a su amor.
El rostro de la joven era suave. Su sonrisa era ligera y casi inexistente pero a cualquiera le hubiera cautivado. Su pelo rubio brillaba como el sol de la mañana.
Allí estaba, entre la oscuridad de sus recuerdos.
Con los ojos aun cerrados, levantó su brazo derecho y acariciando el invisible cielo imaginó que era ella.
- Te quiero.
Después todo terminó...