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Lucian
06-feb.-2009, 16:28
Hades.

Nunca mi corazón va a ser tan grande como para bombear la sangre de tu sonrisa. Mi pecho es un lupanar donde las mujeres no tienen rostros. Para que los idiotas que les creen, no las recuerden ni las busquen más.
Jamás mis lágrimas van a ser lo suficientemente saladas como para que cuando caigan en mis heridas, me digan que lloro porque de una vez por todas estoy amando.
Nunca mis ojos te van a olvidar. No por nostalgias dulces ni nada de eso. Sino porque la conciencia me recuerda siempre el gesto que tenía ese rostro antes de que lo asesinara.
Nunca mi soledad te va a aceptar.
Nuestro amor. Sólo ella y yo sabemos cuando y cómo, con quien y dónde va a terminar.
Para mis ansias, siempre vas a faltar. Un bocado, un plato, cosas de un sabor incomparable pero que no llenan jamás.
La tarea de limpiar mi sangre de esas piedras, nunca te va a tocar.El miedo, el hastío, la nostalgia. Las joyas que yo nunca, nunca te voy a regalar. No las sabrías llevar

Safo.

Te doy, para tu canción, todo mi abecedario. Muda y dádiva mi boca atiende a tu saliva.
Nuestra madrina, acerada, nacarada, mece nuestros oídos.
Te doy mis piernas para que recorras mis eriales. Para que esparzas gotas, como cristales, y reverdezca la tarde.
Tu cabello, como un trigal dorado que reaviva mi pecho cuando te abrazo.
Somos una tormenta de enero que reverdece los jardines de las rimas y que mortifica con su granizo las siembras de Dios.
Somos una página en algún libro de poesía y una moral corrompida, momificada, resucitada con los conjuros del amor.
Somos herida y ardor, somos látigo y dolor. Somos el río de las ansias que remontan los pescadores de antaño, con redes doradas en busca de nuestra verdad.
Te doy, para tu canción, todo mi abecedario. Muda y dádiva mi boca atiende a tu saliva.

Clonazepam.

Se acostaron sus dedos sobre las teclas del piano.
Sus uñas rosadas brillaban tan igual como perlas.
Gotas grises opacas se estrellaron sobre su mano
Y cerró sus ojos porque estaba cansada de verlas.

Desde su pecho un temblor empezó a recorrerla.
Sus oídos se atormentaban al sonar cada nota.
Oyó que un eco vago empezaba a envolverla
Y su boca, oxidada, tras la lluvia quedó rota.

Paró de tocar y buscaba algo en la oscuridad.
La casa pareció quedarse completamente muda.
Sus pies descalzos, fueron al suelo en su frialdad
Y en su corazón se desataba una horrorosa duda.

¿Es él? ¿Él que hace marear a los relojes? ¿Llegó?
Ella se decía. ¿Será que trae un amasijo de lunas?
Empapada en ansias caminó hasta que lo vio.
Fue virgen santa que se escapó una noche de su urna.

Un ansia feroz. Esperar eso que nunca, jamás llega.
Anestesió a su pecho dentro de una cápsula verde.
“Quisiera dormir allá, arriba, bien alto, junto a Vega”
Pensaba- “Y no buscar más todo lo que se pierde”

Entre las tinieblas y sobre el piano yacían 66 canciones.
Oyó, justo en ese momento su nombre tras la puerta.
Fueron un centenar de latidos. Un millar de palpitaciones.
El silencio, tuvo sueño, y antes de abrir, estaba muerta.

Despertar.

Una foto arrugada sobre la mesita.
Tus dedos trémulos se pusieron al paso.
Mirando a la tableta "quien te necesita"
murmuraste y en seguida las tenías en el vaso.

Amasijo de cartas de abril perfumadas.
Sobre tu pecho fue un miedo, un latido.
Entonces la angustia y pasiones aladas,
entonces la soledad y el amor perdido.

Cuánto amor en toneles. Amor añejo.
Cuánto odio en las copas. Copas maduras.
De tu risa de niño a un llanto viejo.
Vid morada de inmarchitables amarguras.

Enseguida la tenías entre tus brazos.
Un instante de nieblas y la desconocida
que ataste a vos con besos como lazos,
ya no te miraba más y volvió a estar perdida.

Hoy las sábanas te llevan de nuevo en sueños.
De nuevo los abrazos nocturnos te abandonan.
Un poema maldito al que quisieras darle dueño
y las espinas más tiernas a tu frente coronan.

Árboles secos.

El suicidio en tus manos,
es como una rosa tierna.
Es como un abanico cubriendo los
labios de una gitana.

El dolor en tus ojos, es como la noche
de julio que va abrazando a un sol
tenue y lo acuesta en una cama de
nubes frescas.

Donde, las estrellas, brillan como
lámparas, siendo sólo tus lágrimas.
Que iluminan, tranquilas,
el caminode la soledad.