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Pantera Negra
17-dic.-2008, 15:55
A mi juicio, la política anti adicciones que aplican los gobiernos locales y federal es una sarta de estupideces, como las que acostumbran ejercer en su política general, mayoritariamente.
Empecemos por la política anti tabaco. El sancionar la venta de tabaco a menores de edad, así como sancionar la venta de cigarros fuera de su empaque es un real disparate. Esas sanciones convierten a los tenderos en pilmamas de mostrador.
El asunto debe ser simple: se aprueba la venta de tabaco, o se prohíbe. Si está comprobado que el tabaco con su nicotina y otros tóxicos es adictivo y enferma, pero por mayoría de votos se permite su producción, distribución, comercialización y consumo. Entonces ¿para qué tantas y tan estúpidas medias tintas?.
Se supone que tanto el tabaco como el alcohol se “regulan” en su mercado o “ciclo de consumo” para proteger a los no alcohólicos y no fumadores, y a la familia y a los infantes, mujeres en gravidez y ancianos, además de los enfermos.
Pero “puertas para adentro” en los hogares, hay una absoluta vulnerabilidad de los mas débiles. Esposas que comparten el lecho con alcohólicos, fumadores compulsivos. Niños o ancianos que padecen el efecto de la familia (pilar económico de ella) adicto a alguna de esas sustancias adictivas y nocivas (y de efectos colaterales nada sanos).
En general, todos los defectos de una persona cabeza de familia, los padece el resto de los miembros de esa familia. Y entre esos defectos está el carácter violento, los traumas personales, las perversiones y los vicios en general. Toda la legislación que “protege” a los individuos (según la constitución política) no cumple esa noble función.
Sólo se utiliza para que los gobiernos se hagan de recursos económicos provenientes de sanciones que, por lo general, se aplican en casos extremos, a saber: cuando una adicción es ya grave, y el daño que el adicto causa a sus prójimos es ya más severo.
El combate a todas las adicciones, vicios y perversiones, solo tiene dos alternativas: se permite o se prohíbe. Si se permite, por el voto mayoritario democrático, entonces hay que “aguantarse” a todas sus nefastas consecuencias.
Si se prohíbe, entonces hay que actuar directamente sobre el que está dañando. Y esto es muy importante y lo explico mejor a continuación:
Digamos que se prohibieran el alcohol y el tabaco. Lo primero que habría que sancionar es a quien fuma tabaco y a quien bebe alcohol; al que echa humo y al que sesea de beodo.
¿Porqué eso? Simple: porque son los que pueden hacer daño de manera directa. Un borracho al volante, o dentro de una familia de mayoría de mujeres, es potencialmente un peligro. El que fuma es quien inhala y exhala los tóxicos del cigarro, y los disemina en derredor suyo. Son el foco del daño primario.
Y segundo, porque sin borrachos ni fumadores toda la industria tabacalera y vinatera sería un auténtico fracaso, un pésimo negocio.
De la misma manera se deben atacar las peores adicciones, las de enervantes, estupefacientes altamente adictivos y de efectos más severos. Quien más daño hace es un drogadicto en “estado de ansiedad” por la necesidad de droga. Es a quien primero hay que “atender” (porque a fin de cuentas sería un delincuente en aquella nueva legislación, pero también sería un enfermo de adicción).
Pero no, nuestro gobierno federal no cesa de “alzarse el cuello” en radio y T.V. por la captura de capos del narco. Pidiendo a gritos su galleta al amo por la gracia realizada. Jugando el eterno juego de subir la piedra a la cima del cerro, para empujarla de lo alto y volver a bajar a por ella al pie de la colina y subirla de nuevo.
Gobierno. Perro fiel sin razonamiento ni pensamiento. Y nosotros felices de que sea un “perro de raza” quien nos gobierna, sin siquiera atrevernos a exigir que sea un humano pensante y noble quien dirija a la Nación, tal cual debería de ser.