kchak79
21-nov.-2008, 10:24
Sí, me encantan los títulos tremendistas. Todo lo que suene a Apocalipsis –sobre todo si involucra el pensamiento neoliberal– me gusta. Pero esta frase no es precisamente mía: es de miles de personas que hoy, tras un largo periodo de artificial bonanza en Estados Unidos, están en el desempleo. El final del capitalismo es la sensación que bordea a millones de personas que, ansiosamente, miran como los mercados caen y arrastran con ellos sus expectativas.
Es, también, la frase del Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz. Él dijo, literalmente (en una entrevista con el Global Viewpoint), que “la caída de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo; le dice al mundo que esta forma de organización económica no es sustentable”.
Barack Obama, candidato demócrata a la presidencia de EU, urgió a tomar acciones ante lo que considera la situación más grave de las finanzas de su país desde la Gran Depresión. Y quizá tiene razón, porque lo que estamos viviendo no es sólo el colapso de una burbuja económica, sino una tormenta de elementos que atentan contra la economía de los más desfavorecidos.
La primera llamada de esta crisis fue el colapso de Enron. Aquella compañía, una de las cinco más grandes del planeta, colapsó cuando se descubrió un agujero contable titánico que se venía ocultando por largo tiempo. La vergüenza de Enron fue una primera probada de lo que se está viviendo ahora: cuando el Estado deja de hacer su trabajo, deja de funcionar como ente regulador, deja que los capitalistas se dediquen a ganar dinero a toda costa –así sea engañando– y se empieza a construir una fórmula para el desastre.
La segunda llamada fue la guerra en Irak. Motivada exclusivamente por razones económicas, se construyó una gigantesca mentira política (nexos Hussein–Al Qaeda y armas de destrucción masiva) para justificar un ejercicio cuyo único objetivo era apropiarse de las reservas petroleras de un país y, de paso, darle multimillonarios contratos a las empresas del vicepresidente para enriquecer a sus amigos. Ahí comenzó la drena de recursos públicos.
La tercera llamada fueron los recortes a los impuestos de los más ricos. Bajo esa ridícula premisa derechista de que si a los ricos les cobras menos harán el bien, el gobierno gringo dejó de recibir miles y miles de millones de dólares por recaudación fiscal –mientras que las clases medias seguían pagando cada vez más–. La complacencia del gobierno de Bush con la élite económica (a la cual llamó “su base”) fue creando el ambiente de “abuso validado” que hoy está desmoronando a la economía global.
La cuarta llamada, el truene hipotecario. Ahí sí que todos sintieron el dolor: la increíble irresponsabilidad de las agencias hipotecarias, la especulación, la falta de claridad contable, la estafa y la ausencia de regulación obligaron a un mega rescate, para que los grandes inversionistas no perdieran la lana que, por irresponsables, habían perdido.
La quinta fue la crisis por las alzas de precios de las materias primas. El alto precio del petróleo es lo más evidente, pero lo que más ha pegado a la sociedad es el alza en los precios de los alimentos. Todo el mundo pudo observar como, día con día, los precios del arroz, maíz, trigo y otros alimentos fundamentales escalaban. La principal razón –que no la única– fue la especulación con los mercados futuros de alimentos. Los más pobres pagaron.
Llega la muerte del cuarto banco más importante de Estados Unidos, y con ello todo el sistema financiero tiembla. Bajan las bolsas del mundo, cunde el pánico. Entran rescates multimillonarios estilo Fobaproa, cuyo único fin es salvar el dinero de los adinerados a costa de los contribuyentes que, en EU, no son los adinerados. Pero todavía no acabamos.
La razón, la verdadera y profunda razón, es una: la impunidad. La absoluta, incontrolable y delincuencial impunidad que el gobierno estadunidense ha propagado como “método de hacer dinero”. Stiglitz dice, en la misma entrevista, que “la agenda de la globalización ha estado estrechamente vinculada con los fundamentalistas del mercado; la ideología de los mercados libres y la liberalización financiera”. También señala que la desigualdad en EU está en su punto más alto desde los 30.
No ha sido un accidente: ha sido un método. El método de los ultra-neoliberales que, aliados con los sectores políticos conservadores, han hipotecado el futuro por ganar más y más rápido. La falta de regulación ha demostrado, otra vez, que la mano invisible del mercado nos dará el dedo cada vez que pueda.
Está claro que no hay marcha atrás: tiene que repensarse el sistema. El fin del capitalismo del que hablo no es un Apocalipsis comunista, es una reconversión hacia una socialdemocracia responsable. Es la construcción de un camino en el que exista libertad económica con responsabilidad; que haya rendición de cuentas; que haya redistribución de la inmensa riqueza que existe en el mundo.
Que haya un poco de justicia, carajo.
Por Andrés Pascoe Rippey.....
A parte yo le agrego las empresas de automóviles GM, Ford, Chrysler, Jeep, etc. estan tambaleandose y los capitalistas injectaron ahora bajar el precio del petróleo para tratar de salvarse del la caída libre que ya casi es inevitable....
a ver que piensan de esto?
Es, también, la frase del Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz. Él dijo, literalmente (en una entrevista con el Global Viewpoint), que “la caída de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo; le dice al mundo que esta forma de organización económica no es sustentable”.
Barack Obama, candidato demócrata a la presidencia de EU, urgió a tomar acciones ante lo que considera la situación más grave de las finanzas de su país desde la Gran Depresión. Y quizá tiene razón, porque lo que estamos viviendo no es sólo el colapso de una burbuja económica, sino una tormenta de elementos que atentan contra la economía de los más desfavorecidos.
La primera llamada de esta crisis fue el colapso de Enron. Aquella compañía, una de las cinco más grandes del planeta, colapsó cuando se descubrió un agujero contable titánico que se venía ocultando por largo tiempo. La vergüenza de Enron fue una primera probada de lo que se está viviendo ahora: cuando el Estado deja de hacer su trabajo, deja de funcionar como ente regulador, deja que los capitalistas se dediquen a ganar dinero a toda costa –así sea engañando– y se empieza a construir una fórmula para el desastre.
La segunda llamada fue la guerra en Irak. Motivada exclusivamente por razones económicas, se construyó una gigantesca mentira política (nexos Hussein–Al Qaeda y armas de destrucción masiva) para justificar un ejercicio cuyo único objetivo era apropiarse de las reservas petroleras de un país y, de paso, darle multimillonarios contratos a las empresas del vicepresidente para enriquecer a sus amigos. Ahí comenzó la drena de recursos públicos.
La tercera llamada fueron los recortes a los impuestos de los más ricos. Bajo esa ridícula premisa derechista de que si a los ricos les cobras menos harán el bien, el gobierno gringo dejó de recibir miles y miles de millones de dólares por recaudación fiscal –mientras que las clases medias seguían pagando cada vez más–. La complacencia del gobierno de Bush con la élite económica (a la cual llamó “su base”) fue creando el ambiente de “abuso validado” que hoy está desmoronando a la economía global.
La cuarta llamada, el truene hipotecario. Ahí sí que todos sintieron el dolor: la increíble irresponsabilidad de las agencias hipotecarias, la especulación, la falta de claridad contable, la estafa y la ausencia de regulación obligaron a un mega rescate, para que los grandes inversionistas no perdieran la lana que, por irresponsables, habían perdido.
La quinta fue la crisis por las alzas de precios de las materias primas. El alto precio del petróleo es lo más evidente, pero lo que más ha pegado a la sociedad es el alza en los precios de los alimentos. Todo el mundo pudo observar como, día con día, los precios del arroz, maíz, trigo y otros alimentos fundamentales escalaban. La principal razón –que no la única– fue la especulación con los mercados futuros de alimentos. Los más pobres pagaron.
Llega la muerte del cuarto banco más importante de Estados Unidos, y con ello todo el sistema financiero tiembla. Bajan las bolsas del mundo, cunde el pánico. Entran rescates multimillonarios estilo Fobaproa, cuyo único fin es salvar el dinero de los adinerados a costa de los contribuyentes que, en EU, no son los adinerados. Pero todavía no acabamos.
La razón, la verdadera y profunda razón, es una: la impunidad. La absoluta, incontrolable y delincuencial impunidad que el gobierno estadunidense ha propagado como “método de hacer dinero”. Stiglitz dice, en la misma entrevista, que “la agenda de la globalización ha estado estrechamente vinculada con los fundamentalistas del mercado; la ideología de los mercados libres y la liberalización financiera”. También señala que la desigualdad en EU está en su punto más alto desde los 30.
No ha sido un accidente: ha sido un método. El método de los ultra-neoliberales que, aliados con los sectores políticos conservadores, han hipotecado el futuro por ganar más y más rápido. La falta de regulación ha demostrado, otra vez, que la mano invisible del mercado nos dará el dedo cada vez que pueda.
Está claro que no hay marcha atrás: tiene que repensarse el sistema. El fin del capitalismo del que hablo no es un Apocalipsis comunista, es una reconversión hacia una socialdemocracia responsable. Es la construcción de un camino en el que exista libertad económica con responsabilidad; que haya rendición de cuentas; que haya redistribución de la inmensa riqueza que existe en el mundo.
Que haya un poco de justicia, carajo.
Por Andrés Pascoe Rippey.....
A parte yo le agrego las empresas de automóviles GM, Ford, Chrysler, Jeep, etc. estan tambaleandose y los capitalistas injectaron ahora bajar el precio del petróleo para tratar de salvarse del la caída libre que ya casi es inevitable....
a ver que piensan de esto?